jueves, 21 de diciembre de 2017

La Trinidad del Ser Humano (Cuerpo, Alma y Espíritu)

*Estudio disponible en PDF (click aquí)

La Trinidad del Ser Humano: Cuerpo, Alma y Espíritu

La doctrina acerca de la trinidad del hombre es sostenida por los teólogos a partir en los siguientes pasajes de la Biblia:

1 Corintios 15:44 Si hay un cuerpo natural [sōma psychikon], hay también un cuerpo espiritual [sōma pneumatikon]. 45 Así también está escrito: El primer HOMBRE, Adán, fue hecho alma viviente [psychēn zōsan], el postrer Adán, espíritu vivificante [pneuma zōopoioun].

1 Tesalonicenses 5:22 Absteneos de toda especie de mal. 23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu [pneuma], alma [psychē] y cuerpo [sōma], sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Hebreos 4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma [psychēs] y el espíritu [pneumatos], las coyunturas y los tuétanos [partes del cuerpo], y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

En estos versículos, percibimos que de forma notoria se nos dice que “todo nuestro ser” engloba tres partes: el alma, cuerpo y espíritu. Pero para entender mejor la definición, relación y distinción entre estos conceptos y todo lo relacionado con ellos, es necesario escudriñar las Escrituras a profundidad y sobre todo pedir la guía y el entendimiento de Dios al respecto. En este estudio, buscamos explorar algunos de los versículos bíblicos que nos ayudan a entender el significado de estas verdades reveladas.

1. El cuerpo

El aspecto más evidente de nuestra existencia es que “hay un cuerpo natural(1 Corintios 15:44) que consiste en la materia física o visible de nuestro organismo viviente. Cuando Dios creó a las plantas y a los animales, les dio también un cuerpo material, que evidentemente es distinto al del ser humano (1 Corintios 15:39). El cuerpo del ser humano es tan particular y superior, que en el día sexto de la Creación, Dios tomó del polvo de la tierra para crear el cuerpo del primer ser humano, y al soplar en él, le dio aliento de vida proveniente de Él para que éste pudiera vivir (Génesis 2:7, Job 33:4).

Desde el principio, Dios diseñó al ser humano conforme a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27, 5:1-2; Mateo 19:4, Marcos 10:6). Sin embargo, Dios no sólo creó a los primeros seres humanos, Adán y Eva. La Biblia nos hace pensar que Dios mismo sigue siendo el autor intelectual presente en el proceso de formación del bebé humano en el vientre de la madre (Salmos 139:14-15, Isaías 49:1, Gálatas 1:15). Por esta razón David escribió: “Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmos 139:13).

En un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función (Romanos 12:4). Cada parte tiene una función específica y determinada y ninguna parte es irrelevante, inútil o resultado de una casualidad (1 Corintios 12:14-26). Todas las partes del cuerpo, los sistemas internos, los órganos, los tejidos y las células tienen cada cual una función y propósito en particular designado y pensado por Dios (Proverbios 16:4). Para comunicarnos y desenvolvernos en el mundo exterior, Dios nos dotó con la percepción a través de por lo menos cinco grandes sentidos con los cuales tenemos la capacidad de recibir las experiencias del exterior al oír, ver, oler, saborear y sentir. De igual forma, Dios también nos revela a través de la Escritura que Él tiene la la capacidad de oír, ver, oler y sentir todas las cosas que ocurren en la Creación en que vivimos (Salmos 94:9-11, Proverbios 15:3, Romanos 1:20).
1.1.1. Soma (El cuerpo o templo físico)

El cuerpo, tal y como Dios lo creó, es bueno en su totalidad (Génesis 1:31; 1 Tim. 4:4) y está destinado a ser el Templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17) o el Tabernáculo de Dios. Esto implica que con nuestra boca, oídos, manos y pies, debemos buscar servir a Dios en la totalidad de nuestros actos, cuidando el cuerpo como un lugar propicio para que resida dentro de él la presencia de Dios y lo que proviene de la voluntad de Dios en nuestras vidas, dado que “nuestro cuerpo [soma] es templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19).

El término “cuerpo” es aquí traducido a partir de la raíz griega “sōma” (σῶμα) que aparece 142 veces en el Nuevo Testamento (NT) y se refiere en general a la forma o manifestación física de nuestra existencia material en la Tierra. Es también de esta palabra de donde se deriva la palabra “somático” que se refiere a lo relativo o propio del cuerpo en el área de la medicina. Su equivalente en hebreo es la palabra “basar” (בָּשָׂר), el cual aparece 270 veces en el Antiguo Testamento (AT).

La Biblia señala que aquellos que han rechazado a Dios, deshonran sus cuerpos cuando cometen actos impuros o inmorales desagradables ante Dios (Romanos 1:24); sin embargo, aquellos que han sido justificados y santificados por Jesús, han entregado sus cuerpos [sōmata] como miembros del cuerpo de Cristo (1 Corintios 6:11, 15). En este sentido, todo ser humano está exhortado a "presentar su cuerpo [sōmata] como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional" (Romanos 12:1), para "glorificar a Dios con vuestros cuerpos (1 Corintios 6:19).

Ocurrencia de palabras traducidas como “cuerpo” o “cuerpos” a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
  • σῶμά (sōma): Mat. 5:29-30, 6:22-23, 6:25, 10:28, 26:26, 27:58, 27:59, Mc. 14:8, 14:22, 15:43, Lc. 11:34, 11:36, 12:23, 17:37, 22:19, 23:52, 23:55, 24:3, 24:23, Jn. 19:38, 19:40, 20:12, Hch. 9:40, Ro. 4:19, 6:6, 8:10, 12:5, 1 Co. 6:13, 6:16, 6:18, 6:19, 9:27, 10:17, 11:24, 11:29, 12:12, 12:14, 12:17, 12:19, 12:20, 12:24, 12:27, 13:3, 15:37-38, 15:44, Ef. 1:23, 4:4, 4:16, Fi. 3:21, Col. 2:17, 2:19, 1 Tes. 5:23, He. 10:5, 10:22, St. 2:26, 3:2-3, 3:6
  • σώματι (sōmati): Mat. 6:25, 5:29, 12:22, Ro. 6:12, 12:4, 1 Co. 5:3, 6:13, 6:20, 7:34, 12:18, 12:25, 15:35, 2 Co. 4:10, 5:6, 12:2-3, Ga. 6:17, Ef. 2:16, Fi. 1:20, 3:21, Co. 1:22, Co. 3:15, He. 13:3, 1 Pe. 2:24
  • σώματα (sōmata): Mt. 27:52, Jn. 19:31, Ro. 1:24, 8:11, 12:1, 1 Co. 6:15, 15:40, Ef. 5:28, He. 13:11
  • σώματός (sōmatos): Mat. 6:22, 26:12, Lc. 11:34, Jn. 2:21, Ro. 7:4, 7:24, 8:13, 8:23, 1 Co. 6:18, 7:4, 10:16, 11:27, 12:12, 12:15-16, 12:23, 2 Co. 5:8, 5:10, 12:2-3, Ef. 4:12, 4:16, 5:23, 5:30, Col. 1:18, 2:11, 2:23, He. 10:10, St. 2:16, St. 1:9
1.1.2. Sarx (La carne o cuerpo orgánico)

Nuestro cuerpo, referido coloquialmente como “carne y huesos” y figurativamente como “coyonturas y tuétanos” en Hebreos 4:12, es un organismo que tiene sensaciones y percepciones físicas que Dios diseñó de forma inteligente y quiere que dominemos de forma sabia, responsable, y controlada (Gálatas 5:23). En este sentido es que usamos el término “carne” que proviene del griego “sarx”(σάρξ) y en algunos casos también es tomado como sinónimo de un “cuerpo” con alma (Gá. 4:13), un “organismo viviente” o una “vida” humana ligada a su forma corpórea en la Tierra. Este término, que ocurre 149 veces en el NT, puede incluso usarse para hablar de organismos de animales que se mueven (Ap. 19:18) pues la Biblia nos dice que “no toda carne es la misma carne, sino que una es la de los hombres, otra la de las bestias, otra la de las aves y otra la de los peces(1 Cor. 15:39).

Cuando se usa en referencia al hombre, el término “carne” tiene dos acepciones. La raíz “sarx” y su derivativo común “sarkos” pueden ser neutrales (positivos o negativos) puesto que a la carne se le reconoce la capacidad de caer en el pecado (2 Pedro 2:10), pero también de mantenerse santa y pura: Cristo mismo nos dio ejemplo de santidad en el cuerpo, pues Él era Dios y se hizo “sarx” o “se hizo carne” (Juan 1:14) pero nunca pecó (2 Corintios 5:21, 1 Pedro 2:22).

Cristo también enseñó, por ejemplo, que es la voluntad de Dios que en el matrimonio los casados trabajen como si fuesen un mismo organismo viviente o equipo en su conjunto: “una misma carne” [sarx] (Mateo 19:6; cf. Génesis 2:24) y que quien se casa se mantenga en santidad de cuerpo [sarx] (1 Corintios 7:34). Esto habla también de como el sarx se compone de miembros o partes físicas que le constituyen.

En este sentido, el sarx es una carne o cuerpo orgánico: hay cientos de funciones biológicas que el organismo realiza sin la intervención de nuestra voluntad (gracias al sistema autónomo, diseñado por Dios), sin embargo, todas ellas, tarde o temprano se ven directamente afectadas por las decisiones que tomamos en la forma de cuidar nuestro cuerpo, que no nos pertenece, sino a Cristo, quien lo compró con su sangre (1 Corintios 6:19).

La Biblia reconoce que, desde grandes a pequeños, este organismo tiene necesidades físicas esenciales para subsistir: descansar, dormir, comer, tomar agua, arroparse o abrigarse. El mundo secular habla de “necesidades de supervivencia” pero las Escrituras le llaman “lo necesario para el cuerpo(Santiago 2:16). Si las necesidades básicas no son cubiertas, el cuerpo se va deteriorando. En parte por esto, a los cristianos se nos recuerda que debemos mostrar el amor de Dios y no sólo ocuparnos de las nuestras necesidades básicas, sino también de las de los demás (Santiago 2:16, 1 Juan 3:17) y Cristo enfatiza en esto, enseñando que si hacemos esto, ciertamente tendremos recompensa de parte de Dios (Mateo 10:42; Mateo 25:35-45).

Nuestro cuerpo, con el cual conocemos exteriormente y vivimos en relación a las cosas visibles del mundo exterior, tiene muchas capacidades, pero al mismo tiempo está limitado a una experiencia sensorial, temporal y finita. Cristo mismo señaló que nuestra carne (sarx) es débil (Mateo 26:41, 14:38). No somos invencibles ni hechos de metal: nuestra carne es vulnerable, se debilita, se desgasta, se enferma, se duele y se corrompe porque la misma materia física de la cuál está hecha es susceptible al desgaste del tiempo y al cambio. El cuidado sabio de los aspectos físicos, la salud física, y las cosas exteriores de nuestro ser, aunque es bueno si se hace de forma prudente, nos beneficiará por un poco de tiempo (1 Timoteo 4:8) y no debe volverse la prioridad de nuestras vidas ni se le debe otorgar más valor del debido, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). A la luz de la eternidad, la Biblia nos dice que toda carne [sarx] es como pasto que hoy está, pero mañana se seca y marchita (1 Pedro 1:24). De esta manera, se nos recuerda que es necesario cuidar el cuerpo físico que tenemos en esta vida y tener moderación, pero siempre recordando que es temporal y que llegará un día en el que Dios, conforme a su promesa, dará a sus hijos un nuevo cuerpo celestial que no podrá corromperse (1 Corintios 15:51-54, 1 Juan 2:17, Romanos 8:23).

Ocurrencia de palabras traducidas como “carne”, “carnes”, “cuerpo”, “humano” (en sentido de “organismo” o “vida física”) a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
  • σὰρξ (sarx): Mt. 16:17, 19:5-6, 24:22, 26:41, Mc. 10:8, 13:20, 14:38, Lc. 3:6, 24:39, Jn. 1:13-14, 3:6, 6:51-56, 6:63, 8:15, 17:2, Hch. 2:17
  • σάρκα (sarka): Mt. 19:5, Mc. 10:8, Lc. 24:39, Jn. 6:52-54, 6:56, 8:15, Hch. 2:17, Ro. 1:3, 4:1, 8:1, 8:4-5, 8:12, 9:3, 9:5, 11:14, 1 Co. 1:26, 6:16, 10:18, 2 Co. 1:17, 5:16, 10:2-3, 11:18, 4:23, 4:29, 5:24, 6:8, Ef. 5:29, 5:31, 6:5, 6:12, Col. 3:22, 1 Pe. 1:24, Jud. 1:8
  • σαρκὸς (sarkos): Jn. 1:13, 3:6, 17:2, Ro. 6:19, 8:3, 8:5-7, 9:8, 13:14, 1 Co. 5:5, 2 Co. 7:1, Gá. 4:13, 5:16, 5:17, 5:19, 6:8, Ef. 2:3, 5:30, Col. 1:22, 2:11, 2:13, 2:18, 2:23, He. 2:14, 5:7, 9:10, 9:13, 10:20, 12:9, 1 Pe. 3:21, 2 Pe. 2:10, 2 Pe. 2:18, 1 Jn. 2:16, Jud. 1:7, 1:23
  • σάρκας (sarkas): St. 5:3, Ap. 17:16, 19:18, 19:18, 19:18, 19:18, 19:18
1.1.3. Sarki (La carnalidad, en griego)

Si bien el cuerpo es bueno en su diseño y propósito divino, el ser humano, al desviarse de los propósitos originales de Dios, muchas veces la gente adquiere una tendencia a apegarse solamente a las sensaciones físicas, a las apariencias, o a experiencias materiales que le causan placer, catarsis o comodidad en el plano de lo terrenal. Cuando esto es lo único que se busca decimos que claramente la persona se vuelve “carnal” o se presenta en ella lo que llamamos “carnalidad”. Como resultado de esto, el ser humano ha caído en excesos con su cuerpo a lo largo del tiempo y se ha dejado llevar por sus impulsos físicos, pasiones, concupiscencias (deseos incontrolados) o sensaciones fisiológicas de forma epicúrea, desordenada, desenfrenada, inmoral o irresponsable. Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo(1 Juan 2:16).

En el Nuevo Testamento, la idea de “carnalidad” se relaciona con la palabra griega “sarki” que es una derivación de sarx de donde se derivan los conceptos de “carnal” (Romanos 7:15), “carnales” (1 Pedro 2:11, 1 Corintios 3:3) y andar en la carne” (Romanos 7:5). El Apóstol Pablo expresaba esto como el apego excesivo a la vida terrenal o a las cosas de la carne sin tomar en cuenta la vida espiritual. Esta condición natural del ser humano es una tendencia pecaminosa resultado la caída de Adán y Eva, cuando hubo una separación entre la humanidad y Dios (Romanos 5:12). Esta condición carnal es causante de muchos pecados o maldades y no trae nada bueno a nuestra vida de acuerdo a Romanos 7:18. El querer comer glotonamente, el querer sentir excesivo placer, el querer vivir plácidamente con comodidad excesiva, el reírse siempre de vanidades sin sentido o el vivir lujosamente y de forma extravagante son ejemplos de comportamientos que provocan en la persona un estado pecaminoso que Dios no aprueba. La Biblia también enseña que quien vive en dicha condición, al no tomarle en cuenta, se opone a la ley de Dios (Romanos 7:25) y no puede agradarle ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la Ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios (Romanos 8:7-8). Por esto, estamos llamados a tener dominio propio y a negar y crucificar nuestros deseos mundanos o meramente carnales cuando implican excesos que se oponen a la verdad (Mateo 16:24, Marcos 8:34, Lucas 9:23; Romanos 6:6, Gálatas 5:24, Colosenses 3:1-3). Las obras carnales son enemistad para con Dios (Gál. 5:16-20). Pablo habló de los “pensamientos de la carne” (dianoiōn sarkos) en referencia impulsos e instintos como la ira, la sensualidad, la codicia y demás pecados prohibidos en el Evangelio. Se nos dice que si somos de Cristo debemos crucificar (hacer morir o suprimir) esos deseos de la carne y tener autocontrol (Gálatas 5:24).

Ocurrencia de palabras traducidas como “la carne” o “en la carne” (en sentido de “carnalidad”) a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:

  • σαρκὶ (sarki): Ro. 2:28, 7:5, 7:18, 7:25, 8:3, 8:8, 8:9, 8:12, 1 Co. 7:28, 4:11, 10:3, 12:7, Gá. 1:16, 2:20, 3:3, 4:14, 5:13, 6:12-13, Ef. 2:11, 2:15, Fi. 1:22, 1:24, 3:3-4, Col. 1:24, 2:1, 2:5, 1 Ti. 3:16, File. 1:16, 1 Pe. 3:18, 4:1-2, 4:6, 1 Jn. 4:2, 2 Jn. 1:7
  • σαρκικοί (sarkikoi): 1 Cor. 3:3, σαρκικῶν (sarkikōn): 1 Pe. 2:11, σαρκικὰ (sarkika): 1 Co. 9:11, 2 Co. 10:4
1.2. El cuerpo como una obra de arte (Ilustración)

Por poner una ilustración, podemos asemejar al cuerpo a una buena pintura que se asemeja a un hermoso paisaje y nos debe provocar gozo de verla y admiración hacia el pintor que la creó. La pintura sigue siendo buena y perfecta, pero es sólo una pintura. Sí fue diseñada por el pintor con un buen propósito, pero nunca con el propósito de suplantar al paisaje mismo ni con la posibilidad de revelar la gloria plena o total que había en el paisaje original. Si alguien se atreviera a decir que sólo se necesita la pintura y que el lugar original y el pintor no importan, se cometería un error de lo más grande desde el punto de vista de la razón y la moral. De igual forma quien sólo se enfoca en su carne y se desentiende de lo que ocurre en su interior y del propósito que quiere su Creador.

Vimos que el cuerpo es un organismo humano creado por Dios con capacidad de ser orientado o movido a dos direcciones. "Este puede ser lleno ya sea de afanes carnales o del Espíritu de Dios. Cuando es invadido por el primero, bajo el dominio del pecado, el soma se puede volver un "cuerpo de pecado" (Romanos 6:6) o un "cuerpo de muerte" (Romanos 7:24, cf. 8:13) y atar a la gente al pecado (1 Corintios 6:19). Sin embargo, el Espíritu de Dios también puede morar en nuestros cuerpos (Romanos 8:11, 1 Corintios 6:19) y unirnos a Cristo (1 Corintios 6:13, 17) y a su iglesia, apropiadamente llamada su cuerpo”.1 La cuestión que queda por responder detrás de esto es ¿qué parte del ser mueve la voluntad del cuerpo y cómo se compone?, lo cual estudiaremos a continuación.

2. El alma

2.0. Introducción

A primera vista, los términos “alma” y “espíritu” suenan ser muy similares dado que ambos han sido usados ampliamente en los diversos campos de la filosofía, la literatura y la religión, y a menudo de manera indistinta. Sin embargo, hay al menos cinco hipótesis o perspectivas diferentes que han sido planteadas por diversos teólogos o distintas denominaciones religiosas:

1) que el hombre es trino: una parte es el cuerpo (la parte exterior y material), junto al alma y al espíritu (las dos partes inmateriales o invisibles)

2) que el hombre es tripartita: el alma (inmaterial) está dentro del cuerpo, y a su vez, el espíritu está “dentro” del alma

3) que el hombre es dual: por un lado tiene su cuerpo o carne, y por otro, su espíritu o alma (y que ambos términos puede usarse como sinónimos de forma intercambiable)

4) que el hombre es monista: que la vida del hombre en general es llamada “alma” en general (una persona viva) que es resultado de la unión de dos partes: el cuerpo y el espíritu

5) que el hombre es “multipartita”: que el cuerpo y la carne son partes materiales, mientras que espíritu, alma, mente y corazón son cuatro partes distintas del ser inmaterial

Aunque reconocemos que hay algunos versículos donde parece que los términos alma y espíritu parecen lo mismo, el hecho de que haya versículos de la Biblia que ocupen estos términos de forma distinta nos lleva a pensar que cada una de estas palabras tiene una particularidad especial con un significado distintivo, independientemente de los aspectos en común.

Si bien tanto “alma” como “espíritu” son concebidos como las dos partes invisibles, impalpables o inmateriales del ser humano, es necesario ir más allá de esta simple definición para tratar de entender de forma más profunda el misterio de la existencia interna de nuestro ser, desde un punto de vista bíblico. En esta sección iremos analizando parte por parte algunos versículos que nos pueden ayudar a lograrlo.

2.1.1. Psyche (El alma, en griego)

En el Nuevo Testamento, la palabra “alma” es traducida casi siempre a partir del término griego “psyche(ψυχή), de donde se deriva también la palabra moderna “psicología” que es definida como “el estudio de alma” según su etimología, y como el “estudio de la mente” desde una interpretación secularizada. No hay en la Biblia ningún capítulo dedicado exclusivamente a describir en su totalidad o con detalladas explicaciones el papel, las funciones, los procesos o las experiencias que ocurren dentro del alma, pero sí hay muchas declaraciones bíblicas que nos ayudan a inferir a través interpretaciones teológicas algunas de sus características y particularidades.

En los Evangelios, Jesús enseñó que el alma [la psychen] es más importante que la comida y la vestimenta de esta vida (Mateo 6:25) y esto implica que lo que ocurre con con nuestro ser inmaterial o interno es más importante, trascendental y sobresaliente que lo que ocurre con nuestro cuerpo físico, material, externo o terrenal. De ahí la importancia de su estudio y comprensión.

En la Escritura, la palabra “psyche", “psychēn" y todas sus formas compuestas, según el contexto son traducidas como "alma", “almas” y "vida" en su esencia inmaterial. Más del 90% de ocasiones es una palabra usada en referencia exclusiva al alma humana (tanto de creyentes como incrédulos). Sin embargo, también se usa para referirse a la vida de animales, por ejemplo en Apocalipsis 16:3, razón por la cual se concluye que los animales también tienen un alma, dentro de las limitaciones a sus capacidades establecidas por Dios.
Tanto animales como seres humanos tienen la capacidad de moverse a voluntad propia, con sentimientos y pensamientos propios. En base a esto, podemos decir que el alma es la parte invisible de la existencia o vida inmaterial que alberga las ideas, los pensamientos, sentimientos y afecciones, ejerciendo una voluntad individual y teniendo una identidad, carácter o personalidad en particular. La visión comúnmente aceptada por los teólogos cristianos es que el alma humana es la parte interna de nuestro ser de donde provienen o se originan los pensamientos, ideas, decisiones personales, motivaciones, la voluntad inmaterial, los pensamientos y la intenciones internas, siempre todo a un nivel individual. Las plantas nunca son descritas con alma, pues no piensan, ni sienten, ni tienen voluntad, pero las almas de los animales sí, como sugiere la historia de Números 22:21-23.

El hecho de que la mente y el corazón sean partes inmateriales de nuestra alma es indiscutible para todo creyente serio. No existe ninguna máquina médica que pueda meterse dentro de nosotros y leer nuestros pensamientos para mostrarlos sobre un papel. De igual forma, ninguna computadora puede identificar qué piensa nuestra mente, qué es lo que soñamos, qué siente nuestro corazón, o cuáles son los recuerdos que teníamos cuando éramos niños. Aunque somos conscientes de que hay aparatos que detectan manifestaciones físicas a nivel neurológico o fisiológico, esas máquinas sólo detectan reacciones corporales a dichas experiencias. No podemos aceptar la visión materialista que explica éstas reacciones como si fueran procesos químicos causantes de esas experiencias. Si nos apegamos a las Escrituras, podremos ver que tales fenómenos no son las causas sino los efectos físicos, la consecuencia o el resultado físico de esas experiencias que se originan en el alma. En otras palabras, el alma invisible e inmaterial tiene un efecto sobre el cuerpo visible y físico (soma o sarx).

Los oponentes podrían alegar que las personas con accidentes cerebro vasculares o daños cerebrales, al perder la capacidad para hablar, de moverse, o de recordar cosas, no caben dentro de esta explicación. Sin embargo, como muestra el testimonio de la niña autista Carly Fleischmann, la imposibilidad de realizar o controlar ciertas reacciones del cuerpo puede ser totalmente independiente de lo que ocurre dentro de la mente o el pensamiento de la persona. Asimismo, cientos de testimonios de personas que debido a accidentes han estado en coma, en estado vegetativo o han sido declarados clínicamente muertos para luego despiertan y contar historias de experiencias cercanas a la muerte, demuestran que incluso la ausencia médica de actividad neuronal o “muerte cerebral” no significa que el alma pierda su capacidad de tener sus propias experiencias independientes del mundo material. De allí la gran curiosidad que muchos médicos e investigadores han tenido en estudiar estos casos y testimonios documentados por todo el mundo.

Cabe citar la conclusión que declaró el neurofisiólogo John Eccles, Premio Nobel de Medicina y Fisiología, quien dijo que “el misterio humano es increíblemente degradado por el reduccionismo científico, con su pretensión en el materialismo promisorio de considerar todo lo del mundo espiritual en términos de patrones de actividad neuronal. Dicha creencia debe ser calificada como una superstición. Tenemos que reconocer que somos seres espirituales con almas existentes en un mundo espiritual, así como seres materiales con cuerpos y cerebros que existen en un mundo material.”

Ocurrencia de palabras traducidas como “alma”, “almas”, “vida” o “persona” (en su sentido “inmaterial”) a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
  • ψυχῇ (psychē): Mt. 6:25, 6:25, 12:18, 22:37, 26:38, Mc. 14:34, Lc. 1:46, 10:27, 12:19, 12:19, 12:22, 12:23, Jn. 12:27, Hch. 2:43, 3:23, 4:32, 20:10, Ro. 13:1, Fi. 1:27, 2:30, 1 Tes. 5:23, Heb. 10:38, 3 Jn. 1:2, Ap. 16:3
  • ψυχὴν (psychēn): Mat. 2:20, 10:28, 10:28, 10:39, 10:39, 16:25, 16:25-26, 20:28, Mc. 3:4, 8:35, 8:35-36, 10:45, Lc. 2:35, 6:9, 9:24, 9:25, 12:20, 14:26, 17:33, Jn. 10:11, 10:15, 10:17, 10:25, 12:25, 12:25, 13:37, 13:38, 15:13, Hch. 2:27, 20:24, Ro. 2:9, 11:3, 1 Co. 15:45, 2 Co. 1:23, St. 5:20, 2 Pe. 2:8, 1 Jn. 3:16, Jud. 1:15, Ap. 12:11
  • ψυχῆς (psychēs): Mt. 16:26, Mc. 8:37, 12:30, Hch. 27:22, Ro. 16:4, Ef. 6:6, Col. 3:23, Heb. 4:12, 6:19, 10:39, 1 Pe. 2:11, Ap. 18:14
  • ψυχαὶ (psychai): Hechos 2:41, 27:37, 1 Pe. 3:20
  • ψυχαῖς (psychais): Mt. 11:29, Hch. 7:14, Heb. 12:3
  • ψυχὰς (psychas): Lc. 9:56, 21:19, Hch. 14:2, 14:22, 15:24, 15:26, 1 Tes. 2:8, St. 1:21, 1 Pe. 1:22, 4:19, 2 Pe. 2:14, 1 Jn. 3:16, Ap. 6:9, 8:9, 18:13, 20:3
2.1.2. Nephesh (El alma, en hebreo)

Para referirse al alma en general, la Biblia también ocupa la raíz hebrea “nephesh” /nép̄eš/ (נֶ֫פֶשׁ‎) en el Antiguo Testamento. Dicha palabra, normalmente considerada equivalente de psyche, aparece en su forma base unas 115 veces y es traducida mayormente como “alma” o “almas”. En otros versículos es traducida como “ser” o “seres” vivientes (aprox. 12 veces), “persona” o “personas” (cerca de 35 ocasiones), “vida” (alrededor de 35 versículos, incluyendo Levíticos 17:14), e incluso como “ánimo” (en 2 Sam. 17:8 y Éxodo 36:5). Los animales de la Creación son descritos como [nephesh] vivientes que se mueven a voluntad propia (Gén. 1:20-21, 1:24, 1:30, 9:10, 9:12, 9:15, 9:16) y Proverbios 1:19 nos dice que la codicia le arrebata la “vida” [nephesh] a quienes le tienen.

Hay muchas palabras compuestas y derivadas con iniciales o terminaciones añadidas a la raíz nephesh, formando un total de 754 ocurrencias bíblicas2 por lo cual el análisis de cada una llevaría un largo tiempo que necesitaría una profundización de cada versículo que en estos momentos no resulta posible realizar. Pero un contador bíblico de palabras nos permite darnos una idea de los significados que toma según el contexto. Como ejemplo, en la Biblia inglesa King James Version (comúnmente considerada una de las traducciones más apegadas a los escritos originales) el término “nephesh” se traduce como “alma” o “almas” un promedio de 475 ocasiones, se traduce como “vida” 117 veces, como “persona”, 29, como “corazón”, 15 y como “mente”, 15.3 La derivación "nā·p̄eš" /naphesh/ también es traducida como "vida" (Gén. 37:21, Lam. 1:11), "persona" (Gén. 46:18), "hombre" (Pr. 27:9), "alguien" (Pr. 28:17), "aquellos" (Pr. 31:6), "alguno" (Ez. 33:6) y demás.

2.2. Noos (La mente, en griego)

Con los versículos bíblicos que hemos revisado, nuestro estudio de las Escrituras nos lleva a concluir, junto con una gran mayoría de teólogos, que en alguna parte de nuestra alma albergamos o tenemos lo que conocemos como la mente”, la cual, incluye nuestros pensamientos ideológicos, entendimiento, percepción, y el conjunto de ideas que por diversas razones hemos aprendido, escogido, desarrollado y retenido a lo largo de nuestra estancia en la Tierra. Esta definición vendría incluyendo nuestros conocimientos, nuestros recuerdos, nuestra auto-consciencia, la información que sabemos acerca de las cosas, nuestro lenguaje, nuestra memoria, nuestro criterio, y demás aspectos que tienen que ver con nuestra cosmovisión (nuestra forma intelectual de percibir al mundo), nuestra forma de entender las cosas que vivimos, al igual que nuestras nociones, creencias, opiniones y convicciones ideológicas (es decir, cómo entendemos, cómo vemos el mundo y cómo interpretamos las cosas personalmente).

Dios ha dado tanto a incrédulos como a creyentes la capacidad intelectual de pensar y razonar con la mente: tenemos la facultad de organizar nuestros pensamientos de forma coherente y lógica con el fin de entender o comprender el mundo y conceptualizamos estas experiencias en conjunto y en particular. Lo curioso es que esta capacidad es grandemente influida por la voluntad (dianoia) y las creencias que cada uno tiene. En el caso de los incrédulos, la Biblia nos dice que su pensamiento ha sido corrompido u oscurecido por el pecado, pues “andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay(Efesios 4:17-18). Al no tomar en cuenta a Dios, las conclusiones o razonamientos que los incrédulos hacen en base a su percepción y visión de la vida están nublados y trastornados por ideas erradas y falsas. “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios” (Romanos 1:21-22). En otras palabras, ellos decidieron limitarse a confiar en sí mismos y a defender sus propios razonamientos y pensamientos, dejando de lado a Dios, de lo cual Salomón advertió: “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de muerte” (Proverbios 16:25). Martin Luther King Jr. explicaba: “la razón por sí sola es poco más que un instrumento para justificar las formas defensivas de pensar del ser humano. La razón, desprovista del poder purificador de la fe, nunca puede liberarse a sí misma de sus propias distorsiones y racionalizaciones“.

Por esto mismo también a los cristianos se nos llama a estar renovando nuestra mente alejándonos de aquellos pensamientos que están basados en nuestra vida pasada: Como está escrito: con respecto a su antigua manera de vivir, despójense del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos, más renuévense en el espíritu de su mente [noos](Efesios 4:22-23). No se conformen a este mundo, más bien la renovación de su entendimiento [noos] de modo que comprueben cual sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Los versículos anteriores dejan en claro que la raíz griega “noos” y sus derivaciones tienen una connotación neutral dependiendo del contexto. Lo que determina si la mente de un individuo está en buenas o malas condiciones dependerá de la clase de pensamientos y percepciones (falsas o verdaderas) que albergue. Necesariamente, los pensamientos de nuestra mente tendrán una relación directa con nuestro entendimiento de la vida en general y nuestra visión del mundo que nos rodea, pero esta mismo entendimiento propio, debe primero sujetarse a la mente de Dios. Los cristianos debemos deshacernos de la carnalidad y adquirir “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16), o aprender a ver el mundo de la forma en que Cristo lo explicó.

Esto, de acuerdo a la Biblia, será un aspecto que va a caracterizar a los verdaderos discípulos o seguidores de Él, quienes tendrán que luchar diariamente por “no apoyarse en su propio entendimiento, sino a reconocer a Dios en todos sus caminos”, para que Él guía de forma correcta sus caminos (Proverbios 3:5-6). En relación a esto, el Apóstol Pablo escribió que “el hombre interior” cuya mente [noos] se deleita en la ley de Dios se opone al hombre carnal, se revela contra la ley de la mente (Romanos 7:22-25). Para vencer, el cristiano deberá luchar por “caminar guiado por la fe y no por la vista(2 Corintios 5:7), porque la forma carnal en que se percibe al mundo se opone a la forma en que Dios explica el mundo.

Ocurrencia de palabras traducidas como “mente”, “la mente”, “en la mente”, o “entendimiento” a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
  • νοός (noos): Ro. 7:23, 12:2, Ef. 4:17, 4:23, Col. 2:18, 2 Tes. 2:2
  • νοῒ (noi): Ro. 7:25, 14:5, 1 Co. 1:10, 14:15, 14:15, 14:19
  • νοῦν (noun): Lc. 24:45, Ro. 1:28, 11:34, 1 Co. 2:16, 2:16, Fi. 4:7, 1 Ti. 6:5, 2 Ti. 3:8, Ap. 13:18
  • νοῦς (nous): 1 Co. 14:14, Ti. 1:15, Ap. 17:9

2.3. Kardia (El corazón, en griego)

Se entiende también que otra parte del alma en la Biblia es llamada el corazón”. Esta palabra proviene del griego “kardia” y equivale al hebreo “leb” y “lebab” (con 583 ocurrencias en el AT). Como se piensa, en efecto, el corazón tiene que ver con nuestros deseos, anhelos, afecciones, aficiones, motivaciones, emociones, sentimientos internos, intereses, gustos, pasiones internas y también convicciones morales. Sin embargo, evidentemente la Biblia no habla del corazón como un órgano físico sino como la parte inmaterial del alma que tiene sentimientos o emociones con voluntad propia. El corazón se relaciona con los propósitos y las intenciones internas que tiene un individuo (Hechos 8:22, 11:23). La mente, en cambio, tiene que ver con la forma en que el individuo explica o trata de entender dichas intenciones.

Lo interesante en este aspecto es que, cuando se habla del corazón humano, generalmente la cultura nos ha hecho pensar de forma romántica y agradable acerca de lo que hay dentro de él, mientras que los racionalistas estrictos hacen pensar que si se depende de “la razón”, se dejan de las emociones del corazón. Pero la Biblia explica el corazón en términos neutrales, explicando, en algunos momentos, que una parte del corazón puede llegar a ser muy dañina, que todos (tanto racionalistas como románticos) pueden tener esas malas intenciones dentro de su corazón, y que también una parte verdaderamente puede llegar a ser muy benéfica. La pregunta es, ¿qué partes?

Sobre el aspecto negativo, la Biblia comienza estableciendo tajantemente que el corazón [hal·lêḇ] del ser humano puede llegar a ser más engañoso que todas las cosas (Jeremías 17:9-10). Esto se hace evidente cuando el hombre se deja llevar por su egocentrismo y egoísmo en esa actitud diabólica de querer que “se haga lo que YO quiero, y no me importan los demás”. Dios mismo, en la primera época de vida de la humanidad, dijo que decidió acortar la longevidad del hombre debido a que el intento o el propósito de su corazón [lêḇ] es malo desde su juventud (Génesis 8:21). Por si fuera poco, la Biblia nos dice que, es precisamente del corazón [kardia] de donde provienen o en donde se originan los pecados que contaminan el alma del hombre. En muchas ocasiones Cristo habló de los “pensamientos del corazón”, muchos de los cuales, son deseos internos con intenciones pecaminosas:

...Porque es de adentro, del corazón de los hombres de donde salen los malos pensamientos: los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, las avaricias, los falsos testimonios, las habladurías, las malicias, los engaños, las lascivias, las envidias, las injurias, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades salen de adentro y son las que contaminan al ser humano...” (Mateo 15:10-20. Marcos 7:14-23)

Santiago también escribió estas malas intenciones relacionándolas con el poder:

¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de vuestras concupiscencias [pasiones o apetitos desordenados de placeres] que combaten en [dentro de] sus miembros? Codiciáis y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra” (Santiago 4:1-2)

La Biblia muestra, pues, que es de dentro de los corazones [kardias] de donde proceden los "dialogismoi" (pensamientos) malos del ser humano (Mateo 15:19; 9:4, Marcos 7:21, Lucas 2:35, 9:47, 24:38, Hechos 8:22). Esto podría llevarnos a pensar que es la voluntad del corazón la que ejerce una fuerza inicial en la mente, y con esto, determina en qué dirección se va a mover la mente. Desde este punto de vista, podríamos comentar, por ejemplo, que la ideología ateísta de los incrédulos se ve motivada por su afán de hacer su propia voluntad y se origina debido a que ellos no le quieren rendir cuentas a Dios y sujetarse a sus mandatos u obedecerle. O, como lo explicaba Pablo, tienen el “entendimiento entenbrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón(Efesios 4:18). Nótese que el entendimiento entenebrecido es expuesto como la consecuencia. ¿Pero cuál es la causa o por qué acaban en un mal entendimiento? Pablo dice: “por la dureza del corazón”. La maldad o el pecado del ser humano tiene un origen en los deseos personales o las intenciones personales.

Nos convencemos de esto porque el Espíritu Santo escribió a través de la pluma de Salomón que con toda diligencia” debemos “guardar nuestro corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (Proverbios 4:23). En otras palabras: se reconoce lo que muchos parecen entender naturalmente: que nuestra forma de vivir resultado de nuestra forma de ver el mundo, pero, a su vez, nuestra forma de ver o explicar el mundo (en la mente), es resultado, en gran parte, de las intenciones o la voluntad que tiene el corazón. Las cosas que queremos de corazón determinan desde un inicio la forma en que vivimos y el ejemplo que enseñamos. Por algo Cristo exclamaba efusivamente que debíamos poner atención a que la actitud de nuestro corazón fuese correcta, porque “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34) y por nuestras palabras seremos justificados o condenados (Mateo 12:37).

No queremos, sin embargo, dar una mala impresión de todo lo que la Biblia dice del corazón. De hecho, el corazón no es innatamente malo (1 Timoteo 4:4-5; Deuteronomio 32:4). La Biblia nunca dice que la intención del corazón del hombre sea mala desde su concepción o desde su nacimiento. Lo creemos porque la Biblia dice que el corazón atento a la obra de Dios puede leer una ley moral que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ella (Efesios 2:10). Porque la Escritura misma muestra que es en los "kardiais" (los corazones) donde Él escribió la ley que da consciencia de lo que es bueno y malo:
Porque cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por instinto los dictados de la ley, ellos, no teniendo la ley, son una ley para sí mismos, ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos (Romanos 2:14-15)
Dios mismo también dijo que Su Palabra estaría cerca de nuestra boca y escrita en nuestra corazón(Deuteronomio 30:14; Romanos 10:8) y también que “Él ha puesto la eternidad en el corazón” de los humanos (Eclesiastés 3:11). De forma innata,Dios puso dentro del corazón humano el deseo original de hacer justicia y rectitud, el deseo de vivir bien, conforme a la ley moral divina. El problema es que los hombres se desviaron de ese propósito y cayeron en pecado por querer seguir caminos que distintos:“He aquí, solamente he hallado esto: que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7:29)

Los hombres, al acallar su consciencia (al no querer seguirla o escucharla) hicieron caso omiso a los buenos anhelos e intenciones que Dios había puesto, y en su lugar, los suplantaron con los suyos. Incluso los materialistas y pecadores más duros terminaron así, “porque no decidieron tomar en cuenta a Dios” (Romanos 1:28). Al principio no eran así, pero no decidieron escuchar su consciencia ni atender a la voz de Dios ni hacer lo que Él había planeado desde el principio, por lo cual, su consciencia fue cauterizada o insensible (1 Timoteo 4:2). Por esto, Dios los entrego a sí mismos o les permitió creer en su propia mente reprobada (Romanos 1:28) y dejaron de escuchar a Dios. Cuando una persona decide no escuchar la consciencia o la ley que Dios le escribió en el corazón, la persona se endurece. El corazón del hombre se endurecerse porque éste decide no tomar en cuenta a Dios ni hacerle caso (Hebreos 3:8, 3:15, 4:7). Cristo llama a la puerta de sus corazones (Apocalipsis 3:20) y como en tiempos antiguos les dice “Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien. Mas ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón, y fueron hacia atrás y no hacia adelante” (Jeremías 7:24). Un corazón que tiene malas intenciones, y que no quiere cambiar, jamás será aceptado por Dios. Al que es duro, Dios le endurece, como al faraón de Egipto, pues Juan el Bautista dijo que Dios esparce a los soberbios en el ‘pensamiento de sus corazones’ [dianoia kardia] (Lucas 1:51).

Dios es el único que examina o “escudriña los corazones” (1 Crónicas 28:19, 1 Tesaloniscenses 2:4). Yo, el SEÑOR, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:10 ). Él es el que está buscando entre toda la humanidad para ver si hay alguien que tenga corazón perfecto para con Él (2 Crónicas 16:9). Él es el que consuela el corazón (Efesios 6:22), lo anima (Colosenses 4:8) y lo fortalece (2 Tesalonicenses 2:17). Pero nos llama a tener un corazón sincero delante de Él (Hechos 2:4, Efesios 6:5, Colosenses 3:22, Hebreos 10:22) y puro (2 Timoteo 2:22) porque aquellos de puro corazón verán a Dios. Cristo también nos recuerda que el que quiera, puede tomar del agua de la vida gratuitamente (Apocalipsis 22:17) y el querer es una cualidad del corazón.

Un corazón puro, un corazón sencillo, se humilla y no guarda malas intenciones hacia nadie ni nada. Como consecuencia, es aceptado por Dios (porque al altivo mira de lejos pero atiende a quienes se hacen humildes de corazón (Salmos 51:17, 138:6). Un corazón como el de David, que pedía así: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Él no buscaba riquezas, agradar al hombre, o engrandecerse personalmente, sino estar con Dios, conocerle a Él y servirle a Él. Su corazón fue suavizado (sensibilizado) porque tenía “oídos para oír” y “ojos para ver” con motivos genuinos. Dios también dice “Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré hallar de ustedes,' declara el SEÑOR, 'y restauraré su bienestar(Jeremías 29:13). Aquel que busca a Dios, tiene el llamado de “abstenerse de las pasiones carnales que combaten contra el alma” (1 Pedro 2:11).

Cristo nos pide que sigamos su ejemplo y seamos humildes de corazón, y así descansaremos en Él (Mt. 11:29). Dios promete darnos un nuevo corazón y escribir sus mandatos en nuestros corazones (Hebreos 8:10, 10:16-17), poner en nuestro corazón el sentir y la alegría de servir (Ezequiel 36:26-28, 2 Corintios 9:7, Fil. 2:3) y conceder las peticiones de los corazones puros: de aquellos que se deleitan en Él (Salmos 37:4), en tanto que sean conforme a Su voluntad (1 Juan 5:14).

Ocurrencia de palabras traducidas como “corazón” o “corazones” a partir de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
  • καρδίας (kardias): Mt. 12:34, 15:18-19, Mc. 3:5, 7:21, 12:30, 12:33, Lc. 1:17, 1:51, 6:45, 6:45, 8:12, 9:47, 10:27, 16:15, Hch. 2:46, 8:22, 8:37, 11:23, 14:17, 15:9, Ro. 2:29, 6:17, 8:27, 10:1, 16:18, 1 Co. 14:25, 2 Co. 2:4, Gá. 4:6, Ef. 1:18, 4:18, 6:5, 6:22, Filip. 4:7, Col. 3:22, 4:8, 1 Tes. 2:4, 3:13, 2 Tes. 2:17, 3:5, 1 Tim. 1:5, 2 Tim. 2:22, Heb. 3:8, 3:15, 4:7, 4:12, 8:10, 10:16, 10:22, St. 4:8, 5:5, 5:8, 1 Pe. 1:22, 3.4, 1 Jn. 3:20, Ap. 2:23, 17:17
2.4. El alma completa: la unión del alma y el corazón

Hemos visto que dentro del alma hay dos partes primordiales que están naturalmente sujetas a la voluntad del individuo: la mente (brevemente definida como el centro de nuestra cosmovisión y percepciones mentales), y el corazón (el centro de nuestros deseos y experiencias emocionales internas). Estas dos partes están ligadas e interactúan mutuamente, a pesar de ser distintas. La experiencia completa del alma se relaciona íntimamente con el concepto de “libre albedrío” y la forma de vivir. Aunque la Biblia no menciona este concepto con ese nombre, las Escrituras sí nos muestran que el ser humano tiene la capacidad o facultad de decidir o elegir de forma independiente o propia (no porque Dios le obligue o fuerce a hacer algo que no quiere hacer), (Deuteronomio 30:15, 30:19, Josué 24:15, 1 Reyes 18:21). Es aquí es donde creemos que el alma ejerce su papel primordial porque el hombre natural está desviado y no es dirigido por Dios.

En la ley de Moisés, Dios declaró: “Guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se parten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tu hijos y a los hijos de tus hijos(Deuteronomio 4:9). El alma desea cosas puede enamorarse o apegarse a una persona (Génesis 34:3; 8), o a Dios (Salmos 63:8), sentir una unión fraternal (1 Samuel 1:1), amar cosas de la vida (Jeremías 12:7), derramarse en oración (1 Samuel 1:15; Salmos 42:4), alegrarse o regocijarse en Dios (Salmos 35:9; Isaías 61:10), alegrarse en el trabajo (Eclesiastés 2:24), dirigir música (Salmos 57:8), clamar a Dios (Salmos 42:1), tener sed de Dios (Salmos 42:2; 143:6; Isaías 26:9; Lamentaciones 3:25), anhelar ardientemente estar con alguien (Salmos 84:2), anhelar hacer algo (Jeremías 22:27), desear (Eclesiastés 6:2), bendecir (Salmos 103:1, 104:1, 104:35), reposar (Salmos 116:7), quebrantarse ante Dios (Salmos 119:20), guardar y estimar testimonios (Salmos 119:167), juramentar (Números 30:30:10), alabar (Salmos 119:175, 146:1), engrandecer a Dios (Lucas 1:46), maravillarse (Salmos 139:14), ser generosa (Proverbios 11:25), tener conocimiento (Proverbios 19:2, 24:14), refrenarse y tener dominio propio (Proverbios 21:23, 22:5), refrescarse (Proverbios 25:25), saciarse de bien (Eclesiastés 6:3), deleitarse (Isaías 55:2),

Nuestra alma (tanto mente como corazón) en general puede llegar a sufrir desánimo o cansancio (Hebreos 12:3), desapegarse o alejarse (Lamentaciones 3:17), y también puede llegar a ser atormentada (Lev. 26:16), puede estar afligida (Núm. 30:13), sentir amargura (1 Samuel 1:10, 2 Reyes 4:27, Job 3:20), sentir mucha ansiedad (Salmos 119:28), entristecerse (Job 14:22; Mateo 26:38), condolerse (Jer. 15:9), afligirse (Job 31:39; 2 Pedro 2:8), angustiarse (Génesis 42:21, Éxodo 23:9), abatirse (Salmos 42:5), agobiarse (Salmos 44:25), añorar el pasado (Miqueas 7:1), menospreciar (Levítico 26:15), abominar (Levítico 26:43), impacientarse (Zacarías 11:8), fastidiarse (Números 21:5), hastiarse (Job 10:1; Salmos 88:3, 123:4), turbarse (Salmos 6:3), tener dolor emocional (1 Samuel 2:33), amar la violencia (Salmos 11:5), amar la idolatría o las abominaciones (Isaías 66:3), desear y estimar cosas vanas (Salmos 24:4; Proverbios 13:4), codiciar (Apocalipsis 18:14), ser injusta (Habacuc 2:4), negarse al consuelo (Salmos 77:2), acallarse (Salmos 131:2), corromperse (Proverbios 6:32), defraudarse (Eclesiastés 4:8), y demás. En tales condiciones nuestro corazón puede sentir opresión, decepción o frustación y nuestra mente confusión, depresión e inseguridad. Job, ya decía en medio de su enfermedad, que “la carne tiene dolores, pero el alma se entristece” (Job 14:22). Todas estas parecen experiencias indeseables, pero son distintas. Mas a veces, una parte se sobrepone a la otra, como también fue escrito: “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?” (Proverbios 18:14). Incluso el alma de un creyente puede ser perturbada por lo que se vive en esta vida (Hechos 14:24), pues la misma alma [psyche] de Cristo estaba turbada o angustiada al ver venir su crucifixión (Juan 12:27, Mateo 28:38). Peor aún, el alma de los humanos puede llegar a adulterar cuando se deja llevar por deseos contrarios a los de Dios (Santiago 4:4).


La buena noticia es que, a pesar de tales circunstancias, los Salmos nos recuerdan que el alma puede ser redimida (1 Reyes 11:29; Salmos 34:22), ser convertida (2 Reyes 23:25, 2 Crónicas 6:38), recibir paz (Salmos 55:18), ser liberada (Salmos 109:31; 143:11), ser saciada (Isaías 58:10), ser satisfecha y alegrada por Dios (Jeremías 31:25), y ser restaurada por la ley de Dios (Salmos 19:7) quien quitará la indecisión de la voluntad y guiará a la persona a la Verdad. Nuestra alma (psyche) en su plenitud puede engrandecer a Dios (Lucas 1:46) y es con todo el corazón, y con toda el alma que Dios nos llama a amarle por encima de todo (Deuteronomio 6:5, 10:12). Cristo enseñó que la forma de hallar descanso para nuestras almas es yendo hacia Él, siguiendo su dirección y aprendiendo a vivir como Él (Mateo 11:29). Por tanto, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden a Él sus almas, como a fiel Creador, haciendo el bien (1 Pedro 5:1). Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22)

3. El espíritu

3.1. Ruaj (El espíritu, en hebreo)

En el Antiguo Testamento, el término hebreo para referirse al “espíritu” de una persona es “ruah” o “ruach” (ר֫וּחַ). Es usado 377 veces en el Antiguo Testamento, pero tiene diversas acepciones y no siempre es usada para expresar lo mismo. En algunas ocasiones es usado en la Biblia para para expresar “aliento de vida” o respiración. 96 veces es usado para referirse al “viento” o “vientos” (físico o material). Pero sobre todo, es traducido 245 veces como “espíritu” (como parte inmaterial de la vida). En diversas ocasiones, “ruaj” es usado para referirse al espíritu, en muchas otras veces, es usado para referirse al Espíritu de Dios. Algunas ocasiones, el término “espíritu” es incluso usado en la misma manera en que el Nuevo Testamento usa el término “alma”, pero en otras, es usado de forma distinta. Es muy difícil establecer una etimología sistemática en vista de las muchas ocasiones en que el término es usado de formas distintas, pero podemos decir que el significado depende de cada contexto o pasaje bíblico para develar sus sentidos.

3.2. Pneuma (El espíritu, en griego)

En el Nuevo Testamento, el término griego “espíritu” /πνεῦμα/ (pneuma) es usado con más observaciones o explicaciones teológicas. La palabra aparece 383 veces, con las formas pneuma, pneumati y pneumatos que ocurren 160, 92 y 90 veces respectivamente. Según el contexto en el que se usa, “pnesuma” puede usarse para hablar del Espíritu de Dios (e.g. Mateo 3:16, 3:20, Marcos 13:11, Lucas 1:35, 4:18, Juan 3:8, 4:24), el espíritu del ser humano (Marcos 14:28), e incluso al espíritu de demonios inmundos (e.g. Mateo 12:43, Marcos 7:25, 9:17). Pero no se usa para referirse a plantas o animales.

En las cartas a los Gálatas y a los Romanos, el Apóstol Pablo usa el término "pneuma" para hablar de un modo de existencia opuesto a la carnalidad. Cristo también dijo que “Dios es Espíritu [Pneuma] y aquellos que le adoran, deben rendirle culto en espíritu y verdad” (Juan 4:23-24). Esta adoración no debe depender del lugar, o la cultura, sino de la espiritualidad o la vida apegada al espíritu. ¿Pero qué ocurre en el espíritu, que es tan necesario apegarse a él?

La Biblia dice que es “El Espíritu [Pneuma] mismo” el que “da testimonio a nuestro espíritu [pneumati] de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). En 1 Juan 5:6 se nos dice queel Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”. En Mateo 26:41, en un contexto de orar y buscar a Dios, Cristo nos dice que aunque la carne es débil, el pneuma del hombre está dispuesto a buscarle. En Juan 6:63, en un contexto de ascensión al cielo, Jesús declaraba a sus discípulos que "el espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida”.

Los versículos anteriores nos llevan a concluir que el espíritu es la parte inmaterial del ser humano cuyo papel esencial es estar en contacto con Dios. En el Nuevo Testamento, cada vez que se habla del pneuma o espíritu humano, casi siempre tiene que ver con conocimiento de Dios y comprensión de las cosas de Dios, las cuales se pueden racionalizar o entender intelectualmente por la mente de los religiosos, pero NO se pueden conocer en verdad personalmente sino sólo por medio del espíritu.

Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios 11. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios 12 Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente, 13 de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales. 14 Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente. 15 En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie. 16 Porque ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE DEL SEÑOR, PARA QUE LE INSTRUYA? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:11-16)

El espíritu es la parte del ser que puede tener una relación o comunión directa con Dios. En el espíritu recibimos entendimiento y luz divina acerca de Su voluntad y de Su reino, por medio de las palabras testificadas de Su Espíritu. Su Espíritu se conecta con nuestro espíritu y nuestro espíritu confiesa que Jesucristo a venido en la carne (1 Juan 4:3). Fue el pneuma divino el que revela a al pneuma de Juan las profecías acerca de las iglesias en los primeros 3 capítulos del libro de Apocalipsis. Asimismo, es el Espíritu de Cristo es el que dio a los profetas la revelación de Él y esta inspiración al espíritu fue siempre recibida en el hombre, no por voluntad humana, sino por voluntad de Dios (1 Pedro 1:11-13; 2 Pedro 1:20-21).

3.3. La muerte espiritual del pecador

A diferencia del cuerpo y del alma, que pueden estar “funcionando” todo el tiempo que estamos en esta vida, el espíritu puede estar vivo en el caso de los creyentes (1 Pedro 3:18), o estar muerto como en el caso de los incrédulos:

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados(Colosenses 2:13)

La Biblia enseña esto muchas ocasiones. Nuestro espíritu, entendido como “pneuma” es considerado “muerto” en el mundo espiritual por por causa del pecado. Esta no es una figura retórica o una imagen simbólica. Es una realidad muy clara en la Escritura. Fue en esa condición de muerte espiritual que Dios advirtió a Adán y a Eva que terminarían si le desobedecían (si pecaban contra Él), mientras el diablo les trataba de convencer de lo contrario:

16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás(Génesis 2:16-17)

1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis…” (Génesis 3:1-4)

Fue en esa condición de muerte espiritual que el hijo pródigo se encontraba mientras pecaba lejos de su Padre:

...porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado” (Lucas 15:24)
...era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado” (Lucas 15:32)

Fue en esa condición de muerte que nosotros como antiguos incrédulos nos encontrábamos antes de ser rescatados por Jesucristo, pues estábamos muertos en nuestros pecados, separados de una vida con Dios y ajenos a las promesas del Espíritu de Dios:

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)… 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:1-12 )

Es en esa condición, que Cristo describe a aquellos en la iglesia de Sardis:

Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.” (Apocalipsis 3:1-13)

Si el Nuevo Testamento describe a los incrédulos o pecadores como “muertos” en el espíritu, es claro que la palabra “espíritu” en este contexto está siendo usada para designar un concepto distinto al de “alma”. Evidentemente los incrédulos siguen teniendo el aliento de vida, siguen vivos en el sentido del “cuerpo” y en el sentido del “alma”, pero están “muertos” a la vida espiritual. No tienen comunión con Dios, no tienen relación con Él alguna, ni conocen a Dios de forma íntima o personal porque no han recibido su testimonio. Conforme indica la teología cristiana, vemos que los incrédulos no tienen viva esta parte de su existencia inmaterial, porque están separados de Dios al ser esclavos del pecado:

4Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; 35y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34)

Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:13-17)
"Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:22)

"De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (Juan 5:25)

“Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí" (Romanos 7:9)

La Biblia explica que en parte la muerte espiritual se debe a que su voluntad se deja llevar por las cosas terrenales o mundanas: tienen una “mente carnal” (Romanos 8:6-7) y esta mente debe ser cambiada, y el espíritu revivido. Nuestra mente por sí misma no puede obtener entendimiento pleno de la mente de Dios, pero si el Espíritu de Dios interviene, entonces Dios abre el entendimiento espiritual y nos da una nueva vida enfocada en el espíritu.

3.4. El nuevo nacimiento espiritual

Cuando empezamos una nueva con Cristo y reconociéndole como Salvador, nuestro espíritu vuelve a vivir y a nacer de de nuevo, no por voluntad humana, sino por la voluntad de Dios (Juan 1:13). El Espíritu vivifica (2 Corintios 3:6). Por esto Cristo dijo que para ver el Reino de los Cielos, debemos nacer de nuevo, pues “aquello que es nacido de la carne, carne es, pero lo nacido del espíritu [pneumatos], espíritu [pneumatos] es” (Juan 3:6).Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente, el postrer Adán, espíritu vivificante(1 Corintios 15:45). Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados(1 Corintios 15:22)

La Biblia señala que una vez que recibimos a Cristo en nuestro espíritu y creemos en Él, nuestro espíritu es despertado a la vida. Podemos empezar a vivir estando continuamente en contacto con el Señor, por medio del testimonio que Él da a nuestro espíritu. A partir de esto, podemos volver a tener la comunión espiritual que el hombre tenía originalmente con Dios, pues Cristo ha roto el velo o la barrera que nos separaba. Recibimos la “mente de Cristo” en el espíritu y nuestro ser (tanto cuerpo, como alma y espíritu) comienza a buscar hacer la voluntad de Dios. Nuestra forma de interpretarlo es así:

aunque erais esclavos del pecado, [en el cuerpo y en el alma] os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que fuisteis entregados; [en el espíritu] 18 y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia. [en cuerpo y alma] 19 Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad [en el cuerpo y la mente carnal], así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación. [en cuerpo, alma y espíritu] 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. 21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte. 22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:17-23).
La Biblia dice que "si alguno está en Cristo, es hecho una nueva criatura; las viejas cosas pasaron, he aquí, todo es hecho nuevo" (2 Corintios 5:17). Aquí, la Biblia habla de volver a nacer nuestro espíritu, que es hecho nuevo instantáneamente en cuanto creemos y recibimos la obra salvadora de Cristo en nuestras vidas. En este nacimiento espiritual, Dios no nos hace vuelve a dar un nuevo cuerpo en la carne, como pensaba Nicodemo. Pero Dios nos da un nuevo nacimiento al abrirnos al Reino de los Cielos y permitirnos ver los cielos abiertos, no con los ojos físicos, sino con un entendimiento y con vida en el espíritu (Juan 1:51). Porque Él dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que escucha [atiende] mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida(Juan 5:24). Y también está escrito: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los prójimos. El que no ama a su prójimo, permanece en muerte (1 Juan 3:14).

14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15)

El recibir la nueva vida en el espíritu, al mismo tiempo implica ser muertos al pecado, ser liberados de su yugo o control (Romanos 6:2, 6:6) e implica que la persona ahora comenzará a hacer la voluntad de Dios. Pero aunque seamos muertos al pecado y seamos levantados a una nueva vida a través de Cristo Jesús, nuestras almas (que albergan los recuerdos de nuestra vida pasada, los pensamientos de nuestro corazón y las ideas de nuestras mentes) aún necesitaremos ser transformados y santificados continuamente por el lavamiento de la Palabra (Efesios 5:26) para comprobar la voluntad de Dios y examinar si nuestra vida terrenal, nuestra mente y nuestro corazón verdaderamente se conforman a la fe que Él quiere que tengamos.

Nuestro espíritu por lo tanto es el que nace totalmente de nuevo en una simiente incorruptible: las intenciones que el espíritu recibe son las intenciones de la voluntad de Dios, pero nuestras mentes (almas y corazón) necesitan seguir siendo progresivamente purificadas y limpiadas (1 Pedro 1:21-23):

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2)

Después de recibir a Cristo como el Señor, es posible que nuestras mentes lleven aún mucho polvo de nuestros estilos de vida pasados, por ello, cuando un pecador se arrepiente, Dios le manda purificar su corazón y limpiar sus obras (Santiago 4:8; Isaías 1:16). El corazón del creyente debe ser circuncidado y su consciencia limpiada por medio de la fe (Hechos 15:9). Él mismo hará el resto, encargándose de lavar su alma entera, limpiando nuestra alma y dándole una renovación total por medio de Su Espíritu, (Tito 3:5, Hebreos 9:14, 1 Juan 1:9, Salmos 51:1-10, Ezequiel 36:25, Jeremías 33:8) gracias al sacrificio que Él hizo y a la sangre que Él derramó. Cristo nos consuela diciéndonos que con nuestra paciencia en la fe ganaremos nuestras almas (psychas) de acuerdo a (Lucas 21:19) porque el Hijo del hombre no vino para perder las almas (psychas) de los hombres, sino para salvarlas (Lucas 21:19).

Y el espíritu que Dios nos ha revivido, sometido al Espíritu de Dios, es el que debe tener prioridad sobre el cuerpo y el alma, cuyos deseos malos deben “hacerse morir” (deben negarse y suprimirse) para vivir la vida de fe:

...Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. 15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. 16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:10-18)

1 Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo : enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4 para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; 7 ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Viviendo según el Espíritu 9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El. 10 Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros. 12 Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne, 13 porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, 17 y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El” (Romanos 8:1-17)

3.5. El alma como intermediaria entre la carne y el espíritu

En algunas partes de sus cartas, el Apóstol Pablo presentó explicaciones ambivalente acerca de la vida humana. Decía en sus epístolas que “si hay un cuerpo natural [soma psychikon], hay también un cuerpo espiritual [soma pneumatikon] (1 Corintios 15:44) y a veces mencionaba alternadamente los conceptos de “cuerpo [somati] y espíritu [pneumati]”, como en 1 Corintios 7:34. Asimismo, cuando escribe que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu(Romanos 8:1) y exhortó a “limpiarnos de toda contaminación de carne [sarkos] y de espíritu [pneumatos]” (2 Corintios 7:1).

No obstante, fue el mismo Apóstol Pablo quien inspirado por el Espíritu Santo escribió los tres versículos clave acerca de la trinidad del hombre (1 Corintios 15:44, 1 Tesalonicenses 5:22 y Hebreos 4:12) y debemos entender en qué sentido usaba la alternancia de ‘carne’ y ‘espíritu’ como términos contrastantes. Partiendo de esto, consideramos que la aparente dualidad de la que habla son dos extremos de apego. En otras palabras, Pablo no estaba definiendo al humano como un ser dual, sino que estaba llamando la atención a dos límites a los cuales se puede someter o apegar nuestra alma.

Mas aún, si nuestra alma es la parte donde radica el ejercicio de nuestra voluntad, podríamos percibir al alma como la parte intermedia o mediadora entre el cuerpo y el espíritu. Si la voluntad de nuestra alma sólo se deja llevar por las cosas que se apegan al cuerpo terrenal, estaríamos volviéndonos carnales y no podríamos agradar a Dios. Pero si la voluntad de nuestra alma se deja guiar por las cosas testificadas por Dios a nuestro espíritu, estaríamos caminando según Cristo como seres espirituales aprenden a seguir la voluntad de Dios. Evidentemente, el testimonio que el Espíritu de Dios va a dar a nuestro espíritu siempre será conforme lo que Él mismo ha revelado en las Escrituras en palabras de Jesucristo, pero aquí lo interesante es que nuestra voluntad tenemos dos opciones: que nuestra alma se apegue a las cosas terrenales, o a las cosas celestiales.

El alma funge como lugar de decisión entre el cuerpo y el espíritu. Es en el alma donde el individuo elige hacer o no hacer una acción. Si nuestra alma pone más atención al espíritu y es receptivo a lo que dicta el Espíritu, la carne será relegada. De igual forma, si nuestra alma pone más atención a los deseos de la carne, el espíritu será relegado. La parte que más alimentemos será la que más preeminencia tendrá. Alimentar nuestro espíritu ayudará a renovar nuestra mente. Pero alimentar nuestra carnalidad hará que se corrompa nuestra mente. La parte que más alimentemos será la que más crecerá. Si la carne le presenta un mal deseo al el alma, el alma que escucha al espíritu se detendrá porque el espíritu indicará al alma que no es correcto delante de Dios. Por ejemplo: supongamos que la carne de un hombre le envía un mensaje a su alma, diciéndole: "quiero fornicar; me gusta cómo se siente, quiero sentir la emoción". El alma receptiva a la ley de Dios escrita en el corazón, escuchará: “no debes fornicar”; y si el alma escucha al espíritu, entonces escuchará: "debes ser fiel ante Dios y ser puro en el matrimonio". Si el alma es atenta a los más mensajes del espíritu, el espíritu del hombre se acrecentará.

De acuerdo con el ejemplo de Cristo, la manera para someter la voluntad del alma a la experiencia del espíritu es por medio de la oración. Cuando Él estaba orando en el huerto de Getsemaní, sabiendo que su tiempo de crucifixión se acercaba, dio muestras de que no quería que su cuerpo físico fuese a la cruz (Mateo 26:39). Sin embargo, pidió que hiciera la voluntad de Dios revelada en el Espíritu, y mandó a sus discípulos a orar más aún, porqueel espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:40).

Conclusión

La doctrina de la Trinidad del hombre nos ayuda a entender qué es el ser humano y cómo está conformado o cómo se percibe en el Reino de Dios. Creemos que ningún creyente tendrá problema reconociendo que el cuerpo es la parte humana externa que vemos por fuera (nuestro exterior) y que hay otra parte invisible interna que mora dentro dentro de nosotros. Pero muchas veces es difícil para la gente distinguir con exactitud entra los conceptos aquí expuestos debido a la gran variedad de referencias bíblicas que deben considerarse para entender el tema de forma consistente.

Dónde y cómo exactamente se encuentra el espíritu en relación con el alma es un enigma teológico con una variedad interpretaciones, y no tenemos la pretensión de resolver este misterio de forma definitiva dado que la Escritura no da mayores especificaciones al respecto. Reconocemos que no todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo con la interpretación que hemos dado, pero al mismo tiempo recordamos que muchos teólogos sí concuerdan en que, en base al estudio de los versículos que hemos citado, la conclusión más viable es inclinarse a la hipótesis de la Trinidad del hombre que sintentizamos de la siguiente manera:

Cuerpo
Alma
Espíritu
Mente
Corazón
Compuesto material
    Esencia inmaterial
Esencia divina
  • Apariencia
  • Aspectos físicos
  • Cansancio
  • Carne, sangre y huesos
  • Cinco sentidos
  • Comodidad terrenal
  • Cosas temporales
  • Coyonturas y tuétanos
  • Cuerpo visible
  • Debilidad
  • Dolor físico
  • Enfermedad física
  • Experiencias corporales
  • Experiencias sensoriales
  • Funciones fisiológicas
  • Genética
  • Habilidades físicas
  • Impulsos físicos
  • Instintos corporales
  • Materia física
  • Miembros del cuerpo
  • Moléculas y átomos
  • Necesidades básicas
  • Organismo viviente
  • Órganos biológicos
  • Pensamientos carnales
  • Placer físico
  • Relación con el ambiente
  • Salud física
  • Sensaciones físicas
  • Síntomas
  • Sistema autónomo
  • Sistemas orgánicos
  • Tabernáculo terrenal
  • Tejidos celulares
  • Templo de Dios
  • Tensión
  • Adoración de Dios
  • Amor agape
  • Comunión con Dios
  • Conexión con Dios
  • Confianza en Dios
  • Conocimiento de Dios
  • Consciencia de Dios
  • Dirección de Dios
  • Discernimiento
  • Dones espirituales
  • Entendimiento espiritual
  • Esperanza eterna
  • Fe en Dios
  • Fuerza espiritual
  • Firmeza espiritual
  • Frutos del Espíritu
  • Gratitud a Dios
  • Guía de Dios
  • Hambre y sed de justicia
  • Inspiración divina
  • Justicia de Dios
  • Ojos espirituales
  • Oídos espirituales
  • Oración
  • Palabras espirituales
  • Pensamientos de Dios
  • Pensamientos espirituales
  • Reino de Dios
  • Relación con Dios
  • Revelación espiritual
  • Sabiduría de Dios
  • Salvación
  • Testimonio de Dios
  • Vida nueva en Cristo
  • Voluntad de Dios
  • Auto-consciencia
  • Cognición
  • Comodidad
  • Confusión
  • Consciencia moral
  • Concepciones
  • Conocimiento
  • Convicciones morales
  • Cosmovisión
  • Creencias
  • Criterio
  • Duda
  • Entendimiento
  • Estrés
  • Estudio
  • Forma de pensar
  • Ideas en conjunto
  • Ideología
  • Ignorancia
  • Imaginación
  • Intelecto
  • Interpretación
  • Inseguridad
  • Lenguaje mental
  • Memoria
  • Nociones
  • Obsesión
  • Opiniones
  • Pensamientos intelectuales
  • Percepción
  • Raciocinio
  • Seguridad
  • Subconsciente
  • Visión del mundo
  • Afecciones
  • Aficiones
  • Ambiciones
  • Amor romántico
  • Amor filial
  • Angustia
  • Anhelos
  • Ánimo
  • Ansiedad
  • Auto-control
  • Carácter
  • Forma de actuar
  • Culpa (real o ficticia)
  • Depresión
  • Deseos
  • Emociones
  • Frustración
  • Fuerza de voluntad
  • Gustos personales
  • Identidad
  • Inestabilidad emocional
  • Intenciones
  • Intereses
  • Ley moral escrita
  • Libre albedrío
  • Miedo
  • Motivaciones
  • Orgullo
  • Pasiones internas
  • Pensamientos voluntarios
  • Personalidad
  • Preferencias
  • Presión social
  • Razones
  • Reacciones
  • Sentimientos personales
  • Sentir interno
  • Toma de elecciones
  • Valores
  • Voluntad individual

Creemos que es necesario orar y pedir mayor entendimiento a Dios sobre este tema y que Dios mismo lo puede clarificar o confirmar a cada persona a través de la oración. Es imposible para nosotros establecer con absoluta certeza los detalles de misterios espirituales que no se explican a detalle en las Escrituras, pero pensamos que hay la suficiente información para confirmar la Trinidad del hombre de la forma en la que la hemos estudiado.

Afirmamos también que éstas son tres partes particulares de una vida humana que conforman en su conjunto una unidad o unicidad del propio ser y pensamos que el argumento final y máximo para creer en la Trinidad del hombre lo hallamos en el hecho de que hemos sido creados a semejanza de Dios. Si sabemos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo (una Trinidad o un sólo Ser conformado por tres partes que se manifiestan de tres formas particulares pero inseparables e íntimamente conectadas entre sí) concluimos que el ser humano también lo es.

1Thomas N. Finger, 2010. A Contemporary Anabaptist Theology: Biblical, Historical, Constructive. InterVarsity Press. p. 507
2 Para la ocurrencia completa de estos versículos véase la concordancia “Englishman’s Concordance: Strong’s Hebrew”.

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