David Wilkerson dijo "la última estrategia del diablo para engañar a los creyentes es hacerles dudar la fidelidad de Dios en responder nuestras oraciones. . . sin querer blasfemar, multitudes de gente de Dios puede escucharse quejándose, "Yo oro, pero no recibo respuestas. He orado mucho, muy fuerte, sin ningún resultado. . . ¿hasta cuando he de esperar?".
Pues bien, no es que Dios no sea fiel en respondernos. Tampoco es que Dios no OIGA. Debemos ser muy cuidadosos de NO acusar a Dios (como lo hizo Job) de ser indolente, y despreocupado de nuestras necesidades y peticiones. Job, en medio de su aflicción, se quejó diciendo, "Clamo a ti, y no me respondes; me pongo en pie, y no me prestas atención" (30:20). Su visión de la fidelidad de Dios estaba nublada por sus dificultades presentes, y terminó acusando a Dios de haberle olvidado. Dios lo reprendió severamente por ello, haciéndole ver que no era así; y Job terminó retractándose, diciendo "He declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía. Escucha ahora, y hablaré; te preguntaré y tú me instruirás. Había sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza" (Job 42:3-6).
Dios siempre está atento a TODOS los seres humanos (Salmos 33:15), y SIEMPRE oye y está dispuesto a mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón perfecto para con él (2 Crónicas 16:9). Pero, como dijo Andrés Corso, ¿sabían ustedes que la Biblia enseña que hay oraciones que son simplemente una perdedera de tiempo? Muchos podrían estar orando una hora y aún así, Dios no escucharía su oración, porque Él ya ha declarado y advertido.cuáles son en esas oraciones que Dios no escucha. . .
LA BIBLIA NOS DICE:
1. La oración no sirve cuando oramos para agradar al hombre, para que la gente nos vea - Jesús enseñó al respecto: "»Cuando ores, no hagas como los hipócritas a quienes les encanta orar en público, en las esquinas de las calles y en los templos religiosos donde todos pueden verlos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que esa. 6 Pero tú, cuando ores, apártate a solas, cierra la puerta detrás de ti y ora a tu Padre en privado. Entonces, tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará" (Mateo 6:6-8 NTV). El Apóstol Pablo escribió: "¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gálatas 1:11). Y escrito está: "Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (Isaías 30:15).
2. La oración no sirve cuando rezamos o recitamos repeticiones sin entendimiento - Jesús dijo: "Cuando ores, no parlotees de manera interminable (no usen vanas repeticiones ni hagan palabrería), como hacen los paganos (los seguidores de otras religiones); porque ellos piensan que sus oraciones recibirán respuesta sólo por decirlas una y otra vez. No seas como ellos, porque tu Padre sabe exactamente lo que necesitas, incluso antes de que se lo pidas" (Mateo 6:7-8; NTV). Irónicamente, muchos religiosos han memorizado la llamada oración del "Padre Nuestro" con la idea de que es un rezo casi mágico que Dios automáticamente escuchará (y mejor si se repite varias veces).
Cristo enseñó justo lo contrario: Él no quiere que la gente repita por repetir porque Dios no responde las repeticiones vanas que son carentes de entendimiento y fingidas. Jesús dio un modelo de oración como un patrón a seguir una oración con una estructura definida: dirigir nuestra oración al Padre Celestial, adorar a Dios, orar porque se haga el plan de Dios en nuestras vidas y en el mundo, no el nuestro; pedir las cosas que necesitamos; confesar nuestros pecados y dejarlos atrás, perdonar a otros como Dios nos ha perdonado, y suplicar la victoria sobre el pecado y la protección sobre todos los males del enemigo.
Lamentaciones 2:19 y Salmos 62:8 nos dicen que Dios quiere que nuestra oración venga desde el alma, derramándose desde nuestro corazón, con palabras que vengan de allí: de lo más interno de nosotros. Nuestra oración debe tener un entendimiento sincero y consciente de lo que decimos y pedimos porque lo que es falto de entendimiento se deja de lado (Oseas 4:6).
3. La oración no es efectiva cuando en nuestras vidas hay pecado del cual no estamos dispuestos a arrepentirnos - La Escritura promete "todo aquel que invoque el nombre del SEÑOR será salvo" (Joel 2:32; Rom. 10:13), pero agrega: "Mas el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: 'Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo'" (2 Timoteo 2:19).
El salmista sabía que el aferrarse al pecado no era compatible con la búsqueda de Dios; por tanto, escribió: "Si en mi corazón hubiese yo atesorado la iniquidad (si no hubiese confesado mi pecado), el Señor no me habría escuchado" (Salmos 66:18; RV 1960 / NTV). Jesús dijo que no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, y no podemos pretender esconder nuestros pecados ante Dios. No hay nada oculto para Él. Por tanto, Salomón, hijo de David escribió: "El que encubre sus pecados, no prosperará: Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13). En el libro del profeta Isaías se lee: "¡Escuchen! El brazo del Señor no es demasiado débil para no salvarlos, ni su oído demasiado sordo para no oír su clamor (no es que Dios no pueda contestar la oración); son los pecados de ustedes los que le han separado de Dios. A causa de esos pecados, Él se alejó y ya no los escuchará" (Isaías 59:1-2; NTV). Asimismo, Dios nos dice que Él se dará la vuelta si no nos arrepentimos primero cuando acudimos a Él: "Me iré y volveré a Mi lugar Hasta que reconozcan su culpa y busquen Mi rostro; en su angustia Me buscarán con diligencia" (Oseas 5:15).
Y también: "Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:14).
El salmista sabía que el aferrarse al pecado no era compatible con la búsqueda de Dios; por tanto, escribió: "Si en mi corazón hubiese yo atesorado la iniquidad (si no hubiese confesado mi pecado), el Señor no me habría escuchado" (Salmos 66:18; RV 1960 / NTV). Jesús dijo que no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, y no podemos pretender esconder nuestros pecados ante Dios. No hay nada oculto para Él. Por tanto, Salomón, hijo de David escribió: "El que encubre sus pecados, no prosperará: Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13). En el libro del profeta Isaías se lee: "¡Escuchen! El brazo del Señor no es demasiado débil para no salvarlos, ni su oído demasiado sordo para no oír su clamor (no es que Dios no pueda contestar la oración); son los pecados de ustedes los que le han separado de Dios. A causa de esos pecados, Él se alejó y ya no los escuchará" (Isaías 59:1-2; NTV). Asimismo, Dios nos dice que Él se dará la vuelta si no nos arrepentimos primero cuando acudimos a Él: "Me iré y volveré a Mi lugar Hasta que reconozcan su culpa y busquen Mi rostro; en su angustia Me buscarán con diligencia" (Oseas 5:15).
Y también: "Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:14).
En Juan 9:31 se nos dice: "Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace su voluntad, a éste oye" (RV 1960). Además de esto, Jesús nos enseña que el pecado de no perdonar impide nuestra oración, por ello manda: "cuando estés orando, perdona si tienes algo contra alguien, para que también tu Padre que está en los cielos te perdone tus transgresiones. Pero si tú no perdonas, tampoco tu Padre que está en los cielos perdonará tus transgresiones" (Marcos 11:25-26; Mateo 6:14).
Si dejamos nuestro pecado y nos volvemos hacia Dios por medio de Cristo, Él nos justifica (nos declara justos) y la Escritura nos promete que "Los ojos del SEÑOR están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor" (Salmos 34:15). Debemos pedir como David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmos 51:10).
Si dejamos nuestro pecado y nos volvemos hacia Dios por medio de Cristo, Él nos justifica (nos declara justos) y la Escritura nos promete que "Los ojos del SEÑOR están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor" (Salmos 34:15). Debemos pedir como David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmos 51:10).
4. La oración no sirve cuando atesoramos algún ídolo en nuestro corazón por encima de Dios - Jeremías 17:9-10 dice: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el SEÑOR, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras". Dios mismo, que conoce que los ídolos pueden ser desde esculturas, hasta el dinero, dijo: «Hijo de hombre, estos líderes han levantado ídolos en su corazón. Se han entregado a cosas que los harán caer en pecado. ¿Por qué habría de escuchar sus peticiones? (Ezequiel 14:3 NTV). Dios advierte: "Serán vueltos atrás (rechazados) y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses" (Isaías 42:17).
5. La oración no sirve cuando pedimos algo que está en contra de la voluntad de Dios - La voluntad de Dios es “buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2), por eso es que en el Nuevo Testamento se nos dice: "Y esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, El nos oye" (1 Juan 5:14). Es por esto, que, al mismo tiempo, si pedimos algo que no es del agrado de Dios, Él no nos oirá. Por eso debemos saber cuál es Su voluntad, y pedir precisamente eso. Lo que sea "malo, desagradable e incorrecto" ante Sus ojos, no nos será concedido. En los Evangelios, se narra un ejemplo, cuando después de que rechazaron a Jesús en una aldea, sus discípulos "viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces dándose la vuelta Él [Jesús], los reprendió, diciendo: Ustedes no saben de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea" (Lucas 9:52-56). Job, en su aflicción, le pidió a Dios que le quitase la vida. ¿Qué hubiese pasado si Dios le hubiera respondido su oración? - Es por eso que Eclesiastés 5:2 nos advierte, "No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras".
6. La oración no sirve cuando oramos de forma egoísta y egocéntrica sin importarnos los demás - Santiago escribió que hay personas que "no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios...". Muchos no reciben de Dios simplemente porque no oran; porque no piden. Pero Santiago continuó diciendo que además hay quienes: "...aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer" (Santiago 4:2-3). Dios no aprueba los deseos de nuestro ego. Jesús dijo a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lucas 9:23).
7. La oración no sirve cuando no creemos, o cuando dudamos que Dios vaya a responder - La Biblia nos dice que hay que pedir sabiendo que "Dios... da a todos abundantemente y sin reproche...", pero en el mismo pasaje nos advierte: "pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor" (Santiago 1:6). La incredulidad nos estorba y nos impide recibir la petición que hacemos en nuestra oración, por eso Hebreos 11:6;11 nos enseña: "Sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que Él recompensa a quienes lo buscan... la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Jesús dijo: "Si puedes creer, al que cree todo es posible" (Marcos 9:23), "conforme a tu fe sea hecho" (Mateo 9:29; Mateo 15:28), y"no seas incrédulo, sino creyente" (Juan 20:27). Y además, agregó: "Tengan fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar, y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que las recibirán (crean que ya las han recibido; que Dios ya las ha respondido), y les serán concedidas" (Marcos 11:22-24).
Dios tampoco nos va a dar algo malo en lugar de algo bueno. Jesús nos enseñó a confiar en el Padre Celestial, explicando: "»Ustedes, los que son padres, si sus hijos les piden un pescado, ¿les dan una serpiente en su lugar? O si les piden un huevo, ¿les dan un escorpión? ¡Claro que no! Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan»" (Lucas 11:11-13 NTV).
8. La oración no sirve cuando negamos la ayuda a los pobres o necesitados que podemos ayudar - A través del Rey Salomón, el Espíritu Santo de Dios escribió: "El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta" (Proverbios 21:13). Dios nos conforta con su amor y paz por medio de la oración, pero, "el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en Él? ( 1 Juan 3:17). Jesús, por tanto, nos dijo, "A todo el que te pida, dale" (Lucas 6:30) "y al que desee pedirte prestado" (Mateo 5:42)
9. La oración no sirve cuando tenemos un corazón arrogante, sin humildad, ni temor de Dios - "Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo conoce de lejos" (Salmos 138:6). "Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (Salmos 51:17). Dios dijo al profeta: "a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra" (Isaías 66:2).
Asimismo, el Evangelio en Lucas nos dice: "...Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. »En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. Les digo que fue este pecador —y no el fariseo— quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados»." (Lucas 18:9-14 NTV).
Debemos reconocer nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios. Debemos saber que no merecemos todas las buenas dádivas que Él nos da, que "no somos dignos de que Él entre a nuestra casa", que todo lo que recibimos de Él es por gracia, y que por Su misericordia no hemos sido consumidos (Lamentaciones 3:22-33). Dios no tiene la obligación de escuchar nuestra oración. Él nos escucha porque en Su amor y misericordia quiere librarnos y por ello Jesús nos dice: "Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:28 RV 1960)
10. La oración caprichosa o de berrinche tampoco sirve - Eclesiastés 3:1 nos dice que "Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo", pero muchas veces, oramos que las cosas se den a nuestro tiempo. A veces hemos orado una vez o dos veces por alguna cuestión, y pensamos que esto ha sido suficiente para que Dios nos responda, pero por alguna razón, parecería que Dios forma tu paciencia por medio de pruebas. Santiago 1:3 dice que no debemos tener tristeza de ello, sino que tengamos "por sumo gozo" el estar en un prueba de fe, pues "la prueba de su fe produce paciencia (perseverancia)". Es un hecho que Dios tiene sus métodos "para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos" (Dt. 8:2) y Él ve nuestro compromiso por medio la insistencia con la que acudimos a Él en la oración. Dios no concede caprichos efímeros ni antojos faltos de seriedad. Él responde fielmente a quienes le buscan en serio. Dios no quiere que nuestra oración sea tibia, sino caliente - ferviente. Dios desecha lo que es tibio (Lc 11:23; Apocalipsis 3:16). Jesús nos enseñó que por ello nuestra oración debe ser insistente y continua. Jesús les enseñó a sus discípulos la necesidad de "orar siempre y no desmayar" (Lucas 18:1), y otros versículos hablan sobre la necesidad de "orar en todo tiempo" y "velad con toda perseverancia y súplica..." (Efesios 6:18) y "perseverad en la oración" (Colosenses 4:2,12).
Al respecto, enseñó la Parábola de la viuda y el juez injusto: "Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. 3 Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: ``Hazme justicia de mi adversario. 4 Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: ``Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, 5 sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia. 6 Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?" (Lucas 18:2-8).
Si la viuda se hubiese dado por vencida, no hubiera recibido su petición del juez injusto, pero ella era insistente, y Jesús nos llama a ser como la viuda. Aunque ya hayamos pedido a Dios algo, debemos pedir, y pedir, y pedir con fe, hasta recibirlo, y no desmayar; no dejar de pedir. Jesús nos dice que hay que hacerlo dentro y fuera de tiempo (como Jesús enseña en La parábola del amigo inoportuno, en Lucas 11:1-13) hasta que se vuelva un hábito omnipresente en nuestras vidas, como lo fue en la de los antiguos.
Para que el
ciego de Betsaida fuese sanado, Jesús mismo tuvo que orar dos veces seguidas
hasta que el hombre recibió la vista (Marcos 8:22-38). Y antes de ser entregado a los romanos, Jesús
hizo una misma petición, tres veces distintas, pidiendo que de cualquier manera
se hiciera la voluntad del Padre (Mateo 26: 39-44). Jacob luchó durante
toda una tarde, hasta la madrugada, insistiendo en recibir su bendición de
parte de un ángel de Dios (Génesis 32:22-30). El salmista escribió: "Ten piedad de mí, oh Señor, porque a ti clamo todo el día" (Salmos 86:3). Elías oró a Dios siete veces hasta que volvió a descender lluvia en la tierra seca de
Samaria (1 Reyes 18:41-46). Los Apóstoles
y miembros y miembros de la primera iglesia oraron durante alrededor de diez días
antes de recibir el bautismo en el Espíritu Santo en el Aposento Alto donde estaban todos juntos “unánimes en la oración” (Hch. 1 & 2). Jeremías también escuchó palabra del Señor hasta diez días después de que comenzó su petición en
oración de intercesión por su pueblo (42:1-7), y Daniel, que oraba en su lugar secreto tres veces al día, estuvo
orando a Dios durante veintiún días antes de que el ángel Gabriel se le apareciera y le diera el significado de la visión que había tenido (Daniel 10).
Las palabras que el ángel dio a Daniel son muy reveladoras: "desde el primer día en que te propusiste en tu corazón entender y humillarte delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y a causa de tus palabras he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso por veintiún días, pero he aquí, Miguel, uno de los primeros príncipes, vino en mi ayuda, ya que yo había sido dejado allí con los reyes de Persia" (Daniel 10:12-13). Desde el momento en que empezamos a orar, dispuestos a entender los caminos de Dios y humillados ante Él, Dios escucha nuestra oración; pero a veces hay una guerra espiritual (Efesios 6:12) que obstaculiza la manifestación física de nuestra respuesta. Aún así, no debemos dudar.
11. La oración no es efectiva cuando nosotros nos negamos a hacer lo que nos corresponde - Hay creyentes que esperan que por medio de sus oraciones, Dios haga literalmente todo. No obstante, Dios hay dado su Palabra para mostrarnos lo que nos corresponde hacer. Dios nos mandado a hacer ciertas cosas agradables a Él, pero muchos creyentes lanzan sus peticiones mientras se sientan con los brazos cruzados y piensan, "Dios tiene todo el poder, yo no voy a hacer nada, así que simplemente me voy a sentar y dejar que Él lo haga todo por mí". Aunque no podemos hacer nada sin Dios, cuando Dios está en nuestra vida Él nos manda a hacer cosas y nos dice que nos corresponde a nosotros hacerlos dependiendo de Él. Esto no significa deslindarnos de nuestras responsabilidades. Los creyentes que no quieren hacer nada es como si dijeran: "Yo no tengo que hacerlo; que Dios lo haga". Debemos ser cuidadosos de no tentar a Dios. No debemos ignorar las instrucciones que Él nos ha dado (Salmos 66:18-20).
El Pentateuco contiene ejemplos claros donde se nos enseña que no es coherente levantar nuestras manos a Dios en oración si no estamos dispuestos a sacarlas de nuestros bolsillos. No es coherente ante Dios estar orando porque Él levante los muros, si nosotros no estamos dispuestos a levantar un dedo. Mientras los Israelitas salían de Egipto, "los egipcios marchaban tras ellos; entonces los hijos de Israel tuvieron mucho miedo y clamaron al SEÑOR" (Ex. 14:10). Mientras los israelitas estaban quietos, Moisés les animó a confiar en el Señor y le invocó clamando. Pero "entonces dijo el SEÑOR a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? (¿Por qué me invocas con esos gritos?). Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha (que reanuden la marcha). Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie" (Éxodo 14.15-16 RV-1960 / NTV).
Tampoco es coherente arrodillarnos si no estamos dispuestos a mover los pies a donde Dios nos diga que vayamos. Tenemos que movernos cuando Él nos dice que lo hagamos. Josué, cuando tomó el liderazgo de Irael, pasó toda una noche postrado y lamentándose por la batalla que había perdido Israel, hasta que Dios le levantó, diciendo: "¡Levántate! ¿Por qué te has postrado rostro en tierra? Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les ordené. . . ¡levántate!, consagra al pueblo y di: 'Consagraos para mañana, porque así ha dicho el SEÑOR, Dios de Israel: 'Hay anatema en medio de ti, oh Israel. No podrán hacer frente a sus enemigos hasta que ustedes quiten al anatema de en medio de ustedes" (Josué 7:10-13).
Dios nos dice cómo construir el arca, pero luego nos manda a poner manos a la obra. Al orar, no podemos acudir a Dios con la pretensión de que Él haga lo que Él nos está diciendo que hagamos nosotros. Desde la Creación, Dios ha asignando diferentes tareas al ser humano y ha dicho al hombre que éste se ganararía el pan de cada día con el sudor de su frente. Dios provee, pero también nos manda ser trabajadores, y dice: "Ve, mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos, y sé sabio. La cual sin tener jefe, ni oficial ni señor, prepara en el verano su alimento, y recoge en la cosecha su sustento. ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para descansar, y vendrá como vagabundo tu pobreza, y tu necesidad como un hombre armado" (Proverbios 6:6-11).
Esta realidad sigue vigente en el Nuevo Testamento, donde el Apóstol señala incluso: "aun cuando estábamos con ustedes les ordenábamos esto: Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma" (2 Tesalonicenses 3:10). El flojo no tiene derecho a culpar a Dios de no escuchar sus oraciones, porque el flojo no está escuchando el llamado de Dios a trabajar en obediencia.
El mismo Dios que nos manda a labrar la Tierra, dijo a Jeremías 4.3: "Rompan la tierra no labrada, y no siembren entre espinos". Él nos manda a obedecer sus mandatos y a no hacer lo malo. Él nos llama a hacer lo bueno que esté dentro de las capacidades y facultades que Él nos ha dado. Si estamos orando, por ejemplo, por un milagro financiero, no podemos esperar que los billetes caigan físicamente desde el cielo. Deuteronomio 8:12 dice: "Antes acuérdate de Jehová tu Dios; porque Él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día". Si oramos por un milagro de una enfermedad, debemos saber que "servimos a un Dios de milagros", pero no debemos desentendernos de las responsabilidades bíblicas que los cristianos deben tener en el cuidado de su salud y alimentación. Lanzarnos desde el techo y esperar que Dios que nos salve es tentar a Dios a la manera de Satanás (Mateo 4:6-7).
Él nos manda a dar buenas obras para glorificar Su nombre, y si nos manda a hacerlo, es por que ha puesto en nosotros la facultad de hacer lo bueno por medio de Su Espíritu. Él no nos ha dejado imposibilitados. Por tanto, no tenemos pretexto. Santiago 4:17 nos dice que "a aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado". No podemos decir: "Si Dios quiere que me bañe, que Dios me bañe". Ciertamente Dios quiere que nos bañemos pero Él no va a hacer lo que nos manda a hacer. Él nos guía y nos da la fuerzas para hacerlo, pero no debemos ser negligentes a su mandato de hacer lo bueno, y no debemos pensar que si oramos nos deslindamos de las responsabilidades que Él nos ha dado.
Él nos manda a dar buenas obras para glorificar Su nombre, y si nos manda a hacerlo, es por que ha puesto en nosotros la facultad de hacer lo bueno por medio de Su Espíritu. Él no nos ha dejado imposibilitados. Por tanto, no tenemos pretexto. Santiago 4:17 nos dice que "a aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado". No podemos decir: "Si Dios quiere que me bañe, que Dios me bañe". Ciertamente Dios quiere que nos bañemos pero Él no va a hacer lo que nos manda a hacer. Él nos guía y nos da la fuerzas para hacerlo, pero no debemos ser negligentes a su mandato de hacer lo bueno, y no debemos pensar que si oramos nos deslindamos de las responsabilidades que Él nos ha dado.
No podemos exigirle a Dios darnos "por derecho", cosas que, primero que nada, no nos merecemos. Dios no tiene la obligación de conceder nuestras oraciones. Nadie puede exigirle a Dios. Nosotros tenemos la obligación de aceptar que "nos conviene cumplir toda justicia" (Mateo 3:15) y a hacer lo bueno delante de sus ojos, y no quedarnos sentados en un sillón viendo televisión, porque Dios nos dice: "No ames el sueño, no sea que te empobrezcas; abre tus ojos y te saciarás de pan" (Proverbios 20:13).
12. La oración no sirve cuando estamos tratando de mala manera a nuestro prójimo o familiares - Un ejemplo se halla en el Antiguo Testamento, cuando los israelitas religiosos ayunaban y oraban, y pretendían "buscar a Dios", pero, al mismo tiempo maltrataban a sus trabajadores y peleaban y disputaban con su prójimo. Dios dejó claro que detestaba esa actitud y no escucharía ese tipo de oraciones (Isaías 58:1-4).
En el Nuevo Testamento, Jesús nos llamó a no estar peleados con nadie cuando lleváramos nuestra ofrenda de oración a Dios (Mateo 5:23-25), y Él mismo condenó a los fariseos hipócritas porque, a pesar de hacer largas oraciones, éstos se aprovechaban de gente indefensa como las viudas (Mateo 23:14). También se le dice a los esposos: "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas [sus esposas] sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 Pedro 3:7), y, agrega: "si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo" (1 Timoteo 5:8). Por tanto, no sirve de nada orar si en nuestro corazón atesoramos la amargura hacia los demás - "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. 14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" (Hebreos 12:15). "Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda" (1 Timoteo 2:8)
Jesús, en Juan 15:7-12, dijo: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. 12 Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado".
12. La oración no es efectiva cuando nos rehusamos a entregarle todo a Dios - Andrés Corson explica que hay una gran diferencia entre "entregar nuestras cargas a Dios" y "hablar acerca de ellas". Proverbios 1:7 dice que "El necio no se deleita en la prudencia, sino sólo en revelar su corazón", y a veces es lo único que algunos hacen al orar. Pero la Biblia nos exhorta a entregar todo sin reservas ante Dios. No debemos olvidar que, por sobre todas las cosas, tenemos un mandato máximo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente" (Lucas 10:27). La oración es un momento especial para amar totalmente a nuestro Señor. Y el Señor nos dice: "Yo amo á los que me aman; Y me hallan los que madrugando me buscan" (Proverbios 8:17). Y también nos dice por medio del profeta: "Me invocaréis, y vendréis a rogarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón. Me dejaré hallar de vosotros--declara el SEÑOR..." (Jeremías 29:12-14). Él nos anima a confiar, exhortándonos: "Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque Él cuida de ustedes" (1 Pedro 5:7 NTV). La oración no es tiempo para estar afanados con las actividades terrenales, como hacía Marta; es tiempo para estar esperando a los pies de Jesús, como su hermana María. Santiago 5:14 dice: "¿Sufre alguno entre vosotros? Que haga oración". Filipenses 4:6 dice: "Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios". Jesús nos dice que veamos a las aves y a las flores, y nos recuerda que no hay que quedarnos con nuestros afanes y preocupaciones... "Porque vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:26-33 RVR1960).
PIDE EN SU NOMBRE CON FE
JESÚS nos promete que recibiremos todo lo que pidamos en Su nombre: "Y todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré" (Juan 14:13); "Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:22). No obstante, "pedir en nombre de Jesús" no es meramente decir lo que queremos y agregar la frase "en el nombre de Jesús", como si se tratase de una frase mágica. Pedir en SU nombre implica orar en línea con Su Espíritu y con la voluntad de Dios, haciendo lo que Jesús nos dice. Si estamos orando con una actitud que no agrada a Dios, es claro que la infidelidad viene de parte de nosotros, no de Dios. Dios es siempre fiel en todas y cada una de sus promesas.