jueves, 8 de octubre de 2015

¿Usado por Dios o usando a Dios?

Creer en Dios no es algo que nos salve. Sabemos que hasta los demonios creen, pero tiemblan (Santiago 2:19). No es suficiente creer en Dios si no creemos en Él de la manera correcta y por los motivos correctos. 

Hablando de los motivos, hay dos tipos de creyentes que existen incluso hasta el día de hoy en nuestro mundo: 
1) Aquellos que aman y Confían en Dios por quien es Él (en reconocimiento de que Él es Santo y Justo como Creador y Soberano Altísimo que merece toda la gloria).
y 2) Aquellos que quieren abusar de Dios o que le buscan interesadamente (para lograr sus propósitos personales, adquirir poder, u obtener una ganancia o bendiciones para gloriarse). 

El primer tipo de creyentes son cristianos capaces de ser discípulos de Cristo, porque están dispuestos a morir a sí mismos y a tomar Su yugo; están dispuestos a quedarse fuera del centro de atención y se entregan a Él por completo para ser usados como a Dios le agrada y no como a ellos se les antoja. Estos son los que saben el significado de las palabras “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

El segundo tipo de creyentes son religiosos que buscan dirigir o controlar, o que buscan ser el foco de atención. Su objetivo es usar a Dios por beneficio personal; quieren que Dios les cumpla sus caprichos cuando ellos quieran, o quieren acercarse a Él solo porque quieren que Él les conceda algo que desean dentro de sí y para sí. Saben que Dios ofrece bienestar, salud, y vida, pero no buscan a Dios por lo que Él es, sino por lo que Él da; no buscan al Padre con un corazón sincero y recto, en Espíritu y Verdad, sino que le buscan porque saben que Él da buenas dádivas al que le sigue. 

También hubo gente que buscó a Jesús, no porque Él fuera el Mesías que puede saciar el alma, sino porque Él les había dado pan y pescado abundante que les sació el cuerpo. Y como les respondió a ellos, a muchos hoy respondería: “En verdad, en verdad les digo: me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado. Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará” (Juan 6:26). 

Dios no es engañado, y Dios no es utilizado. La cuestión, sin embargo, es que los creyentes interesados, consciente o inconscientemente, tratan de engañarlo y tratan de usarlo, como si se pudiera. Porque, a la verdad, los creyentes interesados son como mujeres adúlteras que buscan al esposo solamente para que les cumpla sus deseos o les mantenga a salvo. Y mientras su esposo no está en casa, piensan que pueden salir al mundo y fornicar con otros. ¿Se complacerá el esposo con una mujer adúltera como esa? ¿La aceptará igual que lo haría con una esposa fiel que le espera?

A los creyentes interesados les encanta escuchar que si se deleitan en el SEÑOR, “él les dará las peticiones de su corazón” (Salmos 37:4). Es como si en el fondo pensaran:, “si soy cristiano (o si digo que lo soy y aparento serlo), engañaré Dios y Él me dará lo que yo quiero”. Pero lo que no entienden es que deleitarse en el SEÑOR implica crucificar el egoísmo de nuestro propio corazón, tomar su cruz y llevarla cada día; no entienden que temer a Dios es amar su mandamientos y meditar en ellos, obedecer sus enseñanzas y buscarle en todo momento, y dejar todo el mundo atrás, sabiendo que “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15).

A los creyentes interesados se les escribió: “Ustedes piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres. ¡Oh almas adúlteras! ¿No saben que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O piensan que la Escritura dice en vano: ‘El celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros’? Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.” (Santiago 4:3-6). 

La humildad en cuestión comprende una búsqueda para conocer más a Dios con un corazón sincero. Leonardo Da Vinci, que no era un hombre profundamente religioso, pero que ciertamente era un creyente que reconoció que los hombres bienaventurados siguen a Jesucristo, expresó una vez que conocer mejor a Dios era necesario para amarlo en verdad. "El amor", dijo él, "procede del conocimiento perfecto de aquello que se ama; y si no lo conoces, sólo puedes amarlo poco, o no lo amas en absoluto; y si lo amas por la ganancia que anticipas que obtendrás a partir de ello, en vez de amarlo por su virtud suprema, eres como el perro que menea su cola y muestra signos de alegría, saltando hacia el amo para que te pueda dar un hueso. Pero si conoces la virtud de alguien, lo amarás más, si esa virtud estuviera en su lugar”.

No se trata de aparentar ser humildes ante Dios. Se trata de serlo de verdad. Debemos reconocer que Dios no cumple las peticiones de sus enemigos ni de sus falsos amigos. Porque “Sabemos que Dios no oye a los pecadores: mas si alguno es temeroso de Dios, y hace Su voluntad, a éste oye” (Juan 9:31). Y también: “Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19).

Aunque los humanos se engañen y sean engañados, Jesús dejó muchas advertencias y señales de las que debemos de percatarnos. Debemos examinarnos a nosotros mismos y mantener nuestros ojos abiertos y enfocarnos en Él. El ser humano está lleno de limitaciones e imitaciones, de falsedades y falsificaciones, de impedimentos y detrimentos, que en conjunto, le hacen vano. Debemos recordar que sólo debemos seguir a Jesús, no a los hombres, y porque nosotros somos hombres, no debemos confiar ni en nosotros mismos. Porque, “Así dice el SEÑOR: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del SEÑOR se aparta su corazón” (Jeremías 17:5).

El pecado de tomar el nombre del Señor en vano no sólo se refiere a maldecir su nombre, sino también al de usarlo de forma trivial y tentadora. El diablo le decía al Hijo del Hombre que convirtiera las piedras en pan, pero Jesús le respondió: “No tentarás al Señor, Tu Dios”. Es un pecado tentar a Dios o quererlo usar imaginando que "la voluntad de Dios" está para justificar o satisfacer nuestros propios deseos, prejuicios y/o ambiciones personales, sociales o nacionales. 

También es un pecado decir que tenemos fe en Dios y que nuestras vidas pertenecen plenamente a Él, si al mismo tiempo no es verdad. Es un pecado decir que podemos ser cristianos “a nuestra propia manera” y no a la de Dios, pero muchos tratan de hacer esto para disfrutar de las prestaciones que tiene el hecho de ser policía. Imaginemos a una persona que queriendo recibir salario de policía, se viste de policía y sale la calle a hacer trabajo de policía. Se acerca a alguien y le impone una multa, pero la persona multada le pregunta dónde está su placa. El supuesto policía le dice que no tiene placa porque es un policía “a su propia manera”. No fue a la escuela de policías, no está autorizado para ser policía, pero quiere cobrar el salario de policía y recibir los beneficios de serlo. 

Tal persona no es policía, sino un criminal que está por ir a la cárcel, porque aquí y en China es un delito suplantar a un policía cuando uno no lo es. De la misma manera ocurre con los creyentes interesados que se hacen pasar por seguidores de Cristo.

Nuestro pecado desde el comienzo también ha tenido relación con nuestro orgullo y nuestro deseo de ser como Dios, sin ser santos. La serpiente dice que a través del pecado de desobediencia “serían como dioses”, y muchos le escuchan. Los humanos queremos seguir nuestras propias filosofías, nuestras propias corazonadas, nuestras propias sensaciones. Pero el pecado mayor está en la pretensión de determinar lo que es bueno o malo sin tomar en cuenta lo que ha dicho Dios al respecto. Queremos obtener la herencia de la vida eterna aparentando creer en Aquél que la promete, pero queremos llegar al cielo viviendo en el infierno.

Desagradecidos hacia Él, nuestro pecado no nos ha permitido tener satisfacción de ser dependientes de Dios; nuestro pecado no nos ha permitido dejarnos amar y entender el cuidado maravilloso que Él da a quienes le invocan de verdad. Nuestro pecado no nos ha permitido amarlo y servirlo como Él nos ha mandado. Queremos lograr los planes que hemos soñado para nuestras vidas y no nos damos cuenta de que estamos perdiendo todo en el intento. "Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del Evangelio, la salvará" (Marcos 8:35). 

Nuestro pecado es falta de negación personal. Mucha gente tiende a querer ser suficiente y autónoma, capaz de hacer lo que se le antoje, sin tener límites de nadie ni nada fuera de sí mismas; con poder para ejercer control absoluto sobre sus vidas sin consultar a Dios, ser atrevidas para decidir sobre las vidas de otras personas y sobre el mundo natural a nuestro alrededor, sin importarles las consecuencias. Tales personas sirven a sus propios vientres y están lejos del Reino de Dios. E igualmente lo están los árboles tibios que se aferran a las espinas, porque Jesús fue claro al decir que "El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo" (Lucas 9:23). 

Dejemos de fingir que estamos entregados a Él, cuando en realidad no lo estamos. Esto es personificar a alguien. Está mal decir que seguimos sus límites en la teoría, pero desparramar en la práctica; está mal decir que Él tiene el control de nuestras vidas, cuando en realidad no queremos dárselo todo y tenemos nuestras reservas. Está mal sólo quererle dar una parte aparente, para que parezca que lo seguimos, aunque no lo hagamos en realidad. Decimos que nos encanta alabarlo, pero escuchamos alegremente las voces de aquellos que trabajan vanidad en su contra, olvidando que el Señor dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, derrama” (Mateo 12:39). 

Dios tenga misericordia de aquellos creyentes que le hemos buscado interesadamente. Que Dios nos de arrepentimiento y que nos ayude a amarlo con todas las fuerzas, con toda la mente y con todo pensamiento, con toda el alma y con todo el corazón; no meramente por lo que Él da, sino por quien es Él y por lo que es Él. Porque de Él es Reino, y el Poder y la Gloria, por los siglos de los siglos.

“Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones. Aflíjanse, lamenten y lloren: que su risa se torne en llanto y su gozo en tristeza. Humíllense en la presencia del Señor y Él los levantará” (Santiago 4:8-10).

jueves, 1 de octubre de 2015

Debate entre un Adventista y un Cristiano Evangélico: ¿Hay que guardar el sábado?

En una ocasión, un conocido tuvo la bendición de ir a un viaje misionero en Morelos,  a una comunidad rural mexicana llamada Coatetelco. Este viaje fue organizado por una Iglesia Bíblica Cristiana en el Estado de México, en una campaña de evangelización que incluía programas y actividades de asistencia social y ayuda.

Uno de los participantes estuvo allí predicando y se encontró con que en la comunidad y sus cercanías, había presencia de muchas varias denominaciones religiosas, entre ellos, católicos, cristianos evangélicos, pentecostales, ruselistas (mal llamados ‘Testigos de Jehová’) y adventistas del séptimo día. En la campaña, había varias personas predicando y compartiendo el mensaje de la cruz con distintas personas, y por varias horas estuvieron recibiendo a gente de distintas partes circundantes.

Ya casi en la parte final del evento, un hombre adventista se le acercó a uno de los que predicaban con la intención de debatir y discutir cuestiones teológicas. El hombre que se acercó era un Adventista del Séptimo día, y preguntó de parte de quién venían, queriendo saber por qué hacían una campaña evangelística y de ayuda social en un día como ese (sábado).

A aquél hombre, que evidentemente era letrado en las Escrituras pero había leído la Biblia con anteojos religiosos, se le había enseñado que los "verdaderos" cristianos “debían” guardar el sábado o día de reposo. El hombre dijo que los que no guardaban el sábado “cometían una gran maldad” y sugirió que eran “anticristos”. Luego le pidió al cristiano que leyera en voz alta un pasaje en Apocalipsis en el que se enseñaba que aquellos que perseveraban guardando los mandamientos de Dios eran los aprobados ante el Señor para tener la vida eterna (Apocalipsis 14:12, Apocalipsis 12:17).

Cuando el cristiano, como humano falible, se equivocó de pasaje y leyó otro, el Adventista se rio y se burló de él diciendo que “ni si quiera sabía usar la Biblia”. El cristiano se sintió humillado por el hombre, pero respondió tranquilamente tratando de explicar que, como cristianos evangélicos gentiles, “creemos que ya no estamos bajo la Ley de Moisés,” que los llamados 10 mandamientos eran para el pueblo Israelita, y que los mandamientos de Dios para los gentiles eran los mandamientos de Jesucristo, es decir, las enseñanzas de Jesucristo, en las cuales, nueve de los diez mandamientos estaban presentes como tal, y con un estándar aún más elevado.

No obstante, el Adventista siguió insistiendo que los que no guardaban el sábado no estaban obedeciendo a Dios, y que no eran de Cristo. Argumenta, entre tanto, que los mandamientos no eran “ley de Moisés”, porque Moisés había escrito por el dedo de Cristo (afirmación basada en Juan 5:46). El cristiano le contestó que Pablo mismo (inspirado por el Espíritu Santo) le llamaba “ley de Moisés” (1 Corintios 9:9), y que los gentiles no teníamos que guardar tal Ley, porque esta fue dada para el pueblo de Israel en aquél tiempo. Pro el Adventista, insistente, continuó tratando de enfatizar (como hacen generalmente los Adventistas) que la Ley de Moisés era una cosa, y que los 10 mandamientos eran otra cosa; que una cosa eran las leyes civiles y que otra cosa eran los mandamientos.

El cristiano se dio cuenta de que la conversación, empañada con interpretaciones erradas, se estaba haciendo interminable y que tanto debate le estaba impidiendo compartir el Evangelio con las otras personas que pasaban por allí. De modo que, aunque estaba enérgico, prefirió terminar más amistosamente la conversación, citando el Nuevo Testamento en una parte en la que dice que el sábado y todas esas cosas habían sido sólo un ayo, una preparación, y una sombra, de lo que había de venir, y que ahora que había venido Cristo, no nos correspondía a nosotros como gentiles obedecer la ley de Moisés, sino la ley de Cristo, es decir, los mandatos de Cristo, lo que Él enseñó y enseña a los que le siguen.

El Adventista quería seguir discutiendo, y replicó diciendo que no era así, que los mandamientos dados en las tablas de Moisés debían ser obedecidos, pero el cristiano, cansado del inflexible debate, le dijo que aquellos que ponían su confianza en la Ley de Moisés, como dijo Cristo, no serían acusados por Cristo, sino por el mismo Moisés, en quien ellos habían puesto su esperanza (Juan 5:45). 

El cristiano finalmente le preguntó al Adventista que si guardaba todos los mandamientos, a lo cual el Adventista dijo que sí. Luego, el cristiano le preguntó al Adventista que si guardaba todas las enseñanzas de Jesús, a lo cual, el Adventista dijo: “bueno, trato de hacerlo”. A esto, el cristiano le hizo ver su error y falacia, con las palabras “tratar de”, las cuales implicaban que no lo lograba. El cristiano, queriendo dar la última palabra (porque se hacía tarde y el evento estaba por terminar) quiso irse citando otra vez la Biblia, diciendo que aquél que decía guardar los mandamientos de la Ley, pero ofendía en un punto, transgredía toda la Ley.

El Adventista era un hombre de alrededor de 45 o 50 años, mientras que el cristiano que predicaba era tan solo un joven de 23, así que el Adventista, menospreciando al cristiano por ser joven, le dijo que necesitaba leer más, y que Satanás estaba engañando a la mayor parte de todos haciéndoles transgredir el cuarto mandamiento.

El cristiano, recordando Colosenses 2:16, dijo que a pesar de que la fundadora de los adventistas, Ellen G. White, había hecho profecías falsas que no se cumplieron, él no juzgaba a los adventistas por sí guardar el día de reposo, y que tampoco los adventistas debían juzgar a los cristianos evangélicos por no guardarlo. El cristiano conocía a otros adventistas más flexibles y reformados que aquél hombre, así que a sabiendas de que no todos eran necesariamente iguales, manifestó que él no los condenaba a todos los adventistas como gentes engañadas por el diablo, pues llegaba a considerar a algunos como hermanos en Cristo. Terminó la conversación diciendo que esperaba que Dios los guiara a ambos lados y así verlos en la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 

Al final, el hombre Adventista repitió lo mismo (aunque con una actitud altiva), y después de darse la mano, cada quien se fue por su lado. Pero el joven cristiano estaba inconforme con la experiencia, pues sentía que había perdido mucho tiempo con un hombre que tuvo una actitud fariséica y orgullosa que no dio muestras de la menor humildad o amor. La campaña, para entonces, ya había terminado en ese momento, y el joven sentía como si le hubiesen enviado a alguien como distracción. Se sentía mal de que un adventista pensara que estaba en lo correcto al afirmar que por no guardar el sábado, todos los demás cristianos evangélicos irían al infierno.

Regresando de camino a la posada donde descansarían por la tarde, el joven pasó por una grande iglesia Adventista, blanca y un tanto "lujosa", en medio de un pueblo pobre y polvoso, y se sintió triste por ellos (por los Adventistas). Sabía que debería orar al respecto, pero mientras tanto, halló algo de consuelo en la escritura que dice:
"Que nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo" (Colosenses 2:16-17).    
“Porque la Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan (Hebreos 10.1).

Si tú estás convencido de que el Señor te llama a guardar el día de reposo en tu relación personal con Cristo, no soy quien para decirte que no lo hagas. ¡Que Dios te bendiga y que tu relación con Él crezca! Pero si estás convencido de que el Señor te llama a trabajar incluso en el día sábado para la gloria de Cristo y para servirle a tus semejantes, otros tampoco tienen derecho de enseñarte que no eres de Dios por no guardar el día sábado. Mucho menos tienen el derecho de enseñar que irás al infierno por no guardar el sábado, o que irás al cielo por hacerlo. La Biblia no enseña eso. 

No seamos como los fariseos. Los fariseos juzgaban a Cristo y a pesar de la bondad que Él hacía en esos días, Juan relata que "algunos de los fariseos decían: 'Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el día de reposo'." (Juan 9:16). ¿Es lícito hacer bien en el día de reposo?, preguntó Jesús. Y los fariseos se quedaban callados. 

No seamos como los hipócritas que desataban sus bueyes y no lo reconocían. Incluso a los líderes de la Iglesia Adventista se les paga por predicar. ¿Y no es eso trabajar?

Como gentiles, estamos bajo el Nuevo Pacto, no bajo el pacto que se le dio a Moisés o a los israelitas. No estaos bajo la letra escrita en tablas de piedra, dada a Moisés en el Monte Sinaí.
"...habiendo sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5 los cuales sirven a lo que es copia y sombra de las cosas celestiales, tal como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo; pues, dice Él: Mira, haz todas las cosas Conforme al modelo que te fue mostrado en el Monte. Pero ahora El ha obtenido un ministerio tanto mejor, por cuanto es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Pues si aquel primer pacto hubiera sido sin defecto, no se hubiera buscado lugar para el segundo. 8 Porque reprochándolos, Él dice:  
Mirad que vienen días -- dice el SEÑOR -- en que estableceré un Nuevo Pacto con la Casa de Israel y con la Casa de Judá; no como el pacto que hice con sus padres, el día que los tomé de la mano para sacarlos de la Tierra de Egipto, porque ellos no permanecieron en mi pacto, y to me desentendí de ellos dice el SEÑOR. Porque este es el Pacto que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días-- dice el SEÑOR--: pondré mis leyes en la mente de ellos y las escribiré sobre sus corazones. Y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano, ni ninguno a su hermano, diciendo, 'Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos'. Pues tendré misericordia de sus iniquidades, y nunca más me acoraré de su pecados' 
Cuando Él dijo 'Un nuevo pacto', hizo anticuado al primero, y lo que se hace anticuado, y envejece, está próximo a desaparecer" (Hebreos 8:6-13). 
"El libertador vendrá de Sion. Apartará la impiedad de Jacob. Y este es mi pacto con ellos: cuando yo quite sus pecados" (Romanos 11:27).
En este Nuevo Pacto (al que Cristo mismo aludió en la Santa Cena), aunque de ninguna manera es malo guardar el día sábado, tampoco es malo trabajar en el día sábado para hacer bien. En tiempos del pueblo de Israel, los días sábado toda la actividad de la ciudad se detenía de manera civil. Era como si hubiese una suspensión de actividades, y en la vida cotidiana, no hacía estragos nada de ello. Pero en el mundo contemporáneo, Dios sabe que es así, mucha gente tiene que trabajar en sábado. ¿Y no es malo que tengan que trabajar en sábado para conservar su empleo y así proveer a su familia, siendo que el Evangelio nos dice que aquél que no provee para los suyos es peor que un incrédulo? ¿O es bueno preferir perder un empleo por dejar de trabajar, a pesar de que se nos escribe que el que no trabaja, no debe de comer tampoco?

Jesús mismo hacía buenas obras en el día sábado, y: 
"Por causa de esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo, pero Él les respondió: 'Incluso ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo'. Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre" (Juan 5:16-18).
Si hubiésemos vivido en el pueblo de Israel, en el Antiguo Pacto, con Moisés, donde teníamos un tabernáculo y un arca, donde Moisés escuchaba a Dios directamente, y donde las leyes que se le dieron regían nuestra cultura, las cosas hubieran sido diferentes. Si hubiésemos trabajado en el día sábado, hubiéramos sido estrictamente culpables de haber quebrado las leyes de Dios (Ex. 31:15), porque teníamos todo lo que necesitábamos para guardar el sábado. De tal manera que no hacerlo, era una rebelión absoluta a Dios. Un hombre recogió leña en un día sábado, y cuando Moisés preguntó a Dios al respecto, el SEÑOR mandó a que aquél hombre fuera apedreado por todos (Núm 15:35). 

No es que el Antiguo Pacto, la Ley de Moisés, haya fracasado, como algunos incrédulos y críticos acusan. El Antiguo Pacto fue perfecto para su contexto geográfico, social y temporal. Pero era un pacto provicional. Ahora ya no estamos llamados a lanzar piedras o a herir con la espada. El Antiguo Pacto ya pasó, por eso se le llama "Antiguo". A Moisés mismo se le dio palabra de que Dios enviaría a alguien que diría cuáles son los mandatos de Dios que serían enseñados:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta” (Deuteronomio 18.18-19).
Estas palabras de Dios mismo señalaron al día en que un legislador más grande que Moisés entregaría una ley superior. Así que Moisés, el escritor del primer pacto, aun al escribirlo predijo su anulación. Los profetas Isaías y Jeremías también hablaron de la ley que habría de venir:
“He aquí, vienen días--declara el SEÑOR-- en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, 32 no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos--declara el SEÑOR; 33 porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el SEÑOR--. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: ``Conoce al SEÑOR, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande--declara el SEÑOR-- pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado” (Jeremías 31.31-35).  
"He aquí, los reuniré de todas las tierras a las cuales los he echado en mi ira, en mi furor y con gran enojo, y los haré volver a este lugar y los haré morar seguros. 38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios; 39 y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. 40 Haré con ellos un pacto eterno, por el que no me apartaré de ellos, para hacerles bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí. 41 Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma" (Jeremías 32:37-41). 
"Y haré con ellos un pacto de paz; será un pacto eterno con ellos. Y los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. 27 `Mi morada estará también junto a ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 28 `Y las naciones sabrán que yo, el SEÑOR, santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre" (Ezequiel 37:26-38)
Rescatando la descripción que da el Apóstol Pablo, el Antiguo Pacto (la Ley de Moisés: los 10 mandamientos y las leyes, estatutos  y ordenanzas dadas a Moisés para el pueblo de Israel y su descendencia), resultaría dificultoso para ésta época en la que las Buenas Nuevas deben ser llevadas a todas las naciones. El Antiguo Pacto tendría 'defecto', sería 'débil' o 'inutilizable', por así decirlo, para acoplarse a los contextos y cuestiones sociales, geográficas, y contemporáneasEl Nuevo Pacto es, en ese sentido, mejor, no porque haya tenido algo mal, sino porque se acopla mejor a todo lo que necesitamos ahora en la voluntad de Dios a nivel global. Y ahora, nos dice Dios, que Cristo es su hijo amado y a Él debemos escuchar.
"Ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútil 19 (pues la Ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no fue sin juramento, 21 pues en verdad ellos llegaron a ser sacerdotes sin juramento, pero El por un juramento del que le dijo: El Señor ha jurado y no cambiara 'Tu eres sacerdote para siempre', por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto" (Hebreos 7:18-22).   
El Nuevo Pacto NO es exactamente igual que al Antiguo Pacto. Los cristianos no somos judíos. Los cristianos no tenemos el Tabernáculo. Los cristianos no vivimos en una teocracia civil, sino en una espiritual. La leyes de Dios, sus mandamientos, Él los escribe en nuestro corazón, no en tablas de piedra.
"El mandamiento anterior", como lo describe Pablo, queda atrás. Cristo vino a liberar a la humanidad del yugo de la Ley, y el yugo de Cristo es fácil y ligero de llevar. No estamos sin ley, sino bajo la ley de Cristo (Romanos 8.2; Gálatas 6:2; 1 Corintios 9:21), la cual, no pide que hagamos sacrificio, sino misericordia, y ahora nos permite recoger incluso en el día sábado: 
"En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los fariseos, le dijeron: 'He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo'.  
Pero él les dijo: '¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la Ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?' Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa: 'Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo'." (Mateo 12:1-8).
Jesús también dijo: "El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo" (Marcos 2:27) .
"Aceptad al que es débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones. 2 Uno tiene fe en que puede comer de todo, pero el que es débil sólo come legumbres. 3 El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado. 4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae, y en pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie. 5 Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir. 6 El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; 8 pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. 9 Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos. 10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios. 11 Porque está escrito: Vivo yo -- dice el SEÑOR -- que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua alabará a Dios. 12 De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo. 13 Por consiguiente, ya no nos juzguemos los unos a los otros, sino más bien decidid esto: no poner obstáculo o piedra de tropiezo al hermano" (Romanos 14:1-13).   
"¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive? 2 Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. 3 Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre. 4 Por tanto, hermanos míos, también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. 6 Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra"  (Romanos 7:1-6). 
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19). 
“De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevamos a Cristo... pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3.24-25).   
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4).    
“Si por la Ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21)
“Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4).  
“El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14).