miércoles, 11 de agosto de 2021

¡Podemos expresar nuestras emociones ante Dios!

Leyendo mensajes de un grupo de WhatsApp surgió el tema de las emociones y Dios. Comentaba, una hermana querida que ella solía llorar mucho durante la oración, hasta que se le dijo que no expresara tanto sus emociones, que se enfocara en la obediencia y no expresara tanto sus angustias cuando estuviera orando. La idea es que estaba exagerando.

Alguien discrepó sintiendo que su comentario se sentía legalista. Pero surgió un tema legítimo. La expresión de nuestras emociones y nuestros sentimientos ante Dios. ¿Será que Dios quiere que escondamos o reprimamos nuestras emociones cuando estamos orando? ¿o será que Dios quiere las expresemos? ¿será que hay una manera "correcta" o "incorrecta" de expresarlas?

Habiendo sido parte de iglesias de distintas denominaciones, la verdad es que este es un tema del que se tiene que hablar.  A veces se habla, pero a veces se regaña y se legaliza. Cuando estaba con los bautistas, se nos enseñaba a no expresar tanto nuestras emociones, y se veían con malos ojos a quienes lo hacían; (los comentarios negativos lo daban a conocer). Por otro lado, cuando estaba con los pentecostales, empecé a escuchar gente que animaba a todos a expresar ciertas emociones, aunque no les naciera o no lo sintieran, y se veía con malos ojos a quienes no lo hacían.

Hermanitos, la Palabra de Dios nos guía mucho respecto a esto y primeramente nos llama al amor, y a ser genuinos. Algo que nos muestra la Biblia es que cada uno de nosotros puede pasar por un proceso distinto a veces y por distintos momentos (Eclesiastés 3). ¿O acaso no han leído que todo tiene su tiempo?

"Tiempo de llorar

y tiempo de reír,

tiempo de hacer duelo

y tiempo de bailar,

5 tiempo de esparcir piedras

y tiempo de juntarlas,

tiempo de abrazar

y tiempo de abstenerse de abrazar,

6 tiempo de buscar

y tiempo de perder,

tiempo de guardar

y tiempo de tirar,

7 tiempo de rasgar

y tiempo de coser,

tiempo de callar

y tiempo de hablar,

8 tiempo de amar

y tiempo de aborrecer,

tiempo de guerra,

y tiempo de paz".

Cuando por primera vez me acerqué a una iglesia cristiana, me encantó la atmósfera de adoración, y la emoción de adorar a Dios sin idolatría, de forma genuina. Pero luego empecé a notar que siempre se animaba a que todos mostraran un júbilo y una adoración con gozo y con alegría, cuando yo en la Biblia leía del afligido Job y de otros profetas angustiosos. No conocía a Dios ni conocía su Palabra.

Comencé a buscar a Dios mucho más en serio, y seguí el consejo de pastores que me hablaron por primera vez del Evangelio con arrepentimiento, y ellos me hablaban de expresar angustia, una especie de oración "dolorosa" que mostrara que estaba compungido por el pecado. Así que oré por mucho tiempo pensando que el estado normal de la oración era  con angustia. Y aunque Dios me guiaba y me sostenía, ahora entiendo que lo mejor hubiera sido que me enseñaran a que el arma de la oración es, "sobre todo, tomando el escudo de la fe" (Efesios 6:16), cosa que Jesucristo mismo también nos enseñó (Mt. 17:20, 21:22, Mc. 9:23, 11:22, 11:24, Lc. 1:37, 8:50, Jn.14:12-14). 

Cuando yo me arrepentí, y confesé a Dios mis pecados, pidiéndole perdón, yo viví lo que manda la Biblia a los pecadores de doble ánimo que se acercan a Dios, orando en aflicción, lamento y lloro (Santiago 4:8). Puse mi fe en Cristo y su obra suficiente y perfecta en la cruz, y fue por gracia por medio de la fe que Dios me dio esa noche una paz que en verdad sobrepasa todo entendimiento. Sentí una paz que es literalmente como Él dijo: fuera de este mundo. Supe incluso que podría morir esa noche y estar en paz; ya no tendría miedo de morir, porque sabía que estaría con Dios: ¡Cristo ya había pagado todos mis pecados y me había limpiado! ¡Aleluya!

Sin embargo, después de un tiempo, yo iba en oración a Dios y quería seguir angustiado y llorando, pero ya no me salían las lágrimas. Pensé que algo malo habría con eso. Y uno empieza a escuchar las voces de la religión: de qué aquellos que no estén agonizando en oración quizá se han vuelto demasiado tibios o quizá han perdido la pasión y el amor. 

Dios conoce los corazones de cada uno. Aunque es el caso de algunos, que están entonces llamados a regresar a su primer amor, la Palabra del Señor también nos recuerda que Él convierte nuestro llanto en alegría, y nuestro lamento en baile. Por lo tanto, no siempre uno se va a sentir igual, ni tampoco debe imponer a los demás a que todos tengan la misma experiencia en la iglesia. ¡Al contrario! La Biblia enseña que uno debe empatizar con el sentimiento del otro, ante Dios y con Dios (Ro.12:15). 

Pero cuando estamos a sólas en oración a Dios, se trata de ser genuinos. Nadie me ve cuando estoy en mi lugar secreto: es sólo Dios y yo, se trata de ser abierto, franco, y honesto ante mi Padre. A Dios no le gusta la hipocresía (no se trata de poner otra cara distinta a la que tenemos). 

Obviamente, que Él nos pide el requisito mínimo de respeto o reverencia, y humildad. Pero Dios no desprecia al corazón contrito y humillado (Sal. 51:17). Al único que mira desde lejos es al altivo, al arrogante (Sal. 138:6). Pero los que son pobres en espiritu, los que reconocen su autosuficiencia ante Dios, ven el reino de Dios (Mt. 5:3).

Por lo tanto, no es sabio que comparemos nuestra propia experiencia con la de otros (2 Cor. 10:12) porque cada uno de nostros puede estar en un tiempo distinto o en un proceso distinto, y hay dos versículos que nos abren los ojos respecto a este tema:

Salmo 55:22, "Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo".

1 Pedro 5:7, "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros".

Comparto esto porque precisamente era el tema del debate. Pero ante nuestro Padre nosotros debemos tener la fe de que podemos expresar abiertamente y con humildad y respeto todo nuestro pesar y nuestras emociones, todos nuestros sentimientos necesitan exponerse a su luz: sean sentimientos de culpa, ansiedad, insatisfacción, miedos, disgustos, descontentos. Dios puede ayudarnos a sobrellevar todo esto, si lo llevamos a los pies de Cristo.

Otro tabú entre los cristianos son los miedos, las dudas, las inseguridades, falta de esperanza. ¿Nos prohibe Dios hablar de esto ante Él? No. La fe no significa que esos pensamientos no pasen por la cabeza, porque todos los hombres somostentados en algún u otro momento. La fe es la convicción de las cosas que no se ven; significa que aunque esos pensamientos se sugieran aquí o allá en este mundo, yo decido no retenerlos, decido no aceptarlos, decido no creerlos, decido no entregarme a ellos, no los creo, aunque me estén tocando la puerta o rondando por aquí o por allá, estos serán derrumban con los argumentos de la verdad: de la Palabra, y haré que mis pensamiento se sujeten a la verdad de Cristo. 

La Biblia en inglés dice, "Cast all your worries", "Cast all your anxiety... upon Him". En español dice "ECHAR sobre Él", y el verbo aquí "echar" o "cast", significa hacer que algo aparezca, traerlo a la superficie, exponerlo desde la oscuridad a la luz. Es exactamente lo contrario que reprimir.

¿Se enoja acaso un Padre cuando su hijo le confiesa sus miedos y va llorando hacia Él? Hermanos, ¡no seamos legalistas! ¡Él es el único que de hecho nos puede comprender y escuchar y entender lo que sentimos plenamente! ¡Él es el único que puede recibirnos tal y como somos, aún con lo que hemos hecho o dicho, aún con nuestras deudas, faltas, o equivocaciones! Dios conoce nuestros corazones. Por supuesto que el que se hace orgulloso y el que se cree muy justo o sabiondo, el que activamente le rechaza en incredulidad, no está actuando de forma acepta o agradable ante Dios.

Pero recordemos que Él es el único que nos acepta como somos y con las cosas negativas que sentimos: si vamos a Él en sinceridad y humildad, Él no nos echa fuera, porque a todo aquél que viene a Él, el Padre le ha enviado, y todo aquél que invoque su nombre será salvado. Recordemos que en donde está el Espíritu de Dios hay libertad: libertad de expresarse, y libertad verdadera, no esclavitud, ni espíritu de miedo (1 Juan 4:18; 2 Timoteo 1:7). A. W. Tozer, señalaba en su libro "And He Dwelt Among Us" una verdad fundamental: Dios conoce lo peor de ti, y aún así, te ama mucho más que todos los demás.

Hagamos como Ana, que derramaba su corazón ante el Señor expresando todo lo que sentía (con su vergüenza, burla y humillación) y no lo callaba: ella expresó lo que le incomodaba sobre su situación. Si se sienten avergonzados, exprésenlo ante Dios. Si se sienten sumamente felices, exprésenlo a Dios. No conozco un sólo Salmo que hable de reprimir nuestra emoción. Por su puesto que hay momentos, lugares, en los que se nos da el consejo de no hablar apresuradamente delante de Dios para escuchar (Ecl.5:2); e incluso hay momentos de incluso estar quietos ante el Señor y reconocer que Él es Dios (Salmos 46:10). Pero hay momentos en los que es tiempo de correr hacia Él en nuestro lugar secreto de oración. "Torre fuerte es el nombre del SEÑOR; a él correrá el justo, y será levantado" (Proverbios 18:10).

Es importante escuchar lo que Dios te dice a ti personalmente, y actuar, pero no legalizarlo. Si el Señor te muestra algo específico acerca de tu situación, es necesario atender, y actuar con fe. Como Moisés, que aunque era un hombre de noches y días de oración, que había pasado tiempo clamando y tiempo en oración, llegó un punto en que el pueblo perseguido tuvo miedo, y estando frente al mar rojo, ya no sabía cómo salir, así que Moisés se arrodilló a clamar a Dios, pero Dios le dijo: "¿Por qué clamas a mí? · Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo" (Éxodo 14:16), como diciendo: ¡hijo, ya clamaste, ya te hice una promesa, ¡ahora actúa! Eso es muy específico de Dios en algunos casos, pero no generalizemos.

No escondan sus emociones ante el Señor, no escondan su dolor, su sentimiento de culpa, su tristeza, dolor, su aflicción, su confusión, sus preguntas, si es que las tienen. El gozo del Señor es un fruto que el Espíritu Santo promete darnos, pero Cristo también nos dijo que en este mundo tendríamos tribulación, aflicción, problemas, y hasta tropiezos. Pero cuando vengan, expónganlos ante la luz del Señor; no seamos como Adán y Eva que escondían su vergüenza detrás de hojas de higuera. Esconder tu ansiedad o esconder tus inquietudes ante el Señor no es conveniente, te aflige psicológicamente y hasta puede desvocar en dolor físico. 

No estamos para agradar a las personas, pretender o ponernos una máscara de perfección y pretender que estamos sintiendo todo lo bueno cuando no es cierto. A Dios le gusta la franqueza y la honestidad mucho más que la hipocresía. Dios ve con desagrado la hipocresía. Así que no nos guardemos piedras en el zapato que luego se conviertan en lozas sobre nuestras espaldas.

¿Le esconde la novia, a su novio, lo que le inquieta, si le ama? Hay veces que debemos ser muy honestos y francos ante el Señor y derramar nuestros corazones ante a Él. Como David, quien era conforme al corazón de Dios, y expresaba abiertamente sus angustias y sus inquietudes ante el Señor, cosa clara a través de los Salmos; mas con danza y júbilo tremendo cuando era tiempo de alabarle y lo sentía con honestidad. Recuerden a Jeremías, que llamaban el profeta chillón, o como Job que en medio de desgracias no tuvo cuidado de reprimir su tristeza y expresarse ante Dios:

“Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma” (Job 7:11).

Pero, sobre todo, sigamos el ejemplo de Jesús, que enfrentando la gran dificultad que venía sobre Él, no se retuvo de expresar su aflicción, su tristeza, ante sus hermanos y ante el Padre en el jardín o huerto de Getsemaní (Mateo 26:36-41). ¿Saben que Cristo nos ha dado ejemplo? Y piensen que a veces Él ni si quiera reprimía lo que le molestaba, como cuando se ponía en contra de la hipocresía de los escribas y fariseos, o la mercadería en el templo. Él mismo nos dijo que si tu hermano está pecando contra ti, lo hables primero a solas (Mt.18:15). 

No les estoy llamando a sacar su ira ante los hombres. "Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios" (Santiago 1:20); la ira de Cristo era divina, era justa, y Él era Señor del templo donde dio de azotes. Sin embargo se nos dice que si nos enfadamos, no pequemos, y no dejemos que el sentimiento se mantenga allí (Ef.4:26). Hay que sacarlo, hay que expresarlo ante Dios. Él mismo expresaba su sentir. Llegó a decir, "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?" (Mt. 17:17)

Lo que digo es que ante Dios, no escondamos nuestras dolencias. Hay cosas que nos han molestado, no fácilmente, sino por mucho tiempo, sobre el mundo, sobre lo que cada quien sabe, o sobre lo que solo Dios sabe. La Biblia nos dice, "Si  alguno de ustedes está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas." (St. 5:13). 

A veces esto es lo opuesto a lo que te ha enseñado la costumbre. Hemos aprendido, erróneamente, a que si estamos afligidos, nos ponemos una cara bonita, una máscara y aparentamos que nos sentimos bien... y eso no está bien. No queremos que en algún momento explota la olla de presión. Y, por otro lado, a veces estamos contentos, y nos lo callamos, u otros nos dicen que nos callemos, que no seamos tan efusivos, que no lo expresemos... y eso tampoco está bien. Hasta David cantaba y danzaba con sumo gozo para Dios, aunque eso fuera en la opinión del mundo una forma de rebajarse o no comportarse con la dignidad de un rey. ¿Y quién determina si se está exagerando o no? El hombre ve la apareincia pero Dios ve el corazon (1 Samuel 16:7)

Si tú arrepentido has recibido a Cristo; si tú haz creído en la obra de su perfecto sacrifico en la cruz como la obra suficiente para salvarte de tus pecados, Dios está contigo y ¿quién estará en contra de ti? Todos los que fuimos bautizados en Él por Él recibimos el Espírtu Santo en nuestra vida, y su Espíritu es el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos. Su Espíritu Santo tiene poder: por favor, no se escondan ante sus gigantes emocionales, mas enfréntelos con la fe de que Él los va a derrumbar.

Dios es el único refugio en donde podemos expresar lo que sentimos plenamente y Él puede quitar lo que sea negativo o lo que no sea conveniente. Pero dejémos nuestras inquietudes en el lugar más seguro. Él es el refugio más seguro. 

Salmo 34:18 dice: "El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado".

Filipenses 4:6: "Por nada estéis afanosos; antes bien, en TODO, mediante oración y SÚPLICA con acción de gracias, SEAN DADAS A CONOCER vuestras peticiones delante de Dios". No las escondamos.

Mateo 11:28: "Vengan a mí TODOS ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso". 

1 Corintios 1:27-28: "sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios". 

2 Corintios 12:10: "Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".

Dios nos hizo con emociones por algo. ¿O acaso no han leído que el mismo que nos hizo de un cuerpo, y espíritu, nos dio un alma? El hombre es una trinidad y aunque hay emociones pecaminosas, el dejarse llevar por la carnalidad, por otra parte existen las luchas y las batallas emocionales contra esas luchas. Una cosa es dejarse llevar por el gigante o ponerse del lado del gigante, y otra cosa es enfrentar de frente al gigante, con el escudo de la fe, con la armadura de Dios, con la guía perfecta del Espíritu Santo. Son dos cosas diametralmente opuestas.

Como se ha dicho en un estudio de gotquestions.org, es necesario diferenciar las emociones de las acciones. "Todos sentimos emociones. Hay momentos en los que sentimos tristeza, dolor, frustración, emoción, alegría [y molestia]. Estos sentimientos son naturales y no son pecaminosos en sí mismos. Lo que puede ser pecaminoso es cómo actuamos con esas emociones. Las emociones son internas y no se dirigen contra las personas. La acción es externa y puede dirigirse positiva o negativamente hacia los demás". 

La Palabra nos dice que "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas;" (Ga.5:19-21). Esas son cosas que desagradan a nuestro Dios.

Pero así como Dios siente emociones, nosotros estamos hechos a su imagen y semejanza. A través de las Escrituras vemos que Dios siente gozo, tristeza, disgusto, abominación, molestia, e incluso una ira santa, en distintas situaciones. Los seres humanos sentimos cosas que Dios tampoco siente: miedo, angustia, ansiedad, sorpresa, nerviosismo, sentimiento de culpa, vergüenza, etc. Son el resultado de la caída, del pecado en el mundo, pero la buena noticia es que Dios lo quita y nos da fe y victoria por la sangre del cordero y su testimonio.

Cristo llevó todo mal en la cruz, Él era Dios y se hizo hombre, así que no tenemos a un Sumo Sacerdote que no se compadezca de nuestras debilidades ni nos comprenda, mas por el contrario: tenemos a un Señor y Salvador que en todo fue tentado como nosotros, aunque Él nunca pecó. Su sacrifico santo y perfecto, hecho por amor, cubre nuestras vergüenzas.

Ahora, la cuestión es tener la guía del Espíritu Santo que da el dominio propio, para expresar con libertad nuestro gozo, para controlar nuestras emociones, y para dejar nuestras aflicciones a los pies de Cristo. Pero recuerden que el mandato de Dios es amar a Dios con TODO nuestro corazón, con TODA nuestra alma, con TODO entendimiento, con TODA nuestra mente y TODAS nuestras fuerzas (Marcos 12:30 ). La Palabra TODO implica INCLUYENDO TUS EMOCIONES, sin reprimir aquellas que son agradables para Dios. 

El alma es la parte del ser humano que comprende la mente y el corazón. El corazón tiene que ver con nuestros deseos, anhelos, afecciones, aficiones, motivaciones, emociones, sentimientos internos, intereses, gustos, pasiones internas y también convicciones morales. Sin embargo, evidentemente la Biblia no habla del corazón como un órgano físico sino como la parte inmaterial del alma que tiene sentimientos o emociones con voluntad propia. El corazón se relaciona con los propósitos y las intenciones internas que tiene un individuo (Hechos 8:22, 11:23). La mente, en cambio, tiene que ver con la forma en que el individuo tiene una explicación o trata de entender dichas intenciones: la forma de ver la vida y el mundo.

La Palabra de Dios dice en Gálatas 5:22-23: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley". Y estos frutos del Espíritu sí o sí están relacionados, no solamente con una decisión y una creencia, sino también a una emoción a la que el Espíritu nos guía. 

Así pues, dejemos que Dios nos guíe en esta expresión de nuestras emociones, sanamente, con amor, con respeto y con humildad, pero con libertad; y que todo dentro de nosotros sea expuesto ante su luz en nuestras vidas, para que la luz de su Espíritu, por la gracia que Él nos concede, ilumine nuestras almas por la obra continua de Cristo y su poder en nuestras vidas. 

Somos "indignos", pero no "inservibles": Valemos mucho ante Dios


¿Cómo te percibes cuando llegas a fallar de alguna forma, o cuando alguien te llega a fallar? Esto es lo que le preguntaba a un hermana recientemente, y me daba cuenta de que ha sentido lo mismo que yo. Y es que, cuán cierto es que nuestra interpretación teológica ha confundido dos palabras que tristemente se han convertido en una sóla. 

"Cuando llego a fallar, siento que no tengo valor; [...] 

Cuando alguien me llega a fallar, que puede ser porque sea culpa mía". 

Todos los seres humanos hemos tenido sentimiento de culpa, y a menudo, en la religión, lo hemos "sustentado" porque hemos confundido lo que significa ser "indigno" con ser una persona "sin valor"

Estas ideas se agudizan aún más si han sido una persona como yo lo he sido por mucho tiempo: legalista, ultraperfeccionista, escrupoloso, meticuloso, sumamente autocrítico... o simplemente muy juzgado por otros, o las dos cosas.

Esta reflexión citada en itálicas es de Dale Fincher y fue publicada en un artículo del sitio margmowczko.com para recordarnos que estamos hablando de dos conceptos que no significan lo mismo. Pero si los unimos entre sí, es fácil caer en el engaño de que nuestra indignidad significa ausencia de valor, y no es así.

Un adolescente me dijo lo despreciable que se sentía. "Soy un pecador", enfatizaba; y ser un pecador para él significaba no tener valor. Juntó las dos cosas, pensando que una mala elección conducía a un alma repulsiva.

“No”, respondí, “no eres despreciable. Ser pecador no te hace inservible".

Lo que este joven había escuchado la mayor parte de su vida en la iglesia es que ser pecador te hace indigno de tener una amistad con Dios, indigno de heredar las promesas de Dios de paz, gozo y vida eterna. Eso es cierto. Pero alguien le habia puesto la idea de que que no somos más que gusanos inservibles. Indigno significaba despreciable para él.

"Indigno" es no cumplir con los requisitos, no merecer algo alto. Si alguien engaña a su empleador, no merece un aumento. Si alguien no estudia para un examen, no merece una calificación alta. Si olvida el cumpleaños de su hijo, no se merece un niño feliz que finja que nada pasó.

No eres digno de recompensa cuando no haces lo que es digno de recompensa. No puedes merecer el título ganador en el Maratón de Boston, si llegas en último lugar. No mereces que Dios te recompense cuando, a través del pecado, no has hecho nada para merecer esa recompensa.

Eso es lo que significa ser indigno. Tus méritos se quedan cortos a la gloria de Dios. Eres indigno de ser honrado (Romanos 4: 4).

Sin embargo, ser "sin valor" es muy diferente. Si bien, ser indigno tiene que ver con nuestros méritos, ser inservible tiene que ver con nuestro valor. Si perdió el Maratón de Boston, está tan lleno de valor como la persona que ganó. Si olvidó el cumpleaños de su hijo, no es menos valioso que el padre que lo recordó con semanas de anticipación y alquiló un elefante para la ocasión.

La distancia entre indigno de mérito y el valor de algo inservivble es la distancia entre el este y el oeste.

Jesús vino por los pecadores y enfermos, por las ovejas perdidas.

Pero Jesús no vino por gente sin valor. Vino por gente indigna.

Jesús vino por personas que son valiosos. Su venida nos demuestra que somos valiosos.

Jesús no vino a avergonzar a pecadores, sino a salvar a pecadores - Reinhard Bonnke

Nuestro valor, más preciado que el valor de oro fino, se pensó haberse ennegrecido por nuestro pecado (Lam.4:1-2), pero Jesús, reconociendo que los humanos somos malos, nos señalaba que si incluso así sabemos darles cosas buenas a nuestros pequeños, ¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos hará por nosotros? (Mateo 7:11, Lc. 11:13). 

Él vino y nos recordó que nosotros tenemos mucho más valor que las aves del cielo (Mt. 6:26, 10:31), que Su amor es el más grande al haber dado su vida por sus amigos (que sí, eran malos, e indignos, pero no sin valor) (Jn.15:13). Porque “Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). 

Como señalaba  Reinhard Bonnke, "Jesús no vino a avergonzar a pecadores, sino a salvar a pecadores". Es más, si tú hubieras sido la única persona por la cual venir a morir en la cruz, Él aún así habría dejado a todas las demás ovejas del reino para venir al rescate de una sola (Lucas 15:1-7). Él nos compara a una perla de gran precio, escondida bajo la tierra, por la cual Él da todo lo que tiene para quedarse con ella (Mateo 13:45-46). 

No es que el perdón de Jesús no haga valiosos de repente, como si de repente alguien deseara una colección de lombrices. No. El perdón de Jesús nos hace acreedores de la recompensa de conocer a Dios. Su perdón sacó el auto clásico del garaje abandonado para encender su motor y pintar de nuevo sus paredes blancas. A esto se refiere la Escritura quiere decir con la "gracia". Su perdón nos recuerda, una y otra vez, que somos valiosos, aunque nuestros méritos se queden cortos.

Después de todo, eres un ser humano. Los humanos no pueden darse valor a sí mismos. Los seres humanos se hicieron valiosos desde el principio, sin nuestra consulta, nos guste o no (Gn. 1:27).

Dios nos creó a su imagen y semejanza, y nos puso por encima de todas las criaturas del mar, del cielo y de la tierra. Fuimos hechos como la obra maestra de Dios (Efesios 2:10-12) El rey David lo sabía. Fuimos hechos "un poco menor que los ángeles" y coronoados de gloria y majestad (Salmos 8:4-6).

"Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. 14Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra" (Salmo 139:13-15).

Un popular escritor cristiano me respondió una vez de forma negativa aerca de esto; él creía que Jesús nos hizo valiosos en la Cruz. Dijo que hoy estamos preocupados por el valor de las cosas porque estamos demasiado preocupados por la economía.

Lo que pasó por alto es que la Escritura afirma nuestro valor mucho antes de reconocer nuestros méritos. La creación vino antes de la Cruz. Fuimos hechos valiosos en el Edén antes de cualquier tentación de pensar de otra manera, y Dios hizo un plan para rescatarnos incluso antes de la Ley y los sacrificios.

Creo que ese escritor había olvidad la vieja frase de la escuela dominical: "Yo sé que soy alguien, porque Dios no hace basura". Indigno, para él, se convirtió en porquería inservible.

Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo y perder su alma?" Jesús mismo hizo una metáfora económica sobre nuestro valor (Marcos 8:36). Nuestro valor vale más que todos nuestros méritos, vale más que todo el mundo.

Entonces, ¿Se acerca Dios a nosotros porque hayamos hecho cosas buenas, obligando a Dios a prestarnos atención? No. No podemos obligar a Dios a través de ninguna cosa que hagamos. ¿Se acerca Dios a nosotros porque ama a los valiosos seres humanos que ha creado, ofreciéndose a sí mismo a su creación? Absolutamente.

Permítanme decirlo de nuevo, aunque pueda parecer inusual para algunos oídos: nunca podremos obligar a Dios a salvarnos. Sino que Él se ofreció a sí mismo para salvar a su valiosa creación.

Somos indignos, pero no somos inservibles. Somos valiosos y amados, sin importar lo que hagamos (Rom. 5:8). Dios ama lo valioso y nos enseña a vernos a unos a otros más allá de lo que merecemos. ¿Ves ese vagabundo o ese dueño de casa, ese hombre divorciado o esa mujer promiscua, ese pastor orgulloso o ese adolescente adicto? Sus acciones pueden no ser dignas de atención, pero son lo suficientemente valiosas como para amarle, indignos pero no sin valor. También llevan la imagen de Dios.

El psicólogo Jordan Peterson tuvo un sueño en el que todos se arrodillaban ante Cristo, y a través de esto pudo reflexionar que esto es una "necesidad psicológica" en nuestra existencia. "La respuesta judeocristiana a esto es, porque tienes una chispa de divinidad dentro de ti y esa divinidad es un reflejo de este Bien que trasciende, y es obligatorio para mí reconocer eso en ti y viceversa, si vamos a habitar el mismo territorio sin caos, en paz y con el capacidad de cooperar". 

La Biblia dice: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto" (1 Juan 4:20). Todos llevamos la misma sustancia de vida en nuestras venas, "De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra" (Hch.17:6). Todos somos bendecidos por nuestro Padre (Mt.5:45). Dios no hace acepción de personas, aunque la gente sí.

En su sermón sobre "La respuesta a una pregunta inquietante"Martin Luther King Jr. también señalaba que el poder entender esto es clave para poder amar y sentirnos amados:

"Aunque estaba en lo correcto al afirmar la pecaminosidad de la naturaleza humana, y la incapacidad del hombre de salvarse a sí mismo, la Reforma [Protestante] erróneamente se fue al extremo de creer que la imagen de Dios había sido completamente borrada del hombre. Esto condujo a la doctrina calvinista de la total depravación del hombre [...]. 

A largo de la Biblia, Dios no es presentado como un zar omnipotente que tome todas las decisiones por súbditos, ni tampoco como un tirano cósmico que use métodos como los de la gestapo para invadir la vidas interiores del hombre. Más bien, Él es presentado como un Padre amoroso que siempre permanece dispuesto a dar bendiciones tan excedentemente abundantes a sus hijos que aceptan voluntariamente. Siempre está claro que el hombre debe hacer algo. “Ponte de pie”, le dice Dios a Ezequiel, “para que yo te hable.” 
El hombre no es un inválido imposibilitado que haya sido abandonado en un valle de total depravación hasta que Dios lo saque de allí; él es más bien un ser humano válido cuya visión ha sido deteriorada por las cataratas del pecado, y cuya alma ha sido debilitada por el virus del orgullo. Pero todavía queda suficiente visión en el hombre para que éste levante sus ojos a las colinas, y queda suficiente imagen de Dios en el hombre como para que éste vuelva su débil vida maltratada por el pecado, hacia ese Gran Médico, el sanador de toda enfermedad de pecado.
Como el Padre en la parábola del hijo pródigo, Dios no nos va a obligarnos a quedarnos en casa cuando nuestras mentes están deseosas de viajar a algún lugar lejano degradante, pero seguirá nuestros pasos en nuestro lamentable deshonra, con amor, y cuando volvamos en sí, y traigamos de vuelta nuestros cansados pies a la casa de nuestro Padre, Él permanece esperando con brazos abiertos de perdón". 

King Jr., nos recordaba que la necesidad de entenderlo así desde la Palabra, es además clave para saber amar a los demás, incluso a nuestros enemigos, como mandó Jesús. En su ensayo "Amando a tus enemigos", decía:

"Hay algo dentro de todos nosotros que nos hace exclamar con Ovidio, el poeta latino: "Veo y apruebo las mejores cosas de la vida, pero hago las cosas malas." Hay algo dentro de todos nosotros que nos hace exclamar con Platón que la personalidad humana es como un auriga con dos caballos impetuosos, cada uno queriendo ir en diferentes direcciones. Hay algo dentro de nosotros que nos hace exclamar con Goethe: "Hay suficientes cosas en mí para hacer tanto a un caballero como a un granuja." Hay algo dentro de nosotros que nos hace exclamar con el Apóstol Pablo: veo y apruebo las mejores cosas de la vida, pero las cosas malas, "eso hago."

De alguna manera, los "seres" de nuestra naturaleza presente, no está en armonía con los "deber seres" eternos que siempre nos confrontan. Y esto simplemente significa esto: Que en lo mejor de nosotros, hay algo de malo, y en el peor de nosotros, hay algo de bueno. Cuando llegamos a ver esto, tomamos una actitud diferente hacia los individuos. La persona que más te odia, tiene algo bueno en él; incluso la nación que más odia, tiene algo bueno en ella; incluso la raza que más odia, tiene algo bueno en ella. Y cuando llegas al punto en que miras el rostro de cada hombre y ves muy dentro de él lo que la religión llama "la imagen de Dios", comienzas a amarlo a pesar de. No importa lo que haga, ves la imagen de Dios allí. Hay un elemento de bondad del que nunca puede deshacerte. Descubran el elemento bueno en su enemigo. Y al tratar de odiarlo, encuentren el centro de la bondad y ponga su atención allí y entonces tendrán una nueva actitud".

¿Pero entonces cómo respondo cuando fallo y me siento inservible o sin valor? ¿Cómo me quito ese sentimiento cuando le llego a fallar a Dios, al mundo, y a mi mismo?

Sabemos que tenemos que llevarlo ante Dios, pero quizá ya haz hecho numerosas ocasiones y aún sigue ocurriendo. que Dios es el que nos salva de ese sentimiento, por gracia, a través de la fe (Efesios 2:8-9). El caso es que no es un asunto de orar muro, llorar mucho, sudar mucho, u obrar mucho. Es un asunto de poner nuestra fe en la obra completa y suficiente de Cristo en la cruz, y no en tus obras. El perdón de Dios nunca se alcanza por medio de propias obras (Heb.9:22), de otro modo Cristo habría muerto en vano (Ga.2:21). Así que necesitas reafirmar tu creencia en el Evangelio de la gracia y reafirmarte de nuevo en la fe de que "el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesucristo" (Ro.3:20, Ga.2:16). 

Cuando Él se dio a sí mismo en esa cruz, tú aún ni si quiera habías nacido, y Él ya había cargado con todas tus iniquidades, con todas tus fallas, con todas tus maldades, con todas tus dolencias (de tu pasado, presente, y sí, también de lo que sería nuestro futuro). "Él es la aplacación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Juan 2:2). Tú aún ni si quiera habías existido, y ya estabas en la mente de Dios, y Él ya había hecho un plan para rescatarte para cuando cayeras, porque sabía que pecarías y fallarías. Él, nuestro abogado eterno, pagó tu deuda, no en parte, sino completa. Él hizo bien su trabajo. Cumplió la voluntad de forma perfecta, y su trabajo era salvarte. No hizo un trabajo a medias, y lo dejó claro:

"Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final" (Juan 6:37-40).  

"No hay quien pueda arrebatar a nadie de mi mano; nadie puede deshacer lo que yo he hecho” (Isaías 43:13). 

"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:37-38)

"Y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre" (Juan 10:28).

Así que la original en realidad tiene que ver con cómo percibes a Dios cuando llegas a fallar de alguna forma, o cuando alguien te llega a fallar. Jesús nos enseñó que Él es nuestro Padre celestial, y Él no deja de ser bueno aunque nosotros llegemos a fallar. Podemos confiar en Él.

Si tienes un hijo, y éste saca malas calificaciones, ¿acaso lo desheredas? O si comete una falta, un error, se le olvida hacer cierta tarea, o aún no hace todo lo que le mandaste, ¿lo abandonas y lo dejas que duerma en la calle? O si se enoja con su hermano, ¿le niegas la comida o lo envenenas? ¿Verdad que no? Puede que no lo lleves al cine, que no lo vayas a premiar con un helado, que estés descontento con él por su conducta, pero ¿acaso no sientes deseos de acercarte a él y hablarle para que reflexione sus errores y se porte mejor? Así también Dios con nosotros, nos seguirá teniendo misericordia, cada día, aunque fallemos. Como está escrito: "El SEÑOR es tan bueno con los que lo respetan como un padre con sus hijos" (Salmos 103:13-14 PDT). ¡Él tiene compasión de sus hijos, como un Padre se compadece de sus hijos!

Si tú amas a tu hijo, aunque su conducta no sea impecable, no por eso deja de ser tu hijo, ni deja de estar en tu familia, ni deja de estar en tu casa, ni dejas de amarlo. Así mismo con nuestro Padre. Si somos sorprendidos en una falta, nuestro Padre celestial obviamente va a buscar corregirnos, precisamente porque nos ama. "Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite" (Proverbios 3:12). ¡Nuestro Padre celestial se deleita en nosotros, aunque no seamos perfectos! Aunque a veces los hijos de Dios cometemos errores y fallamos de muchas maneras, no por eso dejamos de ser hijos amados. ¡Aleluya!

Por lo tanto, la clave para sentir el amor de Padre es la fe que tenga una mentalidad centrada en el amor del Padre. ¿Recuerdas que cuando Él vino, sus ángeles proclamaban su paz en la Tierra y buena voluntad hacia el hombre? Por lo tanto, la próxima vez que las mentiros maligno te estén acusando, no desmayes, y cuando enfrentes pensamientos negativos, derríbalos bajo la verdad del amor de Cristo (2 Cor. 10:5). Ponte el yelmo de la salvación y saca el escudo de la fe, e intenta tener la siguiente mentalidad de fe y confianza, en la vida y en la oración, creyendo y diciendo:

Está bien cuando las cosas no tienen sentido, ¡Dios hará que todo salga bien! (Ro.8: 28)

Está bien cuando no lo sé todo, ¡Dios todo lo sabe y Él me guiará siempre! (Sal.23:6, Is.41:10)

Está bien cuando no entiendo, ¡Dios va a aclarar las cosas! (San 1: 5, cf. Juan 13:7)

Está bien cuando no tengo el control, ¡Dios aún está cerca y conmigo, y Él tiene el control! (Hch.17:27, Mt.28:20) 

 

Estoy a salvo, incluso en medio de la aflicción, ¡porque Dios todavía está en el trono y Suya es la victoria! (Juan 16:33, Ap. 4:2)

Estoy a salvo, incluso si a través de una lucha, ¡porque Él pelea por mí y la batalla es del SEÑOR! (1 Sam. 17.47)

Estoy a salvo, incluso si sufro, ¡porque cuando estoy débil, él me hace fuerte! (2 Corintios 12:10)

Estoy a salvo, incluso si fallo, porque soy salvo bajo Su gracia, que abunda con seguridad! (Efesios 2: 8-9)


Todos pecan a veces (Ecl.7: 20, 1 Rey 8:46, 2 Crónicas 6:36, Salmo 130: 3, 1 Juan 1: 8, cf. St 4:17), aunque no todos practicamos el pecado ni pecamos voluntariamente (Ro. 7:19-25)

Todos ofenden o tropiezan de muchas maneras (Santiago 3:2), es algo que ocurre con todos los seres humanos.

Todo el mundo fracasa y se queda corto ante la gloria de Dios (Romanos 3:23, Salmo 143.2, Isaías 53: 6).

Todos cometemos errores y nuestras acciones son defectuosas (Isaías 64: 6, Lamentaciones 3:22)


Ya no hay necesidad de condenarme a mí mismo (2 Cor. 4: 3) o sentirme culpable (Romanos 8: 33-34) pues ninguna condenación hay para los que están en Cristo (Ro.8:1-30)

No hay necesidad de condenar, por lo que no seré condenado (Mateo 7: 1-5).

No hay necesidad de temer ya más (1 Jn.4:18, Ap.12: 20, +365 versículos bíblicos)

No hay necesidad de tirar piedras ni recibirlas cuando se hayan ido mis acusadores (Jn. 8:10)


Incluso si pequé, tengo un abogado en mi defensa (1 Juan 2.1)

Incluso si fallamos, Dios amablemente muestra el camino de restauración, reconciliación y perdón (Gálatas 6: 1)

Incluso si otro peca contra nosotros, Dios nos manda perdonar 70 veces 7 aún en un sólo día (Lc 17: 1-10)

Incluso si nuestro pecado abundó, su gracia abundaría mucho más (Ro.5: 20)

Incluso si cayeramos, él nos levantaría (Salmo 37:24, Isaías 43: 2, Pr.24:16)


Estoy convencido de que nada me puede separar del amor de Dios (Ro.8: 31)

Estoy convencido de que Él nunca me dejará ni me desamparará (Hebreos 13: 5).

Estoy convencido de que nadie me puede quitar de su mano (Juan 10:28)

Estoy convencido de que el que inició la buena obra en mí será fiel para completarla (Filipenses 1: 6).


Soy Su hijo y Él es mi Padre por la fe en Cristo (Jn.1:12, Ef.4:6, 1 Co.8:6, Is.64:8, Mal.2:10, Sal.103:13), y estoy aprendiendo de su mano, a medida que voy creciendo y avanzando (Jn.1:16, Sal.84:7).

Soy Su hijo y Él es el Cordero que quita el pecado del mundo por medio de Su sangre (Jn.1:29, Mt.26:28, He.9:22, 1 Jn.1:7), no por mis obras.

Soy Su hijo y Él me ha limpiado con su palabra (Juan 15: 3); Él hace que mis fallos (pasados, presentes y futuros) sean olvidados y perdonados (Is. 1:18, Sal.103:12)

Soy Su hijo y Él me salvó y me adoptó, por amor (Ef.1:5, Gá.4:5-7, Ro. 8:14-19).

Soy su hijo y Él no me defraudará, tengo esperanza (Ecl.9:4, 1 Co.15:19; Ro.10:13, He.2:21, 2 Co.1:20)


Descanso en Su obra suficiente y completa en la cruz, y no en mis propias obras defectuosas (2 Corinthians 12:9, Jn.19:30, Heb.1:3, 10:14, Jn.17:4).

Descanso en Él, pensando siempre en Él, ya que nunca está lejos de mí (Is.26:3, Sal.139:7-12)

Descanso en bajos sus alas de misericordia y gracia, y no en mi fuerza , confiando en Él seré fortalecido (Sal.91; Is. 30:15, Neh.8:10)

Descanso en su amor que cubre multitud de pecados (1 Pe.4:8) y viviré por la fe (Ro.1:17, Sal.118:17, cf. Jn.11:25).


viernes, 6 de agosto de 2021

¿Cómo explico, como cristiano, la pandemia del covid?

Recientemente, editaba un artículo que publiqué en 2015, titulado "¿Por qué enferman los cristianos? ¿y cómo sanar?" , que comprende un estudio bíblico y perspectivas de médicos sobre el origen de las enfermedades en relación a la Biblia, y habla de cómo encontrar la solución o la sanidad a las mismas, cuando me di cuenta de un comentario de una lectora que amablemente me preguntaba:

"¿Cómo explica esta pandemia y el tema de covid? Al principio la gente no creía, pero la realidad es que hay muchos cristianos que se han contagiado incluso algunos han partido con el Señor... Hay cristianos trabajadores de salud que han fallecido también".

Pues, bien, este tratado será mi respuesta a este comentario, y primero que nada, quiero decir que lamento las pérdidas humanas y expreso mi profundo pésame a las familias de cualquier lector, sea cristiano o no, que hayan perdido miembros o seres queridos en la pandemia. Un par de cercanos míos también fallecieron y sé que es duro pero quiero decirles que hay consolación en Dios, y su palabra nos da las respuestas .

Antes de eso, si tú aún no tienes una relación con Jesús o tienes dudas acerca de Dios, pero quieres saber más o conocer cómo puedes estar seguro de ir con Dios, he preparado el artículo: "¿Te estás preparando para lo que viene?" para explicarte el plan de Dios en el contexto de la pandemia. Asimismo, debes saber que, a pesar de lo que hayas pasado o estés pasando, Dios tiene un propósito para tu vida. 

Sin más como preámbulo, te comparto mi punto de vista.

La naturaleza o el génesis del covid

Respecto a la cuestión del origen o naturaleza del covid, y otras pandemias, comenté que hay enfermedades de las cuales, ni la ciencia, ni la teología, ni la experiencia han dado a conocer una respuesta de su causa específica todavía, porque nunca hemos sabido (ni sabemos) todo de todo. En los últimos días, la ciencia va a avanzar mucho pero nunca lo sabrá todo. Por supuesto, el conocimiento biológico y científico avanza, y se dice oficialmente que proviene de patógenos provenientes de animales (probablemente murciélagos) o alguna especie, mientras que otros apoyan la teorías conspirativas, diciendo que quizá fue un invento de laboratorio o algún gobierno para reducir la población.

Ciertamente no todos estaremos de acuerdo, pero independiente de tu postura, eso no resuelve la pregunta sobre el origen en términos teológicos de las infecciones respiratorias en general. Aunque probaras que el covid emergió en un mercado de China, o aunque digas que se creó por el hombre, estamos preguntando porqué resolver la pregunta sobre porqué existen los patógenos o las epidemias infecciosas en primer lugar, y por eso busco desarrollar más este tema. 

Quiero invitarte a que consideres que la Biblia menciona, por ejemplo, la existencia de enfermedades infecciosas causadas por micro-organismos o bacterias (la lepra y las infecciones son descritas en Levíticos y en otras partes de la Biblia), y se menciona también la existencia de plagas, hongos o pestes. Aunque no se especificaba que eran organismos diminutos las que la causaban (cosa que no se descubrió sino hasta el siglo XVII por el científico cristiano Anton Van Leeuenhoek a través de un microscopio), no obstante sí se mencionaban esos males comúnmente. 

Sabemos que muchas bacterias y microbiota juegan un papel benéfico dentro y fuera de nuestros cuerpos, y en la naturaleza en general, pero de todos los microorganismos existentes, solamente un porcentaje pequeño se consideran agente patógenos (es decir, causantes de enfermedades). Nos referimos a bacterias maléficas, parásitos, hongos patológicos y/o virus infecciosos (aunque los médicos se debaten si los virus son organismos vivos, o no, se les suele clasificar dentro de la misma categoría).  

No obstante, una hipótesis teológica (de interpretación) que se poco se ha postulado es que los virus y agentes patógenos sean considerados son lo mismo, similares a, o influidos por lo que los hombres de la antigüedad y la Biblia llamaban demonios. El artículo de Jonathan Wright, M.D. llamado "Demonología and Bacteriología en la Medicina", publicado en 1917 en la revista The Scientific Monthly Vol. 4, No. 6 sugería esta hipótesis que creo que es digna de considerarse. 

Jesucristo dijo a sus discípulos en Mateo 18:10, "Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, echen fuera a los demonios. De gracia recibieron, dad de gracia", y este es el versículo que más de cerca habla al mismo tiempo de lepra y de los demonios, ideas separadas por una sala coma, que podría ser explicativa, y no de enlistado. 

Más de una vez se ha dicho en estudios etimológicos que el término "lepra" en la antigüedad no sólo se aplicaba a la enfermedad causada por el bacilo Mycrobacterium leprae, sino a las enfermedades dermatológicas o infecciones cutáneas en general, mismas que hoy en día sabemos tienen un componente de afección inmutaria y a menudo se relacionan con bacterias. ¿Quizá se hablaba de "lepra" (como sinónimo de "infección") cuando se habla de echar fuera demonios porque las cosas van de la mano? Es una interpretación muy particular, pero el ensayo de Philip Ball, titulado "Small things" en Aeon, hace una recopilación de paralelismos en la historia que exploraron la consideración de la idea del "infra-mundo" en relación a un "infra-tamaño", idea que se llegó a discutir por el mismísimo William Thomson (Lord Kelvin), James Clerk Maxwell, y hasta por Daniel Defoe, aunque en contextos distintos. Otro autor llamado Areon Potter en su libro "From Darkness to Light: Demonic Oppression and the Christian" también estudia el tema de manera más profunda

El artículo que comparto es muy interesante, y quizá lo traduzca del inglés en otra ocasión, pero lo que quiero que consideren es que la medicina moderna con el advenimiento de la microbiología, y tras los descubrimientos de Louis Pasteur (quien, por cierto, también era creyente) ha tenido un sesgo por descartar hablar acerca de demonios, mientras que muchos téologos hoy dejan de lado el asunto bacteriano o "viruliento" de la enfermedad, cuando quizá estemos hablando de un fenómeno que tiene paralelismos terminológicos que se abordan solamente desde dos puntos de vista distintos, pero tratan un mismo asunto. 

Jesucristo habló acerca de demonios en relación a enfermedades en numerosísimas ocasiones a través de los evangelios, pero la iglesia moderna habla generalmente poco acerca de ellos. Sin embargo, ¿será posible que los virus son causados por una clase de demonios, o son en sí mismos una clase de demonios, o huestes que ahora dañan al hombre y a los animales como resultado de la caída original dell pecado? No lo sabemos a ciencia cierta aunque se sugiere esta idea porque (después de todo, los demonios eran llamados "espíritus inmundos" y criaturas malignas que los antiguos pensaban que podían andar rondando en partes de la tierra: en el suelo, en los animales, en los árboles, y en las personas (entre otras). El evangelio de Mateo 8:30-33 habla de demonios que fueron echados a los cerdos, por ejemplo.

La palabra demonio proviene del término "daimōn" (δαίμων) del griego antiguo,  que según Merriam Webster a su vez proviene de "daiesthai" que significa "dividir" o "distribuir". Los agentes patógenos hacen esto: se dividen, dividen células, se distribuyen en el cuerpo, causando enfermedades. Hay más paralelismos de los que pensamos: un demonio en las Escrituras es una especie de ser que habita en un lugar que no podemos ver a simple vista, y son espíritus malignos que afligen de diversos males y causan males. Jesús, el doctor de doctores, liberaba a sus víctimas y los echaba fuera evitando que volvieran, con la medicina de la fe y el poder de Su nombre.

Ahora bien, el coronavirus es una enfermedad infecciosa causada por un virus. Pero ¿qué es un virus? Como dije, hasta el día de hoy la comunidad científica tampoco se pone de acuerdo en cuanto a si es un ser vivo; hay un debate abierto, y no hay una opinión consensuada entre médicos, pero podría tratarse de algo más que relacionado. En Job 2:7, se relata cómo Satanás, con permiso de Dios, "hirió a Job de una maligna sarna desde la planta de su pie hasta la coronilla de su cabeza". Hoy se sabe que la sarna es causada por diminutos parásitos clasificados como "sarcoptes scabiei", pero lo que el relato bíblico nos muestra es que esa enfermedad cayó sobre Job, no por voluntad, pero con permiso de Dios. 

Incluso si los agentes patógenos no fuesen demonios, al menos la Biblia nos da pistas de que al menos son influidos, movidos o dirigidos por el reino de las tinieblas. "Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza" (Efesios 6:12-13).

¿Quizo Dios la pandemia, o sólo la permitió? ¿y porqué?

También los teólogos están divididos en cuanto a esta interpretación. ¿Fue esta pandemia del Covid causada por Dios y usó él al diablo como su instrumento de castigo, o fue solamente permitida por Dios y se origina en la voluntad del diablo? (hablamos de dos enfoques posibles). Unos niegan una postura, otros la afirman. 

Como ejemplos, el pastor calvinista John Piper en su libro “Coronavirus y Cristo” fundamente asevera que el coronavirus fue enviado por Dios, una idea que a muchos les parece difícil de aceptar.  Por su lado, el apologista John Lennox, en su libro "¿Dónde está Dios en un mundo con coronavirus?", atribuye el coronavirus al sistema natural de cosas caídas y expresa que Dios no es el autor del mal, implicando que, aunque profetizada, no fue causada por él. Lo que sabemos es que Dios no desea la muerte del malvado, pero aún así a veces Él la ordena cuando "ya fue suficiente". 

Yo personalmente me inclino a creer que ambas interpretaciones en mayor o menor medida, y déjame explicar de qué forma: El Covid es sin duda una calamidad tremenda, lo sé, y lamento mucho toda la gente que ha muerto o sufrido por causa de ella. Pero nos enfrentamos a la pregunta esencial de la existencia de mal, y hay varias clases del mal: 1) el mal moral, 2) el mal natural, y 3) el mal que es castigo por el pecado. El mal moral (la maldad, la impiedad, la iniquidad) no es causada por Dios, sino por el diablo, el maligno, los demonios, y, por su puesto, el ser humano. 

El mal moral es la injusticia, y la injusticia misma causa sufrimiento y dolor en el mundo cuando el hombre la comete; y de principio a fin de la Biblia el Dios de la Biblia está en contra de la maldad moral, contra toda la injusticia, independientemente de quién la causa, porque Él no hace acepción de personas. 

Por otra parte, el mal natural es el que vemos como consecuencia de desastres naturales: terremotos, huracanes, inundaciones, etc. Yo sí creo que Dios está en control de todo en la naturaleza (tesis principalmente afirmada en los Salmos), aunque exploro el tema más a fondo en mi artículo "¿Por qué tiembla la Tierra?". La percepción moderna es que mucho de esto es causado por el calentamiento global, una destrucción de la Tierra causada por el hombre. Pues bien, aunque sí creo que existe el calentamiento global, y estoy en contra de que el hombre destruya la Tierra, pienso que a pesar de todo la naturaleza obedece la voluntad de Dios. Reconozco que en ocasiones la naturaleza se puede revelar o verse afectada, como cuando Jesús calmó la tormenta, pero en general creo que Dios la dirige. 

Hay teólogos que piensan que Dios creó a la naturaleza de forma mecánica y luego la dejó, como si le hubiera dado cuerda a un reloj, que ahora es un mecanismo que actúa sólo. La idea es que era una creación perfecta en su origen, y si ocurre algo malo con ella es porque está algo "averiada", y por eso ocurren las cosas malas en la naturaleza: desastres y enfermedades. Yo no encuentro sustento bíblico para esa postura, y aunque respeto a quienes así lo interpretan, creo que Dios sustenta el funcionamiento de todas las cosas, desde la formación de un feto en el vientre, hasta el movimiento de las estrellas. Sin embargo, lo que me parece claro es que la naturaleza no tiene voluntad, así que, o está descontrolada y sin dirección, o es un mecanismo con algunos "daños" no reparados aún, o hay una voluntad que lo mueve.

El tercer tipo de mal es el que consiste en castigo del pecado. A casi nadie le gusta ser castigado, por eso es que se siente mal. Pero cuando otros nos han causado un mal, sentimos que el castigo es necesario: por ejemplo, un criminal que ha matado a un familiar tuyo. En mi artículo sobre el porqué de la enfermedad, mencionaba el punto 2, que creo es la respuesta principal a esta pregunta. Yo menciono cómo sí creo que es claro que Dios puede enviar males (incluyendo enfermedades) como castigo al pecado. Hay gente que dice que Dios no castiga, pero es claro que no han leído la Biblia, o no conocen a Dios. ¿Qué pensarían de un juez que no castiga? ¿o de un sistema de justicia que deja afuera a los criminales? ¿o de una institución donde no se pone límites a nadie y todos los malechores pueden hacer lo que se les de la gana para siempre y por siempre? ¿Sería justo? No verdad.

Por una parte, la Biblia nos dice que nada escapa de la voluntad de Dios: "Si se toca la trompeta en la ciudad, ¿no temblará el pueblo? Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el SEÑOR?" (Amós 3.6). De principio a fin en la Biblia (especialmente en el libro de Apocalipsis) vemos que Dios sí castiga, o castigará a los malvados, a veces en la Tierra, para darles tiempo de arrepentirse, y si no, en la siguiente vida, en el infierno, y luego en el lago de fuego. La severidad de su castigo para quienes persisten en hacer maldad y no quieren arrepentirse es infalible. A veces toma más tiempo, a veces es en mayor o menor medida, pero siempre llega. 

Pregunten a los de Sodoma y Gomorra, a las ciudades de gigantes antiguos, y a los enemigos de Israel que Dios mandaba aniquilar. "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad" (Romanos 1:18). La ira de Dios, que es el mal enviado por el castigo del pecado que se ha cometido, es al final de los tiempos, buena, porque es justa: es como la sentencia de un juez justo en un sistema de justicia. Es dolorosa para muchos, para la familia, y para las víctimas, pero por todas las cosas (incluso la muerte, incluso una pandemia) resultará para bien de aquellos que aman a Dios y son llamados conforme a su propósito (Romanos 8:28). 

La Biblia también nos dice que Dios castiga a sus hijos, pero esto es para corrección, porque los ama. "Porque Dios corrige y castiga a todo aquel que ama y que considera su hijo" (Hebreos 12:6-11). Dios también es misericordioso y busca que los suyos reconozcan lo que estaban haciendo mal, se aparten del mal, se forme su carácter, y aprendan a poner su confianza plena en Él. El alfarero moldea a su vasija, el herrero pule su instrumento, el fundidor purifica a su plata, y el oro es pasado a veces por fuego para que salgan sus impurezas. Hay a veces pruebas y enseñanzas que nos hacen mejores personas, o nos obligan a poner nuestros asuntos en orden y estar preparados para lo que venga.

Finalmente, la Biblia también enseña que en algunas ocasiones, sus hijos son heridos, sí. El mejor ejemplo es el caso de Jesucristo, que llevó sobre sí mismo todas nuestras enfermedades en la cruz, y también el caso de Job: Dios permitió que un mal (y una infección en todo el cuerpo) le ocurriera en su soberanía, y no había ningún motivo de castigo en contra de Job en absoluto, pero vaya que sí habría una gran enseñanza, para Él mismo, y para toda nuestra generación. Job llegó a sentir que Dios era ajeno a su sufrimiento o que Dios le estaba haciendo sufrir con gusto, pero terminó reconociendo que Dios estaba en control de todo, que su redentor vive y le restauraría, y que Dios sí tenía absoluto conocimiento, interés y también cuidado de Él, A PESAR de lo que le había ocurrido. Job termina diciendo "Hablaba lo que no entendía.... de oidas te había oido, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza" (Job 42). Job termina siendo completamente restaurado y sanado. 

A sus hijos, Dios les dice: "Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza" (Jeremías 29:11). Este versículo, en contexto, es claramente una promesa firme para sus hijos, para quienes están de su lado. Todos los cristianos tendremos que sufrir en mayor o menor medida por causa del Evangelio, para que el mensaje del amor de Dios y las buenas nuevas de Cristo sean compartidas, para dar la luz en la oscuridad, pero debemos saber, reconocer y confiar al mismo tiempo que Él tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra para guardarnos sin caída en medio de todo.

¿Porqué entonces han enfermado creyentes y muerto creyentes?

Pues bien, que sea miembro de una iglesia cristiana o ser cristiano no me excluye de morir algún día. Todos tenemos que morir tarde o temprano, por una u otra razón, incluso los cristianos que son  parte del personal médico? ¿Porqué Pablo tuvo una debilidad física en sus ojos, a manera de prueba, por un tiempo (Gál. 4:13-14), cuando en otra ocasión Dios le había quitado las escamas de sus ojos? ¿Por que los primeros cristianos murieron perseguidos y crucificados, cuando Dios había salvado a los israelitas de sus persecutores de Egipto? ¿Por qué los cristianos del coliseo murieron devorados por leones, cuando Daniel fue salvado al caer en el foso de leones? ¿Por qué los traductores bíblicos y cristianos protestantes eran quemados en la hogera por la inquisición, cuando Dios había salvado a Sadrac, Miscah y Abednego?

No tenemos el control o el conocimiento de todo, y no he conocido a todos los creyentes que murieron, ni conocía sus corazones, ni sus pensamientos, ni su experiencia ni su proceso, pero una cosa sé: Dios tiene la vida de los suyos en sus manos y Él tiene buenos planes para sus hijos. Como está escrito: "Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven" (Ro. 14:8-10). No puedo afirmar porqué han muerto cristianos en medio de la pandemia, pero lo que sé es que Dios me llama a tener una fe inquebrantable e inamovible, y que Jesús me dice que Él es el mismo ayer, hoy y siempre, que nada es imposible para Él y que todo es posible para aquél que cree. Que Él prometió estar con sus seguidores todos los días, hasta el fin. Que cuando pasen por las aguas, Él estará con ellos, y cuando pasen por el fuego, éste no los quemará. Lo que sé es que aún con esos casos y eventos, y el caos que hay afuera, aún así podemos confiar en el poder de Dios de preservar nuestras vidas, porque Él tenía un plan perfecto para cada uno de sus mártires, y porque "estimada a los ojos del Señor es la muerte de sus santos" (Salmo 116:15). A veces, "perece el justo, y no hay quien eche de ver; y los misericordiosos son recogidos, y no hay quien entienda que delante de la aflicción es recogido el justo" (Isaías 57:1). Sabemos que aquél que esté con Cristo no verá la muerte y aunque esté muerto vivirá (Juan 11:25). Con todo, lo que sé es que Él tiene un plan perfecto para cada uno de sus hijos, y que incluso si algunos han perecido, su Palabra y su fidelidad no cambia. 

Desde que comenzó la pandemia, y antes de ella, yo he oído gente e incluso hermanos que han dicho que "ninguno de nosotros está exento", e incluso oí a un pastor decir que "ninguno de nosotros tiene la vida comprada". Pero a nosotros la Biblia nos dice, por el contrario, que hemos "sido comprado por precio" de sangre, por la mismísima sangre de Cristo (1 Corintios 6:20). Dios es fiel, poderoso y tiene en sus manos mi vida, su voluntad es más alta que la mía, y Él cumplirá su propósito en mí. Pero recordemos las palabras de Jesús al ciego: "Conforme a vuestra fe os sea hecho" (Mateo 9:29). ¿Porqué muchas veces limitamos a Dios, pensando que Él sólo quiere preservar nuestra alma y que sólo le importa nuestra salvación espiritual, cuando Él también dice que desea nuestra salud y que busca nuestra libertad de enfermedades y dolencias, porque Él ya las llevó en la cruz? ¿Porqué se nos olvida que la cultura de tener miedo no proviene de Dios, quien mas bien nos infunde un espíritu de aliento y de fe?

Muchas veces en la Biblia, incluso Jesucristo mismo, predijo que habría pestilencias y epidemias en los últimos días (Lc.21:11, Mt. 24:6-8), que sería duro, que habrían tribulaciones, y que habría aflicción; pero está escrito también que que si nos ponemos bajo la sombra de las alas del Altísimo, "El te librará del lazo del cazador, de la peste destructora" (Salmos 91) y su Palabra no miente. Cuando estás con Dios, "Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará." (Salmo 91:7). Aunque estés en valle de sombra de muerte, no temerás mal alguno porque Él te guiará y te sustentará. Debemos saber que tenemos la victoria en Cristo, y que Dios es fiel para completar la obra que Él ha comenzado en cada uno de nosotros, y que nos puede, y nos quiere preservar como cuando salvó a los hebreos en Egipto de las 10 plagas, y los primogénitos de las casas de los hebreos tampoco murieron porque la sangre del cordero estaba en el atrio de sus puertas.  Por tanto, yo creo que quienes están en Cristo, Dios tiene el poder y la voluntad de hacernos permanecer sin caída, y que incluso "cuando el hombre cayere, no quedará postrado" (Salmos 37:24), y que estas señales seguirán a los creyentes: "tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos sanarán» (Marcos 16:18). "No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?" (Lucas 18:8).