La
Trinidad del Ser Humano: Cuerpo, Alma y Espíritu
La
doctrina acerca de la trinidad del hombre es
sostenida
por los teólogos a
partir en los siguientes pasajes de la Biblia:
1
Corintios 15:44
Si hay
un cuerpo natural [sōma
psychikon],
hay también un cuerpo espiritual
[sōma
pneumatikon].
45 Así también está
escrito: El primer HOMBRE, Adán, fue hecho alma
viviente [psychēn
zōsan], el
postrer Adán,
espíritu vivificante [pneuma
zōopoioun].
1
Tesalonicenses 5:22 Absteneos de toda especie de mal.
23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu [pneuma],
alma [psychē]
y cuerpo [sōma],
sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo.
Hebreos
4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma [psychēs]
y el espíritu [pneumatos],
las coyunturas y los tuétanos [partes
del cuerpo],
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
En
estos versículos, percibimos que de forma notoria se nos dice que
“todo nuestro ser” engloba tres partes: el alma, cuerpo y
espíritu. Pero para entender mejor la definición, relación y
distinción entre estos conceptos y todo lo relacionado con ellos, es
necesario escudriñar las Escrituras a profundidad y sobre todo pedir
la guía y el entendimiento de Dios al respecto. En este estudio,
buscamos explorar algunos de los versículos bíblicos que nos ayudan
a entender el significado de estas verdades reveladas.
1. El
cuerpo
El
aspecto más evidente de nuestra existencia es que “hay un
cuerpo natural” (1 Corintios 15:44) que consiste en la
materia física o visible de nuestro organismo viviente.
Cuando Dios creó a las plantas y a los animales, les dio también un
cuerpo material, que evidentemente es distinto al del ser humano (1
Corintios 15:39). El cuerpo del ser humano es tan particular y
superior, que en el día sexto de la Creación, Dios tomó del polvo
de la tierra para crear el cuerpo del primer ser humano, y al soplar
en él, le dio aliento de vida proveniente de Él para que éste
pudiera vivir (Génesis 2:7, Job 33:4).
Desde
el principio, Dios diseñó al ser humano conforme
a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27,
5:1-2; Mateo 19:4, Marcos 10:6).
Sin embargo,
Dios
no sólo creó
a los primeros seres humanos, Adán
y Eva. La
Biblia nos hace pensar
que Dios mismo sigue siendo
el autor intelectual
presente en el proceso de formación del
bebé humano en
el vientre de la
madre (Salmos 139:14-15, Isaías
49:1, Gálatas 1:15). Por
esta razón David escribió: “Te
alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho;
maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien”
(Salmos 139:13).
“
En
un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen
la misma función”
(Romanos 12:4).
Cada parte
tiene una función específica y determinada
y ninguna parte es
irrelevante,
inútil
o
resultado de una
casualidad (1
Corintios 12:14-26).
Todas las
partes del cuerpo,
los
sistemas internos, los
órganos, los tejidos y
las células tienen cada
cual
una
función y propósito
en particular designado
y pensado por
Dios (Proverbios
16:4).
Para
comunicarnos y
desenvolvernos en el
mundo exterior, Dios
nos dotó con la
percepción a través
de por lo menos cinco
grandes sentidos
con
los cuales tenemos la capacidad de recibir
las experiencias del exterior al oír,
ver, oler, saborear y sentir.
De igual forma, Dios
también nos revela a
través de la Escritura
que
Él tiene la la capacidad de oír, ver, oler y sentir todas las cosas
que ocurren en la
Creación en que vivimos
(Salmos 94:9-11,
Proverbios 15:3,
Romanos 1:20).
1.1.1.
Soma (El cuerpo o templo físico)
El
cuerpo, tal y como Dios lo creó, es bueno en su totalidad (Génesis
1:31; 1 Tim. 4:4) y está destinado a ser el
Templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17)
o el Tabernáculo de Dios.
Esto implica que con nuestra
boca, oídos, manos y pies, debemos buscar servir
a Dios en
la totalidad de nuestros
actos, cuidando el cuerpo
como un lugar propicio
para que resida dentro de él
la presencia de Dios y lo
que proviene de la voluntad de Dios en
nuestras vidas, dado que
“nuestro
cuerpo
[soma]
es templo
del Espíritu Santo” (1
Corintios 6:19).
El
término “cuerpo” es aquí traducido a partir de la
raíz griega “sōma”
(σῶμα) que aparece 142
veces en el Nuevo Testamento (NT) y se
refiere en general a
la
forma o
manifestación física
de
nuestra existencia material
en la Tierra.
Es también de esta palabra
de donde se deriva la palabra “somático” que se refiere a lo
relativo o propio del cuerpo en
el área de la medicina. Su
equivalente en hebreo es la palabra “basar” (בָּשָׂר),
el cual aparece 270 veces en
el Antiguo Testamento (AT).
La
Biblia señala que aquellos
que han rechazado a Dios, deshonran sus cuerpos cuando cometen actos
impuros o inmorales desagradables ante Dios (Romanos 1:24);
sin embargo, aquellos que
han sido justificados y santificados por Jesús, han entregado sus
cuerpos
[sōmata]
como miembros
del cuerpo
de Cristo (1
Corintios 6:11, 15). En
este sentido, todo ser
humano está exhortado a
"presentar
su
cuerpo
[sōmata]
como sacrificio
vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro
culto racional"
(Romanos 12:1), para
"glorificar
a Dios con vuestros
cuerpos”
(1 Corintios 6:19).
Ocurrencia de palabras
traducidas como “cuerpo” o “cuerpos” a partir de los
manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
-
σῶμά
(sōma): Mat. 5:29-30, 6:22-23, 6:25, 10:28, 26:26, 27:58,
27:59, Mc. 14:8, 14:22, 15:43, Lc. 11:34, 11:36, 12:23, 17:37,
22:19, 23:52, 23:55, 24:3, 24:23, Jn. 19:38, 19:40, 20:12, Hch.
9:40, Ro. 4:19, 6:6, 8:10, 12:5, 1 Co. 6:13, 6:16, 6:18, 6:19, 9:27,
10:17, 11:24, 11:29, 12:12, 12:14, 12:17, 12:19, 12:20, 12:24,
12:27, 13:3, 15:37-38, 15:44, Ef. 1:23, 4:4, 4:16, Fi. 3:21, Col.
2:17, 2:19, 1 Tes. 5:23, He. 10:5, 10:22, St. 2:26, 3:2-3, 3:6
-
σώματι (sōmati): Mat.
6:25, 5:29, 12:22, Ro. 6:12, 12:4, 1 Co. 5:3, 6:13, 6:20, 7:34,
12:18, 12:25, 15:35, 2 Co. 4:10, 5:6, 12:2-3, Ga. 6:17, Ef. 2:16,
Fi. 1:20, 3:21, Co. 1:22, Co. 3:15, He. 13:3, 1 Pe. 2:24
-
σώματα (sōmata): Mt.
27:52, Jn. 19:31, Ro. 1:24, 8:11, 12:1, 1 Co. 6:15, 15:40, Ef. 5:28,
He. 13:11
-
σώματός (sōmatos):
Mat. 6:22, 26:12, Lc. 11:34, Jn. 2:21, Ro. 7:4, 7:24, 8:13, 8:23, 1
Co. 6:18, 7:4, 10:16, 11:27, 12:12, 12:15-16, 12:23, 2 Co. 5:8,
5:10, 12:2-3, Ef. 4:12, 4:16, 5:23, 5:30, Col. 1:18, 2:11, 2:23, He.
10:10, St. 2:16, St. 1:9
1.1.2.
Sarx (La carne o cuerpo orgánico)
Nuestro
cuerpo, referido
coloquialmente como “carne
y huesos” y
figurativamente como “coyonturas y tuétanos” en Hebreos
4:12, es
un
organismo que
tiene sensaciones y
percepciones físicas que Dios diseñó de
forma inteligente y quiere
que dominemos de forma
sabia, responsable,
y controlada
(Gálatas 5:23). En
este sentido es que usamos
el término “carne”
que proviene del
griego “sarx”(σάρξ)
y
en
algunos
casos también
es tomado
como
sinónimo
de un
“cuerpo”
con
alma
(Gá. 4:13),
un
“organismo
viviente”
o
una
“vida”
humana
ligada
a
su forma
corpórea
en
la Tierra.
Este
término, que ocurre 149 veces en el NT,
puede incluso
usarse
para hablar de
organismos de animales que se mueven (Ap.
19:18)
pues
la
Biblia nos dice que “no
toda carne es la misma carne, sino que una es la de los hombres, otra
la de las bestias, otra la de las aves y otra la de los peces”
(1 Cor. 15:39).
Cuando
se usa en referencia al hombre, el
término “carne”
tiene dos acepciones.
La
raíz “sarx”
y su derivativo común
“sarkos”
pueden
ser neutrales
(positivos
o negativos) puesto
que a
la
carne se
le reconoce la capacidad de
caer en
el pecado (2 Pedro 2:10),
pero también de mantenerse
santa
y pura:
Cristo
mismo nos dio ejemplo de
santidad en el cuerpo, pues
Él era Dios y se hizo “sarx”
o “se
hizo carne”
(Juan 1:14) pero
nunca pecó (2
Corintios
5:21, 1 Pedro
2:22).
Cristo
también enseñó,
por ejemplo,
que es la voluntad de Dios que en el matrimonio los casados trabajen
como si fuesen un mismo organismo
viviente o
equipo en su conjunto: “una
misma carne”
[sarx]
(Mateo 19:6;
cf. Génesis
2:24)
y que quien se casa se
mantenga en santidad de cuerpo [sarx]
(1 Corintios 7:34). Esto
habla también de como el sarx se compone de miembros o partes
físicas que le constituyen.
En
este sentido, el sarx es una carne o cuerpo orgánico: hay
cientos
de funciones biológicas que el organismo realiza sin la intervención
de nuestra voluntad (gracias
al sistema autónomo,
diseñado por Dios), sin
embargo, todas ellas, tarde
o temprano se ven
directamente afectadas por las decisiones que tomamos en la forma de
cuidar nuestro
cuerpo, que no nos pertenece, sino a Cristo,
quien lo compró con su
sangre (1
Corintios 6:19).
La
Biblia reconoce que, desde grandes a pequeños, este organismo tiene
necesidades físicas esenciales para subsistir: descansar, dormir,
comer, tomar agua, arroparse o abrigarse. El mundo secular habla de
“necesidades de supervivencia” pero las
Escrituras le llaman “lo
necesario para el cuerpo”
(Santiago 2:16). Si
las necesidades básicas no son cubiertas, el
cuerpo se va deteriorando.
En parte por esto, a
los cristianos se nos
recuerda que debemos
mostrar
el amor de Dios y
no sólo ocuparnos
de las nuestras necesidades
básicas, sino también
de las de los demás
(Santiago 2:16, 1 Juan 3:17)
y Cristo enfatiza en esto,
enseñando que si hacemos esto, ciertamente tendremos recompensa de
parte de Dios (Mateo 10:42; Mateo 25:35-45).
Nuestro
cuerpo, con el cual conocemos exteriormente
y vivimos
en relación a las
cosas visibles del mundo exterior, tiene
muchas capacidades, pero al mismo tiempo está
limitado a una experiencia sensorial, temporal y finita. Cristo mismo
señaló
que nuestra carne (sarx)
es débil (Mateo
26:41, 14:38). No
somos invencibles ni
hechos de metal: nuestra
carne es
vulnerable, se
debilita, se desgasta, se
enferma, se duele
y
se corrompe porque la misma
materia física de
la cuál está hecha es
susceptible al desgaste del
tiempo y al cambio. El
cuidado
sabio
de
los
aspectos
físicos, la
salud física,
y las cosas exteriores
de
nuestro ser,
aunque
es
bueno si
se hace de
forma
prudente,
nos beneficiará por un
poco de
tiempo (1
Timoteo
4:8)
y
no
debe volverse
la prioridad
de nuestras
vidas ni se
le debe
otorgar
más valor
del
debido, pues
“las
cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”
(2 Corintios 4:18).
A la luz de la eternidad, la
Biblia nos dice que toda
carne [sarx] es
como pasto que hoy está, pero mañana se
seca y marchita (1
Pedro 1:24).
De esta manera, se
nos
recuerda que es
necesario cuidar el
cuerpo
físico que
tenemos en esta vida y
tener moderación, pero
siempre recordando que
es
temporal y
que llegará
un día en el que Dios, conforme
a su promesa, dará
a sus hijos un nuevo cuerpo celestial
que
no
podrá
corromperse
(1
Corintios 15:51-54, 1
Juan 2:17, Romanos
8:23).
Ocurrencia de palabras
traducidas como “carne”, “carnes”, “cuerpo”, “humano”
(en sentido de “organismo” o “vida física”) a partir de los
manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
-
σὰρξ (sarx): Mt.
16:17, 19:5-6, 24:22, 26:41, Mc. 10:8, 13:20, 14:38, Lc. 3:6, 24:39,
Jn. 1:13-14, 3:6, 6:51-56, 6:63, 8:15, 17:2, Hch. 2:17
-
σάρκα (sarka): Mt. 19:5,
Mc. 10:8, Lc. 24:39, Jn. 6:52-54, 6:56, 8:15, Hch. 2:17, Ro. 1:3,
4:1, 8:1, 8:4-5, 8:12, 9:3, 9:5, 11:14, 1 Co. 1:26, 6:16, 10:18, 2
Co. 1:17, 5:16, 10:2-3, 11:18, 4:23, 4:29, 5:24, 6:8, Ef. 5:29,
5:31, 6:5, 6:12, Col. 3:22, 1 Pe. 1:24, Jud. 1:8
-
σαρκὸς (sarkos): Jn.
1:13, 3:6, 17:2, Ro. 6:19, 8:3, 8:5-7, 9:8, 13:14, 1 Co. 5:5, 2 Co.
7:1, Gá. 4:13, 5:16, 5:17, 5:19, 6:8, Ef. 2:3, 5:30, Col. 1:22,
2:11, 2:13, 2:18, 2:23, He. 2:14, 5:7, 9:10, 9:13, 10:20, 12:9, 1
Pe. 3:21, 2 Pe. 2:10, 2 Pe. 2:18, 1 Jn. 2:16, Jud. 1:7, 1:23
-
σάρκας (sarkas): St.
5:3, Ap. 17:16, 19:18, 19:18, 19:18, 19:18, 19:18
1.1.3.
Sarki
(La carnalidad, en
griego)
Si
bien el cuerpo es bueno en su diseño y propósito divino, el
ser humano, al desviarse
de los propósitos originales de
Dios, muchas veces la gente adquiere una tendencia a apegarse
solamente a las
sensaciones
físicas, a las
apariencias,
o a
experiencias materiales que
le causan placer, catarsis o
comodidad en el plano de lo
terrenal. Cuando
esto es lo único que se
busca decimos
que claramente
la persona se vuelve
“carnal” o
se
presenta en ella
lo
que llamamos
“carnalidad”.
Como resultado de
esto, el
ser humano
ha caído en excesos con su
cuerpo a lo largo del tiempo
y se
ha dejado llevar por sus
impulsos físicos, pasiones,
concupiscencias (deseos
incontrolados) o
sensaciones
fisiológicas
de forma epicúrea,
desordenada,
desenfrenada, inmoral
o
irresponsable.
“Pues
el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo
insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y
posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo”
(1 Juan 2:16).
En
el Nuevo Testamento, la idea
de “carnalidad”
se relaciona con
la palabra
griega
“sarki”
que es una derivación de
sarx
de donde se derivan los
conceptos de
“carnal” (Romanos
7:15), “carnales” (1
Pedro 2:11, 1 Corintios 3:3) y
“andar
en la carne”
(Romanos 7:5).
El
Apóstol Pablo expresaba
esto como el
apego excesivo
a la
vida terrenal
o a las cosas de la carne
sin tomar en cuenta la
vida espiritual. Esta
condición natural del ser humano es una tendencia pecaminosa
resultado la caída de Adán y Eva, cuando hubo una separación entre
la humanidad y Dios (Romanos 5:12).
Esta condición carnal es
causante de muchos pecados o
maldades
y no trae nada bueno a
nuestra vida de acuerdo a Romanos 7:18.
El querer comer
glotonamente, el querer sentir excesivo placer, el querer vivir
plácidamente con comodidad
excesiva, el
reírse siempre de
vanidades
sin sentido o
el vivir
lujosamente y
de forma extravagante son ejemplos de comportamientos que provocan
en la persona un estado pecaminoso que Dios no aprueba. La
Biblia también
enseña que quien vive en dicha condición, al
no tomarle en cuenta, se
opone a la ley de Dios (Romanos 7:25)
y no puede agradarle “ya
que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se
sujeta a la Ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que
están en la carne no pueden agradar a Dios”
(Romanos 8:7-8).
Por esto, estamos
llamados a tener dominio propio y a
negar y
crucificar nuestros deseos
mundanos o meramente
carnales cuando
implican excesos que se
oponen a la verdad (Mateo
16:24, Marcos 8:34, Lucas 9:23; Romanos 6:6, Gálatas 5:24,
Colosenses 3:1-3). Las
obras carnales
son enemistad para con Dios
(Gál. 5:16-20).
Pablo habló de los
“pensamientos de la carne”
(dianoiōn sarkos) en
referencia impulsos e
instintos como la ira, la sensualidad, la
codicia y demás pecados
prohibidos en el
Evangelio. Se nos
dice que si somos de Cristo
debemos crucificar
(hacer morir
o suprimir)
esos
deseos de la carne y tener
autocontrol (Gálatas 5:24).
Ocurrencia de palabras
traducidas como “la carne” o “en la carne” (en sentido de
“carnalidad”) a partir de los manuscritos griegos del Nuevo
Testamento:
-
σαρκὶ (sarki):
Ro. 2:28, 7:5, 7:18, 7:25, 8:3, 8:8, 8:9, 8:12, 1 Co. 7:28, 4:11,
10:3, 12:7, Gá. 1:16, 2:20, 3:3, 4:14, 5:13, 6:12-13, Ef. 2:11,
2:15, Fi. 1:22, 1:24, 3:3-4, Col. 1:24, 2:1, 2:5, 1 Ti. 3:16, File.
1:16, 1 Pe. 3:18, 4:1-2, 4:6, 1 Jn. 4:2, 2 Jn. 1:7
-
σαρκικοί (sarkikoi): 1
Cor. 3:3, σαρκικῶν (sarkikōn): 1 Pe. 2:11, σαρκικὰ
(sarkika): 1 Co. 9:11, 2 Co. 10:4
1.2.
El cuerpo como una obra de arte (Ilustración)
Por
poner una ilustración, podemos asemejar al cuerpo a una buena
pintura que se asemeja a un hermoso paisaje y nos debe provocar gozo
de verla y admiración hacia
el pintor que
la creó. La pintura sigue siendo buena y perfecta, pero es
sólo una pintura. Sí fue diseñada por el pintor con un buen
propósito, pero nunca con el propósito de suplantar al paisaje
mismo ni con la posibilidad de revelar la gloria plena o total que
había en el paisaje original. Si alguien se atreviera a decir que
sólo se necesita la pintura y que el lugar original y el pintor no
importan, se cometería un error de lo más grande desde el punto de
vista de la razón y la moral. De igual forma quien sólo se enfoca
en su carne y se desentiende de lo que ocurre en su interior y del
propósito que quiere su Creador.
Vimos que el cuerpo es un
organismo humano creado por Dios con capacidad de ser orientado o
movido a dos direcciones. "Este puede ser lleno ya sea de afanes
carnales o del Espíritu de Dios. Cuando es invadido por el primero,
bajo el dominio del pecado, el soma se puede volver un "cuerpo
de pecado" (Romanos 6:6) o un "cuerpo de muerte"
(Romanos 7:24, cf. 8:13) y atar a la gente al pecado (1
Corintios 6:19). Sin embargo, el Espíritu de Dios también puede
morar en nuestros cuerpos (Romanos 8:11, 1 Corintios 6:19) y
unirnos a Cristo (1 Corintios 6:13, 17) y a su iglesia,
apropiadamente llamada su cuerpo”.
La cuestión que queda por responder detrás de esto es ¿qué parte
del ser mueve la voluntad del cuerpo y cómo se compone?, lo cual
estudiaremos a continuación.
2.
El alma
2.0.
Introducción
A
primera vista, los términos “alma” y “espíritu”
suenan ser muy similares dado que ambos han sido usados ampliamente
en los diversos campos de la filosofía, la literatura y la religión,
y a menudo de manera indistinta. Sin embargo, hay al menos cinco
hipótesis o perspectivas diferentes que han sido planteadas por
diversos teólogos o distintas denominaciones religiosas:
1) que el hombre es
trino: una parte es el cuerpo (la parte exterior y
material), junto al alma y al espíritu (las
dos partes inmateriales o invisibles)
2) que el hombre es
tripartita: el alma
(inmaterial) está dentro del cuerpo, y a su vez, el espíritu
está “dentro” del alma
3) que
el hombre es dual:
por un lado tiene su cuerpo o
carne, y por otro, su espíritu o alma (y
que ambos términos puede usarse como sinónimos de forma
intercambiable)
4) que
el hombre es monista:
que la vida del hombre en general es llamada “alma” en general
(una persona viva) que es resultado de la unión de dos partes: el
cuerpo y el espíritu
5)
que el hombre es
“multipartita”: que
el cuerpo y la carne son partes materiales,
mientras que espíritu, alma, mente y corazón son
cuatro partes distintas del ser inmaterial
Aunque
reconocemos que hay algunos versículos donde parece que los términos
alma y espíritu parecen lo mismo,
el
hecho de que haya
versículos de la Biblia que
ocupen estos términos de
forma distinta
nos lleva a
pensar que cada una de estas
palabras
tiene una
particularidad especial con
un significado distintivo,
independientemente de
los aspectos en común.
Si
bien tanto “alma”
como
“espíritu” son
concebidos como las
dos
partes
invisibles,
impalpables
o
inmateriales
del
ser humano,
es necesario
ir
más allá de esta simple
definición
para
tratar
de
entender de
forma más profunda
el
misterio de la
existencia
interna de nuestro ser,
desde
un punto de vista bíblico.
En
esta sección iremos analizando parte
por parte algunos
versículos que
nos pueden ayudar a lograrlo.
2.1.1.
Psyche (El
alma, en griego)
En el Nuevo Testamento, la
palabra “alma” es traducida casi siempre a partir del término
griego “psyche” (ψυχή),
de donde se
deriva también la palabra
moderna “psicología”
que es definida
como “el estudio de alma” según
su etimología, y como
el “estudio de la
mente” desde
una interpretación
secularizada. No
hay en la Biblia ningún
capítulo dedicado exclusivamente a describir
en su totalidad o con detalladas explicaciones el papel, las
funciones, los procesos o las
experiencias que ocurren dentro
del alma, pero
sí hay muchas declaraciones bíblicas
que nos ayudan a inferir a
través interpretaciones
teológicas algunas
de sus características y particularidades.
En
los Evangelios, Jesús enseñó que el
alma [la psychen]
es más importante que la comida y la vestimenta de
esta vida (Mateo
6:25) y esto implica que
lo que ocurre con con
nuestro ser inmaterial o interno
es más importante, trascendental y sobresaliente que lo que ocurre
con nuestro cuerpo
físico, material, externo
o terrenal. De ahí
la importancia de su estudio y comprensión.
En
la Escritura, la palabra “psyche",
“psychēn" y
todas sus
formas compuestas, según
el contexto son traducidas
como "alma",
“almas” y
"vida"
en su esencia inmaterial.
Más del
90%
de ocasiones es una
palabra usada en referencia
exclusiva al
alma humana (tanto de
creyentes como incrédulos). Sin
embargo, también
se usa para referirse a la vida
de animales, por ejemplo en
Apocalipsis 16:3, razón
por la cual se concluye
que los animales también tienen un
alma, dentro
de las
limitaciones a
sus capacidades establecidas
por Dios.
Tanto
animales como seres humanos tienen
la capacidad de moverse a
voluntad propia,
con
sentimientos y pensamientos propios.
En base
a esto,
podemos decir que el
alma es la parte invisible
de
la
existencia o
vida
inmaterial que
alberga las ideas,
los
pensamientos,
sentimientos
y afecciones, ejerciendo
una
voluntad
individual
y
teniendo
una identidad,
carácter
o
personalidad en particular.
La
visión comúnmente aceptada
por los teólogos cristianos
es que
el
alma humana es
la
parte interna de nuestro
ser de
donde provienen
o se originan
los pensamientos, ideas,
decisiones personales,
motivaciones,
la voluntad inmaterial,
los pensamientos y la
intenciones internas,
siempre todo a un nivel
individual. Las
plantas nunca son
descritas con alma,
pues no piensan, ni sienten,
ni tienen voluntad,
pero las almas de los
animales sí, como
sugiere la historia de Números
22:21-23.
El
hecho de que la mente y el
corazón sean
partes inmateriales
de nuestra alma es
indiscutible para
todo creyente serio.
No existe ninguna máquina médica que pueda meterse dentro de
nosotros y leer nuestros pensamientos para mostrarlos sobre
un papel. De igual forma, ninguna computadora puede identificar
qué piensa nuestra mente,
qué es lo que soñamos, qué
siente nuestro corazón, o
cuáles son los recuerdos que teníamos cuando éramos niños.
Aunque somos
conscientes de que hay
aparatos que detectan manifestaciones
físicas a nivel neurológico o fisiológico, esas
máquinas sólo detectan reacciones corporales a dichas experiencias.
No podemos aceptar la visión
materialista que explica
éstas reacciones como si fueran procesos
químicos causantes de esas
experiencias. Si nos apegamos
a las Escrituras, podremos
ver que tales fenómenos
no son las causas sino los
efectos físicos,
la consecuencia o el
resultado
físico de esas
experiencias que se originan en el alma. En otras palabras, el
alma invisible e inmaterial tiene
un efecto sobre el cuerpo
visible y físico (soma
o sarx).
Los
oponentes podrían alegar que las personas con accidentes cerebro
vasculares o daños cerebrales, al perder la capacidad para hablar,
de moverse, o de recordar
cosas, no caben
dentro de esta explicación.
Sin embargo, como muestra el
testimonio de la niña autista Carly Fleischmann, la imposibilidad de
realizar o controlar ciertas reacciones del cuerpo puede ser
totalmente independiente de lo que ocurre dentro de la mente o el
pensamiento de la persona. Asimismo, cientos
de testimonios de personas que debido
a accidentes han estado en
coma, en estado vegetativo o
han sido declarados clínicamente muertos para luego
despiertan y
contar historias de experiencias cercanas a la muerte, demuestran que
incluso la ausencia médica de actividad neuronal
o “muerte cerebral” no
significa que el alma pierda
su capacidad de tener sus propias experiencias independientes del
mundo material. De allí la
gran curiosidad que muchos médicos e investigadores han tenido en
estudiar
estos casos y testimonios documentados por todo el mundo.
Cabe
citar la conclusión que declaró el neurofisiólogo John
Eccles, Premio Nobel de Medicina y Fisiología, quien dijo que
“el misterio humano es increíblemente degradado por el
reduccionismo científico, con su pretensión en el materialismo
promisorio de considerar todo lo del mundo espiritual en términos de
patrones de actividad neuronal. Dicha creencia debe ser calificada
como una superstición. Tenemos que reconocer que somos seres
espirituales con almas existentes en un mundo espiritual, así como
seres materiales con cuerpos y cerebros que existen en un mundo
material.”
Ocurrencia de palabras
traducidas como “alma”, “almas”, “vida” o “persona”
(en su sentido “inmaterial”) a partir de los manuscritos griegos
del Nuevo Testamento:
-
ψυχῇ (psychē): Mt. 6:25,
6:25, 12:18, 22:37, 26:38, Mc. 14:34, Lc. 1:46, 10:27, 12:19, 12:19,
12:22, 12:23, Jn. 12:27, Hch. 2:43, 3:23, 4:32, 20:10, Ro. 13:1, Fi.
1:27, 2:30, 1 Tes. 5:23, Heb. 10:38, 3 Jn. 1:2, Ap. 16:3
-
ψυχὴν (psychēn): Mat.
2:20, 10:28, 10:28, 10:39, 10:39, 16:25, 16:25-26, 20:28, Mc. 3:4,
8:35, 8:35-36, 10:45, Lc. 2:35, 6:9, 9:24, 9:25, 12:20, 14:26,
17:33, Jn. 10:11, 10:15, 10:17, 10:25, 12:25, 12:25, 13:37, 13:38,
15:13, Hch. 2:27, 20:24, Ro. 2:9, 11:3, 1 Co. 15:45, 2 Co. 1:23, St.
5:20, 2 Pe. 2:8, 1 Jn. 3:16, Jud. 1:15, Ap. 12:11
-
ψυχῆς (psychēs): Mt.
16:26, Mc. 8:37, 12:30, Hch. 27:22, Ro. 16:4, Ef. 6:6, Col. 3:23,
Heb. 4:12, 6:19, 10:39, 1 Pe. 2:11, Ap. 18:14
-
ψυχαὶ (psychai): Hechos
2:41, 27:37, 1 Pe. 3:20
-
ψυχαῖς (psychais): Mt.
11:29, Hch. 7:14, Heb. 12:3
-
ψυχὰς (psychas): Lc.
9:56, 21:19, Hch. 14:2, 14:22, 15:24, 15:26, 1 Tes. 2:8, St. 1:21, 1
Pe. 1:22, 4:19, 2 Pe. 2:14, 1 Jn. 3:16, Ap. 6:9, 8:9, 18:13, 20:3
2.1.2.
Nephesh (El alma, en hebreo)
Para
referirse al alma en
general, la
Biblia también ocupa
la raíz
hebrea “nephesh”
/nép̄eš/ (נֶ֫פֶשׁ)
en el Antiguo
Testamento. Dicha
palabra, normalmente
considerada equivalente de
psyche,
aparece en
su forma base unas 115 veces
y es traducida mayormente
como “alma” o “almas”.
En otros versículos es
traducida
como “ser” o “seres” vivientes (aprox.
12 veces), “persona” o
“personas” (cerca de
35 ocasiones), “vida”
(alrededor
de 35 versículos,
incluyendo Levíticos 17:14),
e incluso como “ánimo”
(en 2 Sam. 17:8 y Éxodo 36:5).
Los animales de la Creación son descritos como [nephesh]
vivientes que se mueven a voluntad propia (Gén. 1:20-21,
1:24, 1:30, 9:10, 9:12, 9:15, 9:16) y
Proverbios 1:19 nos
dice que la codicia le arrebata
la “vida” [nephesh]
a quienes le tienen.
Hay
muchas palabras compuestas y derivadas con iniciales o terminaciones
añadidas a la raíz nephesh,
formando un total de 754
ocurrencias bíblicas
por lo cual el análisis de cada una llevaría un largo tiempo que
necesitaría una profundización de cada versículo que en estos
momentos no resulta posible realizar. Pero un contador bíblico de
palabras nos permite darnos una idea de los significados que toma
según el contexto. Como ejemplo, en la Biblia inglesa King
James Version (comúnmente
considerada una de las traducciones más apegadas a los escritos
originales) el término “nephesh” se traduce como “alma” o
“almas” un promedio de 475 ocasiones, se traduce como “vida”
117 veces, como “persona”, 29, como “corazón”, 15 y como
“mente”, 15.
La derivación "nā·p̄eš" /naphesh/ también es
traducida como "vida" (Gén. 37:21, Lam. 1:11),
"persona" (Gén. 46:18), "hombre"
(Pr. 27:9), "alguien"
(Pr. 28:17),
"aquellos" (Pr. 31:6),
"alguno" (Ez. 33:6)
y demás.
2.2.
Noos (La mente, en griego)
Con
los versículos bíblicos que hemos revisado, nuestro estudio de las
Escrituras nos lleva a concluir, junto con una gran mayoría de
teólogos, que en alguna parte de nuestra alma albergamos o tenemos
lo que conocemos como “la
mente”, la
cual, incluye
nuestros
pensamientos ideológicos,
entendimiento,
percepción, y el conjunto
de ideas que por
diversas razones hemos
aprendido,
escogido, desarrollado
y retenido a lo largo de
nuestra estancia en la Tierra. Esta definición vendría incluyendo
nuestros conocimientos,
nuestros recuerdos,
nuestra auto-consciencia,
la información que
sabemos acerca de las cosas, nuestro lenguaje, nuestra memoria,
nuestro criterio,
y demás aspectos que tienen que ver con nuestra
cosmovisión
(nuestra
forma intelectual de percibir al mundo),
nuestra forma de entender las cosas que
vivimos, al
igual que
nuestras
nociones, creencias,
opiniones y
convicciones ideológicas (es decir, cómo
entendemos, cómo
vemos
el mundo
y cómo interpretamos las
cosas personalmente).
Dios
ha dado tanto a incrédulos como a creyentes la capacidad intelectual
de pensar y razonar con la mente: tenemos la facultad de organizar
nuestros pensamientos de forma coherente y lógica con el fin de
entender o comprender el mundo y conceptualizamos estas experiencias
en conjunto y en particular. Lo curioso es que esta capacidad es
grandemente influida por la voluntad (dianoia) y las creencias
que cada uno tiene. En el caso de los incrédulos, la Biblia nos dice
que su pensamiento ha sido corrompido u oscurecido por el pecado,
pues “andan en la vanidad de su mente,
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos
a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos
hay” (Efesios 4:17-18). Al no tomar en cuenta a Dios,
las conclusiones o razonamientos que los incrédulos hacen en base a
su percepción y visión de la vida están nublados y trastornados
por ideas erradas y falsas. “Pues aunque conocían a Dios, no le
honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos
en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se volvieron necios” (Romanos
1:21-22). En otras palabras, ellos decidieron limitarse a confiar
en sí mismos y a defender sus propios razonamientos y pensamientos,
dejando de lado a Dios, de lo cual Salomón advertió: “Hay
camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de
muerte” (Proverbios 16:25). Martin Luther King Jr.
explicaba: “la razón por sí sola es poco más que un
instrumento para justificar las formas defensivas de pensar del ser
humano. La razón, desprovista del poder purificador de la fe, nunca
puede liberarse a sí misma de sus propias distorsiones
y racionalizaciones“.
Por
esto mismo también a los
cristianos se
nos
llama a estar renovando
nuestra mente alejándonos
de aquellos pensamientos que
están
basados en
nuestra vida pasada: Como
está escrito: “con
respecto a su antigua manera de vivir, despójense del viejo hombre
que está viciado por los deseos engañosos, más renuévense en el
espíritu de su mente [noos]”
(Efesios 4:22-23). “No
se conformen a este mundo,
más bien la
renovación de su entendimiento [noos]
de modo que
comprueben cual sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”
(Romanos 12:2).
Los
versículos anteriores dejan en claro que la raíz griega “noos”
y sus derivaciones tienen una connotación neutral dependiendo del
contexto. Lo que determina si la mente de un individuo está en
buenas o malas condiciones dependerá de la clase de pensamientos y
percepciones (falsas o verdaderas) que albergue. Necesariamente, los
pensamientos de nuestra mente tendrán una relación directa con
nuestro entendimiento de la vida en general y nuestra visión del
mundo que nos rodea, pero esta mismo entendimiento propio, debe
primero sujetarse a la mente de Dios. Los cristianos debemos
deshacernos de la carnalidad y adquirir “la mente de Cristo”
(1 Corintios 2:16), o aprender a ver el mundo de
la forma en que Cristo lo explicó.
Esto,
de acuerdo a la Biblia, será un aspecto que va a caracterizar a los
verdaderos discípulos o seguidores de Él, quienes tendrán que
luchar diariamente por “no apoyarse en su propio entendimiento,
sino a reconocer a Dios en todos sus caminos”, para que Él guía
de forma correcta sus caminos (Proverbios 3:5-6). En relación
a esto, el Apóstol Pablo escribió que “el hombre interior”
cuya mente [noos] se deleita
en la ley de Dios se opone al
hombre carnal, se revela
contra la ley de la
mente (Romanos 7:22-25). Para
vencer, el cristiano deberá luchar por “caminar
guiado por la fe y no por la vista”
(2 Corintios 5:7),
porque la forma carnal en que se percibe al mundo se opone a la forma
en que Dios explica el mundo.
Ocurrencia de palabras
traducidas como “mente”, “la mente”, “en la mente”, o
“entendimiento” a partir de los manuscritos griegos del Nuevo
Testamento:
-
νοός (noos): Ro. 7:23,
12:2, Ef. 4:17, 4:23, Col. 2:18, 2 Tes. 2:2
-
νοῒ (noi): Ro. 7:25, 14:5,
1 Co. 1:10, 14:15, 14:15, 14:19
-
νοῦν (noun): Lc. 24:45,
Ro. 1:28, 11:34, 1 Co. 2:16, 2:16, Fi. 4:7, 1 Ti. 6:5, 2 Ti. 3:8,
Ap. 13:18
-
νοῦς (nous): 1 Co. 14:14,
Ti. 1:15, Ap. 17:9
2.3.
Kardia (El corazón, en griego)
Se
entiende también que otra
parte del alma en la
Biblia es llamada “el
corazón”.
Esta
palabra
proviene del
griego “kardia”
y equivale al hebreo “leb”
y “lebab”
(con 583 ocurrencias en el AT).
Como se piensa, en
efecto,
el
corazón tiene
que ver con nuestros
deseos, anhelos, afecciones, aficiones,
motivaciones,
emociones,
sentimientos internos,
intereses, gustos, pasiones internas y también convicciones morales.
Sin
embargo, evidentemente
la
Biblia no habla del corazón como un
órgano físico sino como la parte inmaterial
del
alma que tiene sentimientos
o emociones
con
voluntad propia.
El
corazón se relaciona con los
propósitos y
las
intenciones
internas
que tiene
un
individuo (Hechos
8:22, 11:23).
La
mente, en cambio, tiene que ver con la forma en que el individuo
explica o trata de entender dichas intenciones.
Lo
interesante en este aspecto es que, cuando se
habla del corazón
humano,
generalmente la cultura nos ha hecho pensar de forma romántica y
agradable acerca de lo que hay dentro
de él, mientras que los
racionalistas estrictos hacen
pensar que
si se depende de “la
razón”, se
dejan de las emociones
del corazón.
Pero
la Biblia explica el
corazón en términos
neutrales, explicando,
en algunos
momentos, que una
parte del corazón puede llegar
a ser muy dañina, que
todos (tanto racionalistas como románticos) pueden tener esas malas
intenciones dentro de
su corazón, y
que también
una parte
verdaderamente puede
llegar a
ser muy benéfica. La
pregunta es, ¿qué partes?
Sobre
el aspecto negativo, la Biblia comienza estableciendo tajantemente
que el corazón [hal·lêḇ] del ser humano puede llegar a
ser más
engañoso que todas las cosas (Jeremías 17:9-10).
Esto se hace evidente cuando el hombre se deja llevar por su
egocentrismo y egoísmo en esa actitud diabólica de querer que “se
haga lo que YO quiero, y no me importan los demás”.
Dios mismo, en la primera época de vida de la humanidad, dijo que
decidió acortar la longevidad del hombre debido a que el intento
o el propósito de su corazón [lêḇ] es
malo desde su juventud (Génesis 8:21). Por
si fuera poco, la Biblia nos dice que, es precisamente del
corazón [kardia] de donde provienen o en donde se originan
los pecados que contaminan el alma del hombre. En muchas ocasiones
Cristo habló de los “pensamientos del corazón”,
muchos de los cuales, son deseos internos con intenciones
pecaminosas:
“...Porque es de adentro,
del corazón de los hombres de
donde salen los malos pensamientos: los homicidios, los adulterios,
las fornicaciones, los robos, las avaricias, los falsos testimonios,
las habladurías, las malicias, los engaños, las lascivias, las
envidias, las injurias, la soberbia, la insensatez. Todas estas
maldades salen de adentro y son las que contaminan al ser humano...”
(Mateo 15:10-20. Marcos 7:14-23)
Santiago
también escribió estas
malas intenciones relacionándolas con el poder:
“¿De dónde vienen las
guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de
vuestras concupiscencias
[pasiones o apetitos
desordenados de placeres] que combaten en
[dentro de] sus
miembros? Codiciáis y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois
envidiosos y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra”
(Santiago 4:1-2)
La
Biblia muestra, pues, que es de
dentro de los
corazones [kardias]
de donde
proceden los "dialogismoi"
(pensamientos) malos del ser humano (Mateo
15:19; 9:4, Marcos
7:21, Lucas
2:35, 9:47, 24:38,
Hechos
8:22). Esto
podría llevarnos a pensar que es la
voluntad del
corazón la
que
ejerce una fuerza inicial
en
la mente, y
con esto, determina
en
qué dirección se va a mover la mente.
Desde este punto de vista,
podríamos comentar,
por
ejemplo, que
la ideología ateísta de los incrédulos se ve motivada por su afán
de hacer su propia voluntad y
se
origina debido a que ellos no le quieren rendir
cuentas a
Dios y sujetarse a sus mandatos u obedecerle.
O,
como lo explicaba Pablo, tienen el “entendimiento
entenbrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos
hay, por la dureza
de su corazón”
(Efesios 4:18).
Nótese
que el entendimiento entenebrecido es expuesto
como la
consecuencia. ¿Pero
cuál es la causa o por
qué acaban
en
un mal entendimiento?
Pablo dice:
“por
la dureza del corazón”.
La
maldad o el pecado del ser humano tiene
un origen en
los
deseos
personales
o las
intenciones
personales.
Nos
convencemos de esto porque el
Espíritu Santo escribió a través de la pluma de Salomón que “con
toda diligencia” debemos
“guardar
nuestro
corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”
(Proverbios 4:23).
En
otras palabras: se
reconoce lo que muchos parecen entender naturalmente: que nuestra
forma de vivir resultado
de
nuestra forma de ver el mundo, pero,
a su vez, nuestra forma de ver o explicar el mundo (en la mente), es
resultado, en gran parte, de las
intenciones
o
la voluntad que
tiene el corazón.
Las
cosas que queremos de corazón
determinan
desde un inicio
la forma en
que vivimos y
el ejemplo que enseñamos.
Por
algo Cristo
exclamaba
efusivamente que
debíamos
poner atención a que la actitud de nuestro corazón fuese correcta,
porque “de
la abundancia del corazón habla la boca”
(Mateo 12:34) y
por
nuestras palabras seremos justificados o condenados (Mateo
12:37).
No
queremos, sin embargo, dar una mala impresión de todo lo que
la Biblia dice del corazón. De hecho, el corazón no es innatamente
malo (1 Timoteo 4:4-5; Deuteronomio 32:4). La Biblia nunca
dice que la intención del corazón del hombre sea mala desde su
concepción o desde su nacimiento. Lo creemos porque la Biblia dice
que el corazón atento a la obra de Dios puede leer una ley moral que
Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ella (Efesios
2:10). Porque la Escritura misma muestra que es en los
"kardiais"
(los
corazones)
donde Él
escribió la
ley que da consciencia de
lo que es bueno y malo:
“Porque cuando los
gentiles, que no tienen la ley, cumplen por instinto los dictados de
la ley, ellos, no teniendo la ley, son una ley para sí mismos, ya
que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su
conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas
veces y otras defendiéndolos” (Romanos
2:14-15)
Dios
mismo
también
dijo
que Su
Palabra estaría
“cerca
de nuestra boca y
escrita en nuestra
corazón”
(Deuteronomio
30:14; Romanos 10:8) y
también que
“Él
ha puesto la
eternidad en el corazón”
de
los humanos (Eclesiastés
3:11).
De
forma innata,Dios
puso dentro
del corazón humano
el
deseo
original
de hacer justicia y rectitud, el
deseo de vivir bien, conforme
a la ley moral divina.
El problema es
que
los hombres se
desviaron
de ese propósito y cayeron
en pecado por
querer seguir caminos que distintos:“He
aquí, solamente he hallado esto: que Dios hizo al hombre recto, mas
ellos buscaron muchas perversiones”
(Eclesiastés 7:29)
Los
hombres, al
acallar su consciencia (al no
querer seguirla o escucharla) hicieron caso
omiso a los
buenos anhelos e intenciones
que Dios había puesto, y
en su lugar, los suplantaron
con los suyos. Incluso
los materialistas y pecadores más duros terminaron así, “porque
no decidieron tomar en cuenta a Dios” (Romanos
1:28). Al
principio no eran
así, pero no
decidieron escuchar su
consciencia ni
atender a
la voz de Dios ni
hacer lo que
Él había planeado desde el principio, por
lo cual, su consciencia fue cauterizada o
insensible (1
Timoteo 4:2).
Por
esto, Dios
los entrego a sí
mismos
o
les permitió creer en su propia mente reprobada (Romanos
1:28)
y
dejaron de escuchar a Dios.
Cuando
una persona decide no escuchar la
consciencia o
la ley que Dios le
escribió en el corazón,
la persona se endurece. El
corazón del hombre se
endurecerse porque
éste
decide
no tomar en cuenta a Dios ni
hacerle caso
(Hebreos 3:8, 3:15, 4:7). Cristo
llama a la puerta de sus corazones (Apocalipsis
3:20) y
como en tiempos antiguos les dice “Escuchad
mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y
andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien. Mas
ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en
sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón,
y fueron hacia atrás y no hacia adelante” (Jeremías
7:24). Un
corazón que tiene malas intenciones, y que no quiere cambiar, jamás
será aceptado por Dios. Al
que es duro, Dios le endurece, como al faraón de Egipto, pues
Juan
el
Bautista
dijo que
Dios esparce
a los soberbios en el ‘pensamiento de sus corazones’ [dianoia
kardia]
(Lucas 1:51).
Dios
es el único que
examina o
“escudriña los
corazones”
(1
Crónicas 28:19, 1
Tesaloniscenses
2:4). “Yo,
el SEÑOR, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar
a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras”
(Jeremías 17:10 ). Él
es el que está buscando entre toda la humanidad para ver si hay
alguien que tenga corazón perfecto para con Él
(2 Crónicas 16:9).
Él es el que consuela el
corazón (Efesios
6:22), lo anima
(Colosenses
4:8)
y lo fortalece (2
Tesalonicenses
2:17).
Pero nos llama a tener un
corazón sincero delante de
Él (Hechos 2:4, Efesios
6:5, Colosenses 3:22,
Hebreos
10:22) y puro
(2 Timoteo
2:22) porque aquellos de
puro corazón verán a Dios. Cristo
también
nos
recuerda
que el que quiera,
puede
tomar
del agua de la vida gratuitamente (Apocalipsis
22:17)
y
el
querer es
una cualidad del corazón.
Un
corazón puro, un corazón sencillo,
se humilla y
no guarda malas intenciones
hacia
nadie ni nada. Como consecuencia, es
aceptado por Dios (porque
al altivo mira de lejos pero atiende a quienes se
hacen
humildes de corazón
(Salmos
51:17, 138:6).
Un corazón como el de David, que
pedía así: “Crea
en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto
dentro de mí”.
Él
no buscaba riquezas, agradar
al hombre, o engrandecerse personalmente,
sino estar con Dios, conocerle
a Él y servirle a Él. Su corazón fue
suavizado (sensibilizado)
porque
tenía
“oídos para oír” y “ojos para ver” con motivos genuinos.
Dios
también
dice “Me
buscarán y me encontrarán, cuando me busquen
de todo corazón.
Me dejaré hallar de ustedes,' declara el SEÑOR, 'y restauraré su
bienestar”
(Jeremías
29:13).
Aquel
que busca a Dios, tiene el llamado de “abstenerse
de las pasiones carnales que combaten contra el alma”
(1 Pedro 2:11).
Cristo
nos pide que sigamos su ejemplo y seamos humildes de corazón, y
así descansaremos en Él
(Mt. 11:29).
Dios
promete darnos
un nuevo corazón
y escribir sus mandatos en nuestros corazones (Hebreos
8:10, 10:16-17),
poner en nuestro corazón el sentir
y la
alegría de
servir (Ezequiel
36:26-28, 2 Corintios
9:7, Fil. 2:3) y
conceder las peticiones de los
corazones puros:
de aquellos que se deleitan en Él (Salmos
37:4),
en
tanto que sean conforme
a Su
voluntad (1
Juan 5:14).
Ocurrencia de palabras
traducidas como “corazón” o “corazones” a partir de los
manuscritos griegos del Nuevo Testamento:
-
καρδίας (kardias): Mt.
12:34, 15:18-19, Mc. 3:5, 7:21, 12:30, 12:33, Lc. 1:17, 1:51, 6:45,
6:45, 8:12, 9:47, 10:27, 16:15, Hch. 2:46, 8:22, 8:37, 11:23, 14:17,
15:9, Ro. 2:29, 6:17, 8:27, 10:1, 16:18, 1 Co. 14:25, 2 Co. 2:4, Gá.
4:6, Ef. 1:18, 4:18, 6:5, 6:22, Filip. 4:7, Col. 3:22, 4:8, 1 Tes.
2:4, 3:13, 2 Tes. 2:17, 3:5, 1 Tim. 1:5, 2 Tim. 2:22, Heb. 3:8,
3:15, 4:7, 4:12, 8:10, 10:16, 10:22, St. 4:8, 5:5, 5:8, 1 Pe. 1:22,
3.4, 1 Jn. 3:20, Ap. 2:23, 17:17
2.4.
El alma completa:
la unión del alma y el corazón
Hemos
visto que
dentro del
alma
hay
dos partes primordiales
que
están naturalmente sujetas a la voluntad del individuo:
la mente
(brevemente
definida como el centro de nuestra cosmovisión y
percepciones
mentales),
y el corazón
(el centro
de nuestros deseos y experiencias emocionales internas).
Estas
dos partes están ligadas e interactúan mutuamente,
a pesar de ser distintas. La
experiencia completa
del
alma se relaciona íntimamente con el concepto de “libre
albedrío”
y
la forma de vivir.
Aunque
la
Biblia no menciona este
concepto con
ese nombre,
las Escrituras sí nos muestran que el ser humano tiene la
capacidad
o facultad de decidir o
elegir
de forma independiente o propia
(no porque
Dios le obligue
o fuerce a
hacer algo que no quiere hacer), (Deuteronomio
30:15, 30:19, Josué
24:15, 1 Reyes 18:21).
Es
aquí
es donde creemos que el
alma
ejerce
su papel primordial
porque
el hombre natural está desviado y no es dirigido por Dios.
En
la ley de Moisés, Dios declaró: “Guarda
tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus
ojos han visto, ni se parten de tu corazón todos los días de tu
vida; antes bien, las enseñarás a tu hijos y a los hijos de tus
hijos”
(Deuteronomio 4:9).
El
alma desea
cosas puede
enamorarse
o apegarse a una persona (Génesis
34:3; 8),
o
a Dios (Salmos
63:8),
sentir
una unión fraternal (1
Samuel 1:1),
amar
cosas de la vida (Jeremías
12:7),
derramarse
en oración (1
Samuel 1:15; Salmos
42:4),
alegrarse
o regocijarse en Dios (Salmos
35:9; Isaías 61:10),
alegrarse
en el trabajo (Eclesiastés
2:24),
dirigir
música (Salmos
57:8),
clamar
a Dios (Salmos
42:1),
tener sed de Dios (Salmos
42:2; 143:6; Isaías
26:9; Lamentaciones
3:25),
anhelar
ardientemente estar
con alguien (Salmos
84:2), anhelar
hacer algo (Jeremías
22:27),
desear
(Eclesiastés 6:2),
bendecir
(Salmos 103:1, 104:1,
104:35),
reposar
(Salmos 116:7),
quebrantarse ante Dios
(Salmos 119:20),
guardar
y estimar
testimonios
(Salmos 119:167),
juramentar
(Números
30:30:10),
alabar
(Salmos 119:175,
146:1),
engrandecer
a Dios (Lucas
1:46),
maravillarse
(Salmos 139:14),
ser
generosa
(Proverbios 11:25),
tener
conocimiento (Proverbios
19:2, 24:14),
refrenarse y tener dominio propio (Proverbios
21:23, 22:5),
refrescarse (Proverbios
25:25),
saciarse
de bien
(Eclesiastés 6:3),
deleitarse
(Isaías 55:2),
Nuestra
alma (tanto mente como
corazón) en general
puede llegar a sufrir
desánimo o cansancio (Hebreos 12:3),
desapegarse o alejarse
(Lamentaciones 3:17), y
también puede llegar a ser atormentada (Lev. 26:16),
puede estar
afligida (Núm. 30:13),
sentir amargura (1 Samuel 1:10, 2
Reyes 4:27, Job 3:20),
sentir
mucha ansiedad (Salmos
119:28),
entristecerse
(Job 14:22; Mateo
26:38),
condolerse
(Jer. 15:9),
afligirse
(Job 31:39; 2
Pedro 2:8),
angustiarse
(Génesis 42:21,
Éxodo 23:9),
abatirse
(Salmos 42:5), agobiarse
(Salmos 44:25), añorar
el pasado (Miqueas
7:1), menospreciar
(Levítico 26:15),
abominar (Levítico
26:43), impacientarse
(Zacarías 11:8),
fastidiarse
(Números 21:5),
hastiarse
(Job 10:1; Salmos
88:3, 123:4),
turbarse
(Salmos 6:3),
tener
dolor emocional (1
Samuel 2:33),
amar
la violencia (Salmos
11:5),
amar
la idolatría o las abominaciones (Isaías
66:3),
desear
y estimar
cosas vanas (Salmos
24:4; Proverbios
13:4),
codiciar
(Apocalipsis
18:14),
ser
injusta (Habacuc
2:4),
negarse
al consuelo (Salmos
77:2),
acallarse
(Salmos 131:2),
corromperse
(Proverbios 6:32),
defraudarse
(Eclesiastés 4:8),
y
demás. En
tales condiciones nuestro corazón puede sentir opresión, decepción
o frustación y nuestra mente confusión, depresión e
inseguridad.
Job,
ya decía en medio de su enfermedad, que “la
carne tiene dolores, pero
el alma se entristece” (Job
14:22).
Todas
estas parecen
experiencias indeseables, pero son
distintas. Mas
a
veces, una parte se sobrepone a la otra, como también fue escrito:
“El ánimo del
hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo
angustiado?”
(Proverbios 18:14).
Incluso
el alma de un creyente puede ser perturbada por lo que se vive en
esta vida (Hechos
14:24),
pues la misma alma [psyche]
de Cristo estaba turbada o angustiada al ver venir su crucifixión
(Juan 12:27, Mateo
28:38).
Peor aún, el
alma de
los humanos puede
llegar a adulterar
cuando se deja llevar por deseos contrarios a los de Dios (Santiago
4:4).
La
buena noticia es que, a pesar de
tales circunstancias, los
Salmos nos
recuerdan
que el alma
puede ser
redimida (1
Reyes 11:29; Salmos
34:22),
ser
convertida (2
Reyes 23:25, 2 Crónicas 6:38), recibir
paz (Salmos
55:18),
ser
liberada
(Salmos 109:31; 143:11),
ser
saciada
(Isaías 58:10),
ser
satisfecha y alegrada por Dios (Jeremías
31:25),
y ser
restaurada por la
ley de Dios
(Salmos
19:7) quien
quitará la indecisión de la voluntad y guiará a la persona a la
Verdad.
Nuestra
alma (psyche)
en su plenitud puede engrandecer a Dios (Lucas
1:46)
y
es con todo
el corazón, y con toda
el alma que Dios
nos llama a amarle por encima de todo
(Deuteronomio
6:5, 10:12).
Cristo
enseñó que la
forma
de hallar descanso para nuestras almas es yendo
hacia Él, siguiendo
su
dirección y
aprendiendo a
vivir como
Él (Mateo
11:29). “Por
tanto, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden a Él
sus almas, como a fiel Creador, haciendo el bien”
(1
Pedro 5:1). “Habiendo
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el
Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro”
(1
Pedro 1:22)
3.
El espíritu
3.1.
Ruaj (El espíritu, en hebreo)
En
el Antiguo Testamento, el término hebreo para referirse al
“espíritu” de una persona es “ruah” o “ruach”
(ר֫וּחַ).
Es usado 377 veces en el Antiguo Testamento, pero tiene diversas
acepciones y no siempre es usada para expresar lo mismo. En
algunas ocasiones es usado en la Biblia para para expresar “aliento
de vida” o respiración. 96 veces es usado para referirse al
“viento” o “vientos” (físico o material). Pero sobre todo,
es traducido 245 veces como “espíritu” (como parte
inmaterial de la vida). En diversas ocasiones, “ruaj” es usado
para referirse al espíritu, en muchas otras veces, es usado para
referirse al Espíritu de Dios. Algunas ocasiones, el término
“espíritu” es incluso usado en la misma manera en que el Nuevo
Testamento usa el término “alma”, pero en otras, es usado de
forma distinta. Es muy difícil establecer una etimología
sistemática en vista de las muchas ocasiones en que el término es
usado de formas distintas, pero podemos decir que el significado
depende de cada contexto o pasaje bíblico para develar sus sentidos.
3.2.
Pneuma (El espíritu, en griego)
En
el Nuevo Testamento, el término griego “espíritu” /πνεῦμα/
(pneuma)
es usado con más observaciones o explicaciones teológicas. La
palabra aparece 383 veces, con las formas pneuma, pneumati
y pneumatos que ocurren 160, 92 y 90 veces
respectivamente. Según el contexto en el que se usa, “pnesuma”
puede usarse para hablar del Espíritu de Dios (e.g. Mateo 3:16,
3:20, Marcos 13:11, Lucas 1:35, 4:18, Juan 3:8, 4:24), el
espíritu del ser humano (Marcos 14:28), e incluso al espíritu
de demonios inmundos (e.g. Mateo 12:43, Marcos 7:25, 9:17).
Pero no se usa para referirse a plantas o animales.
En
las cartas a los Gálatas y a los Romanos, el Apóstol Pablo usa el
término "pneuma" para hablar de un modo de existencia
opuesto a la carnalidad. Cristo también dijo que “Dios es
Espíritu [Pneuma] y aquellos que le adoran, deben rendirle
culto en espíritu y verdad” (Juan
4:23-24). Esta adoración no debe depender del lugar, o la
cultura, sino de la espiritualidad o la vida apegada al espíritu.
¿Pero qué ocurre en el espíritu, que es tan necesario apegarse a
él?
La
Biblia dice que es “El Espíritu [Pneuma]
mismo” el que “da
testimonio a nuestro espíritu [pneumati]
de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).
En 1 Juan 5:6 se
nos dice que “el
Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”.
En Mateo 26:41, en un contexto de orar y buscar a Dios,
Cristo nos dice que aunque la carne es débil, el pneuma del
hombre está dispuesto a buscarle. En Juan 6:63, en un
contexto de ascensión al cielo, Jesús declaraba a sus discípulos
que "el espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha:
las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida”.
Los
versículos anteriores nos llevan a concluir que el espíritu
es la parte inmaterial del ser humano cuyo papel esencial es estar en
contacto con Dios. En el Nuevo Testamento, cada vez que se habla del
pneuma o espíritu humano, casi siempre tiene que ver con
conocimiento de Dios y comprensión de las cosas de Dios, las cuales
se pueden racionalizar o entender intelectualmente por la mente de
los religiosos, pero NO se pueden conocer en verdad personalmente
sino sólo por medio del espíritu.
“Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que
Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las
reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo
escudriña, aun las profundidades de Dios 11. Porque
entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre,
sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie
conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios
12 Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el
Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha
dado gratuitamente, 13 de lo cual también hablamos, no con
palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas
por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras
espirituales. 14 Pero el hombre natural no
acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad;
y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.
15 En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no
es juzgado por nadie. 16 Porque ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE DEL
SEÑOR, PARA QUE LE INSTRUYA? Mas nosotros tenemos la mente de
Cristo” (1 Corintios 2:11-16)
El
espíritu es la parte del ser que puede tener una relación o
comunión directa con Dios. En el espíritu recibimos entendimiento y
luz divina acerca de Su voluntad y de Su reino, por medio de las
palabras testificadas de Su Espíritu. Su Espíritu se conecta con
nuestro espíritu y nuestro espíritu confiesa que Jesucristo a
venido en la carne (1 Juan 4:3). Fue
el pneuma
divino el que revela a al pneuma de Juan las profecías acerca de las
iglesias en los primeros 3 capítulos del libro de Apocalipsis.
Asimismo, es el
Espíritu de Cristo es el que dio a los profetas la revelación de Él
y esta inspiración al espíritu fue siempre recibida en el hombre,
no por voluntad humana, sino por voluntad de Dios (1 Pedro
1:11-13; 2 Pedro 1:20-21).
3.3.
La muerte espiritual del
pecador
A
diferencia del cuerpo y del alma, que
pueden estar
“funcionando”
todo el tiempo que estamos
en esta
vida, el espíritu puede estar vivo en el caso de los creyentes (1
Pedro 3:18), o
estar muerto
como en el caso de los incrédulos:
“Y
a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de
vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos
los pecados”
(Colosenses 2:13)
La
Biblia enseña esto muchas ocasiones. Nuestro espíritu,
entendido como “pneuma” es considerado “muerto” en el
mundo espiritual por por causa del pecado. Esta no es una figura
retórica o una imagen simbólica. Es una realidad muy clara en la
Escritura. Fue en esa condición de muerte espiritual que Dios
advirtió a Adán y a Eva que terminarían si le desobedecían (si
pecaban contra Él), mientras el diablo les trataba de convencer de
lo contrario:
“16 Y mandó Jehová Dios
al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás” (Génesis
2:16-17)
“1 Pero la serpiente era
astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había
hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis
de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente:
Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto
del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No
comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4
Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis…”
(Génesis 3:1-4)
Fue
en esa condición de muerte espiritual que el hijo pródigo se
encontraba mientras pecaba lejos de su Padre:
“...porque este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido
hallado” (Lucas 15:24)
“...era necesario hacer
fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha
vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado” (Lucas
15:32)
Fue
en esa condición de muerte que nosotros como antiguos incrédulos
nos encontrábamos antes de ser rescatados por Jesucristo, pues
estábamos muertos en nuestros pecados, separados de una vida con
Dios y ajenos a las promesas del Espíritu de Dios:
“Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo,
siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en
otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de
la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de
ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos)… 12 En
aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de
Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios
en el mundo” (Efesios 2:1-12 )
Es
en esa condición, que Cristo describe a aquellos en la iglesia de
Sardis:
“Yo conozco tus obras,
que tienes
nombre de que vives, y estás muerto.
2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir;
porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3
Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y
arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti.”
(Apocalipsis 3:1-13)
Si
el Nuevo Testamento describe a los incrédulos o pecadores como
“muertos” en el espíritu, es claro que la palabra “espíritu”
en este contexto está siendo usada para designar un concepto
distinto al de “alma”. Evidentemente los incrédulos
siguen teniendo el aliento de vida, siguen vivos en el sentido del
“cuerpo” y en el sentido del “alma”, pero están “muertos”
a la vida espiritual. No tienen comunión con Dios, no tienen
relación con Él alguna, ni conocen a Dios de forma íntima o
personal porque no han recibido su testimonio. Conforme indica la
teología cristiana, vemos que los incrédulos no tienen viva esta
parte de su existencia inmaterial, porque están separados de Dios al
ser esclavos del pecado:
“4Jesús les respondió:
En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo
del pecado; 35y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo
sí permanece para siempre” (Juan 8:34)
“Cada uno es tentado,
cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”
(Santiago 1:13-17)
"Jesús le
dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos"
(Mateo 8:22)
"De cierto, de cierto
os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz
del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (Juan
5:25)
“Y yo sin la ley
vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y
yo morí" (Romanos 7:9)
La
Biblia explica que en parte
la muerte espiritual
se debe a que su voluntad se deja llevar por las cosas terrenales o
mundanas: tienen una “mente carnal” (Romanos 8:6-7) y
esta mente debe ser cambiada, y el espíritu revivido. Nuestra
mente
por sí misma no puede obtener entendimiento
pleno de la mente de Dios,
pero si el Espíritu de Dios
interviene, entonces Dios abre el entendimiento espiritual y nos da
una nueva vida enfocada en el espíritu.
3.4.
El nuevo nacimiento espiritual
Cuando
empezamos una nueva con Cristo y reconociéndole como Salvador,
nuestro espíritu vuelve a vivir y a nacer de de nuevo, no por
voluntad humana, sino por la voluntad de Dios (Juan 1:13). El
Espíritu vivifica (2 Corintios 3:6). Por esto Cristo dijo que
para ver el Reino de los Cielos, debemos nacer de nuevo, pues
“aquello que es nacido de la carne, carne es, pero lo nacido del
espíritu [pneumatos],
espíritu [pneumatos]
es” (Juan 3:6).
“Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente, el postrer Adán, espíritu vivificante”
(1 Corintios 15:45). “Porque
así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados” (1
Corintios 15:22)
La
Biblia señala que una vez que recibimos a Cristo en nuestro espíritu
y creemos en Él, nuestro espíritu es despertado a la vida. Podemos
empezar a vivir estando continuamente en contacto con el Señor, por
medio del testimonio que Él da a nuestro espíritu. A partir de
esto, podemos volver a tener la comunión espiritual que el hombre
tenía originalmente con Dios, pues Cristo ha roto el velo o la
barrera que nos separaba. Recibimos la “mente de Cristo” en el
espíritu y nuestro ser (tanto cuerpo, como alma y espíritu)
comienza a buscar hacer la voluntad de Dios. Nuestra forma de
interpretarlo es así:
“aunque erais esclavos
del pecado, [en el cuerpo y en el alma] os hicisteis
obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que
fuisteis entregados; [en el espíritu] 18 y habiendo sido
libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia.
[en cuerpo y alma] 19 Hablo en términos humanos, por causa de la
debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que
presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la
iniquidad, para iniquidad [en el
cuerpo y la mente carnal], así ahora presentad vuestros
miembros como esclavos a la justicia, para santificación. [en
cuerpo, alma y espíritu] 20 Porque cuando erais esclavos del
pecado, erais libres en cuanto a la justicia. 21 ¿Qué fruto teníais
entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?
Porque el fin de esas cosas es muerte. 22
Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como
resultado la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es
muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 6:17-23).
La
Biblia dice que "si alguno está en Cristo, es hecho una
nueva criatura; las viejas cosas pasaron, he aquí, todo es hecho
nuevo" (2
Corintios 5:17).
Aquí, la Biblia habla de volver a nacer nuestro espíritu, que es
hecho nuevo instantáneamente en cuanto creemos y recibimos la obra
salvadora de Cristo en nuestras vidas. En este nacimiento espiritual,
Dios no nos hace vuelve a dar un nuevo cuerpo en la carne, como
pensaba Nicodemo. Pero
Dios nos da un nuevo nacimiento al abrirnos al Reino de los Cielos y
permitirnos ver los cielos abiertos, no con los ojos físicos, sino
con un entendimiento y con vida en el espíritu (Juan 1:51).
Porque Él dijo: “De
cierto, de cierto os digo: El que escucha [atiende]
mi palabra y cree
al que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas
ha pasado de muerte a vida”
(Juan 5:24). Y
también está escrito: “Nosotros
sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los
prójimos. El que no ama a su prójimo, permanece en muerte”
(1 Juan 3:14).
“14
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él
también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte
al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y
librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda
la vida sujetos a servidumbre”
(Hebreos 2:14-15)
El
recibir la nueva vida en el espíritu, al mismo tiempo implica ser
muertos al pecado, ser liberados de su yugo o control (Romanos
6:2, 6:6) e implica que la persona ahora comenzará a hacer la
voluntad de Dios. Pero aunque seamos muertos al pecado y seamos
levantados a una nueva vida a través de Cristo Jesús, nuestras
almas (que albergan los recuerdos de nuestra vida pasada, los
pensamientos de nuestro corazón y las ideas de nuestras mentes) aún
necesitaremos ser transformados y santificados continuamente por el
lavamiento de la Palabra (Efesios 5:26) para
comprobar la voluntad de Dios y examinar si nuestra
vida terrenal, nuestra mente y nuestro corazón
verdaderamente se conforman
a la fe que Él quiere que tengamos.
Nuestro
espíritu por lo tanto es el que nace totalmente de
nuevo en una simiente incorruptible: las intenciones que el espíritu
recibe son las intenciones de la voluntad de Dios, pero nuestras
mentes (almas y corazón) necesitan seguir siendo progresivamente
purificadas y limpiadas (1 Pedro 1:21-23):
“No os conforméis
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos
12:2)
Después
de recibir a Cristo como el Señor, es posible que nuestras mentes
lleven aún mucho polvo de nuestros estilos de vida pasados, por
ello, cuando un pecador se arrepiente, Dios le manda purificar su
corazón y limpiar sus obras (Santiago 4:8; Isaías 1:16). El
corazón del creyente debe ser circuncidado y su consciencia limpiada
por medio de la fe (Hechos 15:9). Él mismo hará el resto,
encargándose de lavar su alma entera, limpiando nuestra alma y
dándole una renovación total por medio de Su Espíritu, (Tito
3:5, Hebreos 9:14, 1 Juan 1:9, Salmos 51:1-10, Ezequiel 36:25,
Jeremías 33:8) gracias al
sacrificio que Él hizo y a
la sangre que Él derramó. Cristo
nos consuela diciéndonos que con nuestra paciencia en la fe
ganaremos nuestras almas (psychas)
de acuerdo a (Lucas 21:19) porque
el Hijo del hombre no vino para perder las almas (psychas)
de
los hombres, sino para salvarlas (Lucas
21:19).
Y el espíritu que Dios nos ha
revivido, sometido al Espíritu de Dios, es el que debe tener
prioridad sobre el cuerpo y el alma, cuyos deseos malos deben
“hacerse morir” (deben negarse y suprimirse) para vivir la vida
de fe:
“...Porque nosotros que
vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne
mortal. 12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros
la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe,
conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual
hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14
sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también
nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con
vosotros. 15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros,
para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de
gracias sobreabunde para gloria de Dios. 16 Por tanto, no desmayamos;
antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el
interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más
excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas
que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son
temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios
4:10-18)
“1 Por consiguiente, no
hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley
del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que
era débil por causa de la carne, Dios lo hizo : enviando a su propio
Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado,
condenó al pecado en la carne, 4 para que el requisito de la ley se
cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. 5 Porque los que viven conforme a la carne,
ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme
al Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque la mente puesta en
la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y
paz; 7 ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque
no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, 8 y
los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Viviendo según
el Espíritu 9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en
el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.
Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El.
10 Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a
causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la
justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de
entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo
Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos
mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros. 12 Así
que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a
la carne, 13 porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir;
pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios, los tales son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido un
espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que
habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, 17 y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad
padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El”
(Romanos 8:1-17)
3.5.
El alma como intermediaria entre la carne y el espíritu
En
algunas partes de sus cartas, el
Apóstol Pablo presentó
explicaciones ambivalente
acerca de la vida humana.
Decía en sus epístolas que
“si
hay
un
cuerpo natural [soma
psychikon],
hay también un cuerpo
espiritual [soma
pneumatikon]
(1 Corintios 15:44) y
a veces mencionaba
alternadamente los
conceptos de “cuerpo
[somati] y espíritu
[pneumati]”, como
en 1 Corintios
7:34. Asimismo, cuando escribe
que “ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu”
(Romanos 8:1) y
exhortó
a
“limpiarnos de toda
contaminación de carne
[sarkos]
y de espíritu
[pneumatos]” (2
Corintios 7:1).
No
obstante, fue
el mismo Apóstol Pablo quien inspirado por el Espíritu Santo
escribió los tres versículos clave acerca de la trinidad del hombre
(1 Corintios
15:44, 1 Tesalonicenses
5:22 y Hebreos
4:12) y
debemos
entender en qué sentido usaba la alternancia de ‘carne’ y
‘espíritu’ como
términos contrastantes.
Partiendo de esto,
consideramos que
la
aparente dualidad
de
la que habla son dos extremos
de apego. En otras palabras, Pablo no estaba
definiendo al humano como un ser dual, sino que estaba
llamando la atención a dos límites
a los cuales se puede someter o
apegar nuestra
alma.
Mas
aún, si
nuestra
alma es la parte donde
radica el ejercicio de
nuestra voluntad, podríamos percibir
al alma como
la parte intermedia o
mediadora entre el
cuerpo y el
espíritu. Si la voluntad de nuestra alma sólo
se deja
llevar por las cosas que se apegan al
cuerpo terrenal, estaríamos
volviéndonos carnales
y no podríamos
agradar a Dios. Pero si la voluntad de nuestra alma
se deja guiar por las cosas
testificadas
por
Dios a
nuestro espíritu, estaríamos
caminando según Cristo como
seres espirituales
aprenden
a seguir la voluntad de
Dios. Evidentemente, el
testimonio que el Espíritu de Dios va
a dar a nuestro espíritu
siempre será conforme lo
que Él mismo ha revelado en
las Escrituras en palabras de Jesucristo, pero
aquí lo interesante es que
nuestra voluntad tenemos dos
opciones: que nuestra alma se apegue
a las cosas terrenales, o a las cosas celestiales.
El alma funge como lugar de
decisión entre el cuerpo y el espíritu. Es en el alma donde el
individuo elige hacer o no hacer una acción. Si nuestra alma pone
más atención al espíritu y es receptivo a lo que dicta el
Espíritu, la carne será relegada. De igual forma, si nuestra alma
pone más atención a los deseos de la carne, el espíritu será
relegado. La parte que más alimentemos será la que más
preeminencia tendrá. Alimentar nuestro espíritu ayudará a renovar
nuestra mente. Pero alimentar nuestra carnalidad hará que se
corrompa nuestra mente. La parte que más alimentemos será la que
más crecerá. Si la carne le presenta un mal deseo al el alma, el
alma que escucha al espíritu se detendrá porque el espíritu
indicará al alma que no es correcto delante de Dios. Por ejemplo:
supongamos que la carne de un hombre le envía un mensaje a su alma,
diciéndole: "quiero fornicar; me gusta cómo se siente,
quiero sentir la emoción". El alma receptiva a la ley de
Dios escrita en el corazón, escuchará: “no debes fornicar”;
y si el alma escucha al espíritu, entonces escuchará: "debes
ser fiel ante Dios y ser puro en el matrimonio". Si el alma
es atenta a los más mensajes del espíritu, el espíritu del hombre
se acrecentará.
De
acuerdo con
el ejemplo de
Cristo, la
manera para someter la voluntad del alma a la experiencia del
espíritu es por medio de la oración. Cuando Él estaba orando en el
huerto de Getsemaní, sabiendo que su tiempo de crucifixión se
acercaba, dio muestras de que no quería que su cuerpo físico fuese
a la cruz (Mateo
26:39).
Sin embargo, pidió que hiciera la voluntad de Dios revelada en el
Espíritu, y mandó a sus discípulos a orar más aún, porque
“el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”
(Mateo
26:40).
Conclusión
La doctrina de la Trinidad
del hombre nos ayuda a entender qué es el ser humano y cómo
está conformado o cómo se percibe en el Reino de Dios. Creemos que
ningún creyente tendrá problema reconociendo que el cuerpo
es la parte humana externa que vemos por fuera (nuestro exterior) y
que hay otra parte invisible interna que mora dentro dentro de
nosotros. Pero muchas veces es difícil para la gente distinguir con
exactitud entra los conceptos aquí expuestos debido a la gran
variedad de referencias bíblicas que deben considerarse para
entender el tema de forma consistente.
Dónde
y cómo exactamente se encuentra el espíritu en relación con
el alma es un enigma teológico con una variedad interpretaciones, y
no tenemos la pretensión de resolver este misterio de forma
definitiva dado que la Escritura no da mayores especificaciones al
respecto. Reconocemos que no todos los estudiosos bíblicos están
de acuerdo con la interpretación que hemos dado, pero al mismo
tiempo recordamos que muchos teólogos sí concuerdan en que, en base
al estudio de los versículos que hemos citado, la
conclusión más viable
es inclinarse a la
hipótesis de la Trinidad del hombre que sintentizamos de la
siguiente manera:
Cuerpo
|
Alma
|
Espíritu
|
Mente
|
Corazón
|
Compuesto
material
|
|
Esencia
divina
|
-
Apariencia
-
Aspectos
físicos
-
Cansancio
-
Carne,
sangre y huesos
-
Cinco
sentidos
-
Comodidad
terrenal
-
Cosas
temporales
-
Coyonturas
y tuétanos
-
Cuerpo
visible
-
Debilidad
-
Dolor
físico
-
Enfermedad
física
-
Experiencias
corporales
-
Experiencias
sensoriales
-
Funciones
fisiológicas
-
Genética
-
Habilidades
físicas
-
Impulsos
físicos
-
Instintos
corporales
-
Materia
física
-
Miembros
del cuerpo
-
Moléculas
y átomos
-
Necesidades
básicas
-
Organismo
viviente
-
Órganos
biológicos
-
Pensamientos
carnales
-
Placer
físico
-
Relación
con el ambiente
-
Salud
física
-
Sensaciones
físicas
-
Síntomas
-
Sistema
autónomo
-
Sistemas
orgánicos
-
Tabernáculo
terrenal
-
Tejidos
celulares
-
Templo
de Dios
-
Tensión
|
|
|
-
Afecciones
-
Aficiones
-
Ambiciones
-
Amor
romántico
-
Amor
filial
-
Angustia
-
Anhelos
-
Ánimo
-
Ansiedad
-
Auto-control
-
Carácter
-
Forma
de actuar
-
Culpa
(real o ficticia)
-
Depresión
-
Deseos
-
Emociones
-
Frustración
-
Fuerza
de voluntad
-
Gustos
personales
-
Identidad
-
Inestabilidad
emocional
-
Intenciones
-
Intereses
-
Ley
moral escrita
-
Libre
albedrío
-
Miedo
-
Motivaciones
-
Orgullo
-
Pasiones
internas
-
Pensamientos
voluntarios
-
Personalidad
-
Preferencias
-
Presión
social
-
Razones
-
Reacciones
-
Sentimientos
personales
-
Sentir
interno
-
Toma
de elecciones
-
Valores
-
Voluntad
individual
|
Creemos
que es necesario orar y pedir mayor entendimiento a Dios sobre este
tema y que Dios mismo lo puede clarificar o confirmar a cada persona
a través de la oración. Es
imposible para nosotros
establecer con absoluta
certeza los detalles de misterios espirituales que
no se explican a detalle en
las Escrituras, pero pensamos
que hay
la suficiente información para confirmar
la Trinidad del hombre de la
forma en la que la hemos estudiado.
Afirmamos
también que
éstas son tres partes
particulares de una vida humana que
conforman en su conjunto una unidad
o unicidad
del
propio ser y pensamos que el
argumento final y máximo para
creer en la Trinidad
del hombre lo hallamos en el hecho de que hemos sido
creados
a semejanza de
Dios. Si sabemos
que Dios
es Padre,
Hijo y Espíritu Santo (una
Trinidad o
un sólo Ser
conformado por
tres partes que se
manifiestan de tres formas particulares pero inseparables e
íntimamente conectadas entre sí) concluimos
que el ser humano también lo
es.