viernes, 18 de noviembre de 2016

¿Señales o Arrepentimiento?


En el último siglo, muchas iglesias han estado enfatizando cada vez más la realidad sobrenatural y la existencia de los milagros y señales. Desde el siglo XX, el cristianismo ha visto una creciente manifestación de milagros documentados en cientos y cientos de testimonios de personas en todas partes del mundo, y los seguimos viendo y escuchando. 
Hay quienes no creen en milagros, pero los milagros son reales y ver un milagro es una bendición gigantesca. ¡Que bendición es saber que alguien, contra todas las probabilidades y toda lógica humana, ha logrado sobrevivir de una enfermedad terrible, por la pura misericordia de Dios!, ¡Que bendición ha sido para mi vida comprobar que podemos orar en nombre de Cristo, con sinceridad y con humildad, y Dios va a responder nuestra oración, sanando a la persona o llevándose el dolor al instante!  Recibir las bendiciones de Dios es algo que te hace sentir bien. ¡Y qué bendición es ser parte de una multitud que le canta a Dios, le alaba con gozo, y siente gran emoción de recibir la esperanza de Dios de forma tangible y sensitiva, en sus muchas manifestaciones. 

No obstante, las señales, los prodigios, y los sentimientos no son lo más importante del Evangelio. Lo más importante del mensaje de Dios es la SALVACIÓN y sus derivados eternos: la verdad, la justicia, ahunadas al amor. Hoy en día, muchas iglesias han decido tomar una táctica conveneciera: sólo hablan de las cosas que mejor se sienten y que no amenazan con hacerle daño al estilo de vida y la zona de comfort de las personas. Muchos dirían: "No me hagas sentir incómodo: sí, ayúdame, pero háblame del amor de Dios, del perdón, de la paz en el alma, de la gracia, la promesa de prosperar en los buenos planes que Dios tiene para mí, la posibilidad de sanación, la comunión y cómo me ayuda". Su enfoque es, "háblame del Cielo invadiendo la Tierra y los derechos que tengo como coheredero del cielo". 

Ciertamente, esas son cosas de Dios hermosas y deseables; son parte del Evangelio, y un Evangelio que se desentiende de ellas, no es un Evangelio completo. Pero el problema es que miles de religiosos se centran sólo en las bendiciones de Dios, y no quieren saber nada acerca de las cosas más duras, controvertidas y menos populares entre las multitudades. Dios sabe cuantos predicadores  se rehúsan a explicar la verdad acerca del juicio de Dios,  la ira de Dios contra toda injusticia y la necesidad del arrepentimiento profundo y verdadero. Muchos han estado negándose a declarar la guerra al pecado, no se esfuerzan por buscar la justicia, la santidad, el autocontrol, la compasión, la ayuda a los pobres, la guerra a los deseos propios, el odio al pecado, la enemistad contra el mundo, la separación de los falsos hermanos. Su enfoque es: "No hay que ahondar mucho en el tema del Infierno o el pecado, porque puede incómodar a la gente". 

Son gente que buscar agradar al hombre; no a Dios. Gente que quiere ganar simpatizantes y congregantes, pero no almas para el Reino de los Cielos. Son gente que predica lo que la gente quiere orí y es aplaudida por los hombres (Lucas 6:26), pero no tendrán más recompensa que el aplauso mismo de la gente. Son gente que recorre mar y tierra para hacer prosélitos (Mateo 23:15), y cuando llegan a hacerlos, lo empeoran todo, haciendo falsos conversos, haciéndole creer a hijos del diablo que ahora son hijos del Dios verdadero, y haciéndole creer a gente que nunca se ha arrepentido, que ya son hermanos y tienen comprado su boleto al cielo, cuando solo han repetido de labios el nombre toda de Dios y el mensaje de sus proselitores. Y, como dijo Miguel Núñez, “Hay una cosa peor que no ser cristiano, y es no serlo y creer que lo eres”. 
Los falsos maestros toman a ladrones y dicen tener comunión con ellos, y olvidan hacer justicia y advertir del juicio que Dios ha dicho que vendrá. Sus falsos profetas les dicen, "Ciertamente no moriráis, si no que viviréis". La misma mentira de Satanás desde el principio de los tiempos es hacernos creer que podemos pecar y desobedecer a Dios libremente, sin que haya consecuencias, sin que Dios se enoja y sin que pase nada. Los profetas del diablo le dicen al pecador impenitente: "Todo está bien. No se preocupen. Dios no está enojado con ustedes; Dios no se enojará contra ustedes". Aparentan tener piedad, pero niegan la eficacia de ella (2 Timoteo 3:5). 

Y Dios dice así de los semejantes en Isaías: 

"4 ¡Ay, nación pecadora, 
          pueblo cargado de iniquidad, 
          generación de malvados, 
          hijos corrompidos! 
          Han abandonado al SEÑOR, 
          han despreciado al Santo de Israel, 
          se han apartado de Él. . .  

12 Cuando venís a presentaros delante de mí, 
          ¿quién demanda esto de vosotros, de que pisoteéis mis atrios? 
13 No traigáis más vuestras vanas ofrendas, 
          el incienso me es abominación. 
          Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas: 
          ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne! 
14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; 
          se han vuelto una carga para mí, 
          estoy cansado de soportarlas . 
15 Y cuando extendáis vuestras manos, 
          esconderé mis ojos de vosotros; 
          sí, aunque multipliquéis las oraciones, 
          no escucharé. 
          Vuestras manos están llenas de sangre. 
16 Lavaos, limpiaos, 
          quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; 
          cesad de hacer el mal, 
17 aprended a hacer el bien, 
          buscad la justicia, 
          reprended al opresor, 
          defended al huérfano, 
          abogad por la viuda. 
18 Venid ahora, y razonemos 
          --dice el SEÑOR-- 
          aunque vuestros pecados sean como la grana, 
          como la nieve serán emblanquecidos; 
          aunque sean rojos como el carmesí, 
          como blanca lana quedarán. 
19 Si queréis y obedecéis, 
          comeréis lo mejor de la tierra; 
20 pero si rehusáis y os rebeláis, 
          por la espada seréis devorados. 
          Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado. 
21 ¡Cómo se ha convertido en ramera la ciudad fiel, 
          la que estaba llena de justicia! 
          Moraba en ella la rectitud, 
          mas ahora, asesinos. 
22 Tu plata se ha vuelto escoria, 
          tu vino está mezclado con agua. 
23 Tus gobernantes son rebeldes 
          y compañeros de ladrones; 
          cada uno ama el soborno 
          y corre tras las dádivas. 
          No defienden al huérfano, 
          ni llega a ellos la causa de la viuda.
24 Por tanto, declara el Señor, DIOS de los ejércitos, 
          el Poderoso de Israel: 
          ¡Ah!, me libraré de mis adversarios, 
          y me vengaré de mis enemigos. 
25 También volveré mi mano contra ti, 
          te limpiaré de tu escoria como con lejía, 
          y quitaré toda tu impureza. 
26 Entonces restauraré tus jueces como al principio, 
          y tus consejeros como al comienzo; 
          después de lo cual serás llamada ciudad de justicia, 
          ciudad fiel. 
27 Sion será redimida con juicio, 
          y sus arrepentidos con justicia. 
28 Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una, 
          y los que abandonan al SEÑOR perecerán."

Y en Jeremías 23, dice así:

16 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: 
          No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. 
          Ellos os conducen hacia lo vano; 
          os cuentan la visión de su propia fantasía, 
          no de la boca del SEÑOR. 
17 Dicen de continuo a los que me desprecian: 
          ``El SEÑOR ha dicho: `Tendréis paz'; 
          y a todo el que anda en la terquedad de su corazón 
          dicen: ``No vendrá calamidad sobre vosotros. 
18 Pero ¿quién ha estado en el consejo del SEÑOR, 
          y vio y oyó su palabra? 
          ¿Quién ha prestado atención a su palabra y la ha escuchado? 
19 He aquí, la tempestad del SEÑOR ha salido con furor, 
          un torbellino impetuoso 
          descargará sobre la cabeza de los impíos. 
20 No se apartará la ira del SEÑOR 
          hasta que haya realizado y llevado a cabo los propósitos de su corazón. 
          En los postreros días lo entenderéis claramente. 
21 Yo no envié a esos profetas, 
          pero ellos corrieron; 
          no les hablé, 
          mas ellos profetizaron. 
22 Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, 
          habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, 
          y les habrían hecho volver de su mal camino 
          y de la maldad de sus obras. 
23 ¿Soy yo un Dios de cerca--declara el SEÑOR-- 
          y no un Dios de lejos? 
24 ¿Podrá alguno esconderse en escondites 
          de modo que yo no lo vea?--declara el SEÑOR. 
          ¿No lleno yo los cielos y la tierra?--declara el SEÑOR. 

     25 He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en mi nombre, diciendo: ``¡He tenido un sueño, he tenido un sueño! 26 ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón, 27 que tratan de que mi pueblo se olvide de mi nombre con los sueños que se cuentan unos a otros, tal como sus padres olvidaron mi nombre a causa de Baal? 28 El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano?--declara el SEÑOR. 29 ¿No es mi palabra como fuego--declara el SEÑOR-- y como martillo que despedaza la roca? 30 Por tanto, he aquí, estoy contra los profetas--declara el SEÑOR-- que se roban mis palabras el uno al otro. 31 He aquí, estoy contra los profetas--declara el SEÑOR-- que usan sus lenguas y dicen: ``El SEÑOR declara. 32 He aquí, estoy contra los que profetizan sueños falsos--declara el SEÑOR-- y los cuentan y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y sus presunciones, cuando yo no los envié ni les di órdenes, ni son de provecho alguno para este pueblo--declara el SEÑOR. 
     33 Y cuando te pregunte este pueblo, o el profeta, o sacerdote, diciendo: ``¿Cuál es la profecía del SEÑOR?, les dirás: ``¿Cuál profecía? El SEÑOR declara: ``Yo os abandonaré. 34 Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que diga: ``Profecía del SEÑOR, traeré castigo sobre tal hombre y sobre su casa. 35 Así diréis cada uno a su prójimo y cada uno a su hermano: ``¿Qué ha respondido el SEÑOR? ¿Qué ha hablado el SEÑOR? 36 Y no os acordaréis más de la profecía del SEÑOR, porque la palabra de cada uno le será por profecía, pues habéis pervertido las palabras del Dios viviente, del SEÑOR de los ejércitos, nuestro Dios. 37 Así dirás al profeta: ``¿Qué te ha respondido el SEÑOR? ¿Qué ha hablado el SEÑOR? 38 Pero si decís: ``¡Profecía del SEÑOR!, entonces así dice el SEÑOR: ``Por cuanto habéis dicho esta palabra: `¡Profecía del SEÑOR!', habiendo yo enviado a deciros: `No digáis: ``¡Profecía del SEÑOR!', 39 por tanto, he aquí, ciertamente me olvidaré de vosotros y os echaré de mi presencia, junto con la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres; 40 y pondré sobre vosotros oprobio eterno y humillación eterna que nunca será olvidada.


La Biblia dice que muchos verán señales y prodigios, y comerán y beberán alegres, pero aún así irán al infierno (Lucas 13; Mateo 7). ¿Y porqué? Porque, teológicamente hablando, todos los creyentes podríamos ir al cielo sin haber visto un sólo milagro, pero Jesús dijo que ninguno podrá ir al cielo sin haberse arrepentido del pecado y haber nacido de nuevo. 
Cuando los discípulos hablaban de cómo a unos galileos se les había derrumbado su mundo y su torre de ilusiones se había caído al infierno, Jesús los oyó y les dijo, "¿Piensan ustedes que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Les digo que no; al contrario, si no ustedes no se arrepiénten, todos ustedes perecerán de la misma manera". 

El ejemplo perfecto es Judas Iscarionte, que había seguido a Jesús de cerca como uno de sus 12 discípulos, y vio su mundo derrumbado por no haberse arrepentido y por no haber nacido de nuevo. Judas mismo vio a Jesús haciendo milagros y sanando enfermos. Jesús mismo le dio a Judas (junto a los doce), "poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades" (Lucas 9:1); y Él "comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos" (Marcos 6:7). Judas vio con sus ojos y experimentó los milagros de forma personal, en sus propias manos, pero él nunca se arrepintió y fue directo al infierno. Y, como diría Jesús, "mejor le fuera a ese hombre no haber nacido" (Mateo 26:24), porque el castigo que esperaba, después de haber sabido y no haber hecho nada, es mucho peor de lo normal (2 Pedro 2:21). 

En contraste tenemos al ladrón en la cruz, quien, al agonizar, no fue bajado milagrosamente de la cruz, pero sí se arrepintió de corazón y ciertamente fue al paraíso con Jesús (Lucas 23:43). Puede que el ladrón nunca haya visto un milagro en su vida, pero el arrepentimiento sincero y la fe que tuvo en Jesús para salvarlo, fueron suficientes para que Él en verdad fuese perdonado y entrara al Reino de los Cielos. 
Dios ha sido y siempre sigue siendo poderoso para bajar a cualquiera de la cruz, pero Él nos dice que no nos desentendamos de ello. De hecho, nos pide que si queremos seguirlo, estamos obligados a tomarla y a negarnos a nosotros mismos (Lucas 9:23), muriendo a nuestro ego y a nuestros deseos propios (Gálatas 5:24). 

Cristo Jesús, Señor nuestro, nos dice que ES NECESARIO ARREPENTIRNOS y tener FE en Él. Dios aún puede hacer y hace señales y prodigios, pero no lo hacer para que nuestra fe dependa de ellos. Porque no andamos por vista, sino por fe (2 Corinios 5:7). La fe es la certeza de aquello que no se fe y que se espera con seguridad (Hebreos 11). Pero los fariseos, desde tiempos antiguos, han demandado señal y han puesto su fe solo en señales y prodigios (Juan 2:18). Ellos concuerdan con Tomás, el Apóstol incrédulo, y dicen, 'hasta no ver, no creer'. Mas cuando el Todopoderoso, por su gracia, les deja ver las cosas que ha hecho por nosotros, Dios les responde, "porque me has visto, creíste. ¡Bienaventurados los que no vieron, y creyeron!".

Dejemos que la FE tenga todo lo que necesita para ser plena. La fe cristiana no empieza con la visión ni con las manos. La fe en Cristo empieza con el arrepentimiento ante el Padre, la convicción de que debemos abandonar el pecado, y la seguridad de que, a pesar de que no lo merecemos, Dios va a hacer las cosas que le suplicamos que haga, porque Él, por amor, lo ha prometido. Pero no olvidemos que Dios es soberano. Eliseo estaba lleno del Espíritu de Dios, y aún así murió de una enfermedad que le llevó a la tumba. 

Nadie tiene derecho de negar que Dios sigue siendo misericordioso con su pueblo; nadie tiene derecho de decir que los milagros no se necesitan o que Dios no los quiere hacer. Dios desea que su pueblo no tenga ni lágrima, ni llanto, ni dolor. Pero antes de eso, quiere que no haya pecado, Que nadie diga que las señales y prodigios son más importantes, o que el arrepentimiento no es tan importante en comparación. Nadie tiene derecho de mutilar el Evangelio y prescindir de las cosas que forman la base del Evangelio. Ningún predicador tiene derecho de negar los dichos duros de Jesús, que nos dicen que hay un bien, y un mal, un cielo, y un infierno, santidad, y pecado. Que DEBEMOS apartarnos del pecado y vivir una vida recta y limpia delante de Dios. 

Cualquiera que habla solo de lo bueno, y no dice nada de lo malo, está mutilando el mensaje de Dios, y Dios advirtió, que "si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro" (Apocalipsis 22:19). Dios tenga misericordia de los creyentes que aún no abren los ojos. 

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