Históricamente,
la poligamia es entendida y definida como el casamiento de un hombre
con más de una mujer, con su derecho de reproducción implicado. En las culturas paganas antiguas, la poligamia era practicada más frecuentemente como una costumbre normal en diversos grupos, y era vista como un gran privilegio, especialmente entre los reyes o gobernantes que tenían incontables concubinas.
Aunque hoy nos resultaría extraño y hasta sería mal visto por la mayoría de las sociedades contemporáneas, los historiadores
han considerado algunos puntos positivos de la poligamia, en términos sociales de la antiguedad. Debido a que antiguamente, las sociedades eran más patriarcales, era casi imposible para una mujer soltera, mantenerse por ella misma. Generalmente las mujeres carecían de educación y preparación instruida. Las mujeres dependían de sus padres, hermanos y esposos para su provisión y protección. La mujer soltera con frecuencia estaba expuesta a la prostitución, esclavitud, inanición o violencia como producto de brutales guerras. En caso de no poder encontrar a un sólo esposo, La poligamia, para muchas, era una alternativa para no quedar expuesta a dichos peligros. En distintas sociedades antiguas, la poligamia era una forma de proteger y proveer para el sustento de distintas mujeres que no pudieran encontrar un esposo de otra manera. Este fue el caso de Nezaualcóyotl en la cultura alcohua de México. Un hombre tomaría varias esposas y serviría como el proveedor y protector de todas ellas; además de que todos sus hijos se considerarían legítimos y elegibles para ser herederos del padre.
La Biblia también tiene ejemplos de casos de poligamia entre antiguos patriarcas, sin embargo, el hecho de que la Biblia contenga ejemplos de esta
práctica, no quiere decir que Dios la haya aprobado incuestionablemente en nuestros
antiguos predecesores. La Biblia también tiene muchos ejemplos de idolatría,
mentira y homicidio, y no los aprueba ¿Qué
hay de la poligamia?
En
el Antiguo Testamento, el primer ejemplo de poligamia se encuentra
con Lamec, que era un descendiente en quinta generación de Caín, orgulloso respecto a su propia valía (Génesis 4:16-24). La Biblia no aprueba la vida de Lamec ni dice
nada más acerca de la manera en la que él vivía. Nunca se dice que Dios haya aprobado la vida
o las decisiones de Lamec. Sólo se menciona como un referente
histórico en la genealogía, que por cierto menciona respecto a Caín, que era ‘hijo
del maligno’ (1 Juan 3.12).
El
segundo caso que se menciona es el de Abraham, a quien Dios le prometió darle una descendencia propia y formar una nación de él. Abraham y Sara no creían que ella pudiera darle hijos, porque era estéril, así que Sara le dijo que se acostara con Agar (criada
de Sara) para que ésta le dejara su hijo a Sara y Abraham (Génesis 16:1-4). De esta manera, Abraham tomó a Agar por concubina y concibió a un hijo, que fue Ismael. El reclamo de muchos
escépticos respecto a esta parte de la vida de Abraham es que si
Dios permitió esto en Abraham, entonces quiere decir que él aprobaba la
poligamia. Sin embargo, esto es erróneo. La prueba bíblica de que
Dios desaprobó esta unión es lo que pasó después de un
tiempo: Sara le pidió a Abraham que expulsara a Agar de su casa. La
respuesta de Dios para Abraham fue decirle “hazle caso a Sara”
(Génesis 21:8-21). Abraham temía por el bienestar de Agar y su hijo
en el desierto, pero Dios no desamparó al pequeño Ismael, sino que
lo bendijo, aunque al mismo tiempo, aprobó la separación y salida de ésta, de
la casa de Abraham. Abraham nunca fue polígamo como tal, porque nunca se casó con Agar y aunque él volvió a tomar a una mujer llamada Centuria como esposa (Gén. 25), eso fue después de la muerte de Sara (Gén. 23).
En
tercer lugar, se habla del caso de Jacob, con Raquel y Lea. Este sí
es un ejemplo de poligamia, pero la Biblia, no muestra una imagen
positiva de esto, sino una serie de conflictos familiares y
rivalidades que surgieron entre ambas y entre la familia como
resultado de esto (Génesis 29:18-24; 30). El mérito de Jacob no es haber tenido la familia disfuncional que tenía, sino haber creído y recibido la promesa que Dios había dado a su padre (Jacob 28:10-22).
En
la Ley mosaica, Jehová nunca instituyó la poligamia como un
mandato. Aunque es cierto que la toleró por un tiempo, y la reguló
estrictamente para impedir los abusos (Éxodo 21:10, 11; Deuteronomio
21:15-17; Levítico 18:18), no era precisamente su voluntad. Quizá Dios toleró la practica antiguamente por las consideraciones sociales positivas que tenía en aquellos tiempos, pero lo que sí es cierto es que Dios explícitamente mandó a los
reyes de Israel a no tener muchas mujeres para que no fueran a
extraviar su corazón (Deuteronomio 17:17).
Salomón
fue desobediente a este mandato. La Biblia dice que las muchas
mujeres de Salomón pervirtieron su corazón y lo llevaron a ser
infiel hacia Dios (1 Reyes 11:3-4). Salomón, aunque era el más
conocedor del mundo, se desvió duramente en este tiempo de su vida y
se volvió a la idolatría de forma terrible, por causa de sus muchas
mujeres y concubinas.
El Rey David también había sido polígamo, con esposas y concubinas. Había tenido como esposas a Mical (1 Sa. 18:20-27); Abigail (1 Sam. 25:42), Egla (2 Sam 3:5) y Betsabé. Aunque a él no se le reprochó el número de esposas que tuvo (1 Reyes 15:4-6) y las especulaciones históricas al respecto varían, su deseo adúltero por Betsabé, causó la muerte del esposo de ésta y culminó en la muerte del hijo de David y Betsabé.
El Rey David también había sido polígamo, con esposas y concubinas. Había tenido como esposas a Mical (1 Sa. 18:20-27); Abigail (1 Sam. 25:42), Egla (2 Sam 3:5) y Betsabé. Aunque a él no se le reprochó el número de esposas que tuvo (1 Reyes 15:4-6) y las especulaciones históricas al respecto varían, su deseo adúltero por Betsabé, causó la muerte del esposo de ésta y culminó en la muerte del hijo de David y Betsabé.
En
conclusión, la poligamia no es explícitamente prohibida en el
Antiguo Testamento y sí fue tolerada y regulada en los tiempos de la ley mosáica. Nunca fue categorizada como un pecado digno de castigo, ni tampoco equiparaba en lo más mínimo al adulterio (son cosas distintas); pero sí se muestra desde entonces como una práctica con peligros latentes para la institución y la armonía matrimonial, y no se muestra nunca como un mandato de Dios.
En
cambio, la institución del matrimonio monógamo entre un hombre y
una mujer sí es mencionada y establecida desde el plan original de
Dios donde se habla, en singular, de un hombre y una mujer siendo una
sóla carne (Génesis 2:18-24). Jesús, en el Nuevo Pacto, usó estas
mismas palabras para reafirmar este orden en general (Mateo 19:4-5),
y el Apóstol Pablo advirtió a los líderes de la iglesia a seguir
este mismo orden (1 Timoteo 3:2).