miércoles, 11 de agosto de 2021

Somos "indignos", pero no "inservibles": Valemos mucho ante Dios


¿Cómo te percibes cuando llegas a fallar de alguna forma, o cuando alguien te llega a fallar? Esto es lo que le preguntaba a un hermana recientemente, y me daba cuenta de que ha sentido lo mismo que yo. Y es que, cuán cierto es que nuestra interpretación teológica ha confundido dos palabras que tristemente se han convertido en una sóla. 

"Cuando llego a fallar, siento que no tengo valor; [...] 

Cuando alguien me llega a fallar, que puede ser porque sea culpa mía". 

Todos los seres humanos hemos tenido sentimiento de culpa, y a menudo, en la religión, lo hemos "sustentado" porque hemos confundido lo que significa ser "indigno" con ser una persona "sin valor"

Estas ideas se agudizan aún más si han sido una persona como yo lo he sido por mucho tiempo: legalista, ultraperfeccionista, escrupoloso, meticuloso, sumamente autocrítico... o simplemente muy juzgado por otros, o las dos cosas.

Esta reflexión citada en itálicas es de Dale Fincher y fue publicada en un artículo del sitio margmowczko.com para recordarnos que estamos hablando de dos conceptos que no significan lo mismo. Pero si los unimos entre sí, es fácil caer en el engaño de que nuestra indignidad significa ausencia de valor, y no es así.

Un adolescente me dijo lo despreciable que se sentía. "Soy un pecador", enfatizaba; y ser un pecador para él significaba no tener valor. Juntó las dos cosas, pensando que una mala elección conducía a un alma repulsiva.

“No”, respondí, “no eres despreciable. Ser pecador no te hace inservible".

Lo que este joven había escuchado la mayor parte de su vida en la iglesia es que ser pecador te hace indigno de tener una amistad con Dios, indigno de heredar las promesas de Dios de paz, gozo y vida eterna. Eso es cierto. Pero alguien le habia puesto la idea de que que no somos más que gusanos inservibles. Indigno significaba despreciable para él.

"Indigno" es no cumplir con los requisitos, no merecer algo alto. Si alguien engaña a su empleador, no merece un aumento. Si alguien no estudia para un examen, no merece una calificación alta. Si olvida el cumpleaños de su hijo, no se merece un niño feliz que finja que nada pasó.

No eres digno de recompensa cuando no haces lo que es digno de recompensa. No puedes merecer el título ganador en el Maratón de Boston, si llegas en último lugar. No mereces que Dios te recompense cuando, a través del pecado, no has hecho nada para merecer esa recompensa.

Eso es lo que significa ser indigno. Tus méritos se quedan cortos a la gloria de Dios. Eres indigno de ser honrado (Romanos 4: 4).

Sin embargo, ser "sin valor" es muy diferente. Si bien, ser indigno tiene que ver con nuestros méritos, ser inservible tiene que ver con nuestro valor. Si perdió el Maratón de Boston, está tan lleno de valor como la persona que ganó. Si olvidó el cumpleaños de su hijo, no es menos valioso que el padre que lo recordó con semanas de anticipación y alquiló un elefante para la ocasión.

La distancia entre indigno de mérito y el valor de algo inservivble es la distancia entre el este y el oeste.

Jesús vino por los pecadores y enfermos, por las ovejas perdidas.

Pero Jesús no vino por gente sin valor. Vino por gente indigna.

Jesús vino por personas que son valiosos. Su venida nos demuestra que somos valiosos.

Jesús no vino a avergonzar a pecadores, sino a salvar a pecadores - Reinhard Bonnke

Nuestro valor, más preciado que el valor de oro fino, se pensó haberse ennegrecido por nuestro pecado (Lam.4:1-2), pero Jesús, reconociendo que los humanos somos malos, nos señalaba que si incluso así sabemos darles cosas buenas a nuestros pequeños, ¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos hará por nosotros? (Mateo 7:11, Lc. 11:13). 

Él vino y nos recordó que nosotros tenemos mucho más valor que las aves del cielo (Mt. 6:26, 10:31), que Su amor es el más grande al haber dado su vida por sus amigos (que sí, eran malos, e indignos, pero no sin valor) (Jn.15:13). Porque “Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). 

Como señalaba  Reinhard Bonnke, "Jesús no vino a avergonzar a pecadores, sino a salvar a pecadores". Es más, si tú hubieras sido la única persona por la cual venir a morir en la cruz, Él aún así habría dejado a todas las demás ovejas del reino para venir al rescate de una sola (Lucas 15:1-7). Él nos compara a una perla de gran precio, escondida bajo la tierra, por la cual Él da todo lo que tiene para quedarse con ella (Mateo 13:45-46). 

No es que el perdón de Jesús no haga valiosos de repente, como si de repente alguien deseara una colección de lombrices. No. El perdón de Jesús nos hace acreedores de la recompensa de conocer a Dios. Su perdón sacó el auto clásico del garaje abandonado para encender su motor y pintar de nuevo sus paredes blancas. A esto se refiere la Escritura quiere decir con la "gracia". Su perdón nos recuerda, una y otra vez, que somos valiosos, aunque nuestros méritos se queden cortos.

Después de todo, eres un ser humano. Los humanos no pueden darse valor a sí mismos. Los seres humanos se hicieron valiosos desde el principio, sin nuestra consulta, nos guste o no (Gn. 1:27).

Dios nos creó a su imagen y semejanza, y nos puso por encima de todas las criaturas del mar, del cielo y de la tierra. Fuimos hechos como la obra maestra de Dios (Efesios 2:10-12) El rey David lo sabía. Fuimos hechos "un poco menor que los ángeles" y coronoados de gloria y majestad (Salmos 8:4-6).

"Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. 14Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra" (Salmo 139:13-15).

Un popular escritor cristiano me respondió una vez de forma negativa aerca de esto; él creía que Jesús nos hizo valiosos en la Cruz. Dijo que hoy estamos preocupados por el valor de las cosas porque estamos demasiado preocupados por la economía.

Lo que pasó por alto es que la Escritura afirma nuestro valor mucho antes de reconocer nuestros méritos. La creación vino antes de la Cruz. Fuimos hechos valiosos en el Edén antes de cualquier tentación de pensar de otra manera, y Dios hizo un plan para rescatarnos incluso antes de la Ley y los sacrificios.

Creo que ese escritor había olvidad la vieja frase de la escuela dominical: "Yo sé que soy alguien, porque Dios no hace basura". Indigno, para él, se convirtió en porquería inservible.

Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo y perder su alma?" Jesús mismo hizo una metáfora económica sobre nuestro valor (Marcos 8:36). Nuestro valor vale más que todos nuestros méritos, vale más que todo el mundo.

Entonces, ¿Se acerca Dios a nosotros porque hayamos hecho cosas buenas, obligando a Dios a prestarnos atención? No. No podemos obligar a Dios a través de ninguna cosa que hagamos. ¿Se acerca Dios a nosotros porque ama a los valiosos seres humanos que ha creado, ofreciéndose a sí mismo a su creación? Absolutamente.

Permítanme decirlo de nuevo, aunque pueda parecer inusual para algunos oídos: nunca podremos obligar a Dios a salvarnos. Sino que Él se ofreció a sí mismo para salvar a su valiosa creación.

Somos indignos, pero no somos inservibles. Somos valiosos y amados, sin importar lo que hagamos (Rom. 5:8). Dios ama lo valioso y nos enseña a vernos a unos a otros más allá de lo que merecemos. ¿Ves ese vagabundo o ese dueño de casa, ese hombre divorciado o esa mujer promiscua, ese pastor orgulloso o ese adolescente adicto? Sus acciones pueden no ser dignas de atención, pero son lo suficientemente valiosas como para amarle, indignos pero no sin valor. También llevan la imagen de Dios.

El psicólogo Jordan Peterson tuvo un sueño en el que todos se arrodillaban ante Cristo, y a través de esto pudo reflexionar que esto es una "necesidad psicológica" en nuestra existencia. "La respuesta judeocristiana a esto es, porque tienes una chispa de divinidad dentro de ti y esa divinidad es un reflejo de este Bien que trasciende, y es obligatorio para mí reconocer eso en ti y viceversa, si vamos a habitar el mismo territorio sin caos, en paz y con el capacidad de cooperar". 

La Biblia dice: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto" (1 Juan 4:20). Todos llevamos la misma sustancia de vida en nuestras venas, "De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra" (Hch.17:6). Todos somos bendecidos por nuestro Padre (Mt.5:45). Dios no hace acepción de personas, aunque la gente sí.

En su sermón sobre "La respuesta a una pregunta inquietante"Martin Luther King Jr. también señalaba que el poder entender esto es clave para poder amar y sentirnos amados:

"Aunque estaba en lo correcto al afirmar la pecaminosidad de la naturaleza humana, y la incapacidad del hombre de salvarse a sí mismo, la Reforma [Protestante] erróneamente se fue al extremo de creer que la imagen de Dios había sido completamente borrada del hombre. Esto condujo a la doctrina calvinista de la total depravación del hombre [...]. 

A largo de la Biblia, Dios no es presentado como un zar omnipotente que tome todas las decisiones por súbditos, ni tampoco como un tirano cósmico que use métodos como los de la gestapo para invadir la vidas interiores del hombre. Más bien, Él es presentado como un Padre amoroso que siempre permanece dispuesto a dar bendiciones tan excedentemente abundantes a sus hijos que aceptan voluntariamente. Siempre está claro que el hombre debe hacer algo. “Ponte de pie”, le dice Dios a Ezequiel, “para que yo te hable.” 
El hombre no es un inválido imposibilitado que haya sido abandonado en un valle de total depravación hasta que Dios lo saque de allí; él es más bien un ser humano válido cuya visión ha sido deteriorada por las cataratas del pecado, y cuya alma ha sido debilitada por el virus del orgullo. Pero todavía queda suficiente visión en el hombre para que éste levante sus ojos a las colinas, y queda suficiente imagen de Dios en el hombre como para que éste vuelva su débil vida maltratada por el pecado, hacia ese Gran Médico, el sanador de toda enfermedad de pecado.
Como el Padre en la parábola del hijo pródigo, Dios no nos va a obligarnos a quedarnos en casa cuando nuestras mentes están deseosas de viajar a algún lugar lejano degradante, pero seguirá nuestros pasos en nuestro lamentable deshonra, con amor, y cuando volvamos en sí, y traigamos de vuelta nuestros cansados pies a la casa de nuestro Padre, Él permanece esperando con brazos abiertos de perdón". 

King Jr., nos recordaba que la necesidad de entenderlo así desde la Palabra, es además clave para saber amar a los demás, incluso a nuestros enemigos, como mandó Jesús. En su ensayo "Amando a tus enemigos", decía:

"Hay algo dentro de todos nosotros que nos hace exclamar con Ovidio, el poeta latino: "Veo y apruebo las mejores cosas de la vida, pero hago las cosas malas." Hay algo dentro de todos nosotros que nos hace exclamar con Platón que la personalidad humana es como un auriga con dos caballos impetuosos, cada uno queriendo ir en diferentes direcciones. Hay algo dentro de nosotros que nos hace exclamar con Goethe: "Hay suficientes cosas en mí para hacer tanto a un caballero como a un granuja." Hay algo dentro de nosotros que nos hace exclamar con el Apóstol Pablo: veo y apruebo las mejores cosas de la vida, pero las cosas malas, "eso hago."

De alguna manera, los "seres" de nuestra naturaleza presente, no está en armonía con los "deber seres" eternos que siempre nos confrontan. Y esto simplemente significa esto: Que en lo mejor de nosotros, hay algo de malo, y en el peor de nosotros, hay algo de bueno. Cuando llegamos a ver esto, tomamos una actitud diferente hacia los individuos. La persona que más te odia, tiene algo bueno en él; incluso la nación que más odia, tiene algo bueno en ella; incluso la raza que más odia, tiene algo bueno en ella. Y cuando llegas al punto en que miras el rostro de cada hombre y ves muy dentro de él lo que la religión llama "la imagen de Dios", comienzas a amarlo a pesar de. No importa lo que haga, ves la imagen de Dios allí. Hay un elemento de bondad del que nunca puede deshacerte. Descubran el elemento bueno en su enemigo. Y al tratar de odiarlo, encuentren el centro de la bondad y ponga su atención allí y entonces tendrán una nueva actitud".

¿Pero entonces cómo respondo cuando fallo y me siento inservible o sin valor? ¿Cómo me quito ese sentimiento cuando le llego a fallar a Dios, al mundo, y a mi mismo?

Sabemos que tenemos que llevarlo ante Dios, pero quizá ya haz hecho numerosas ocasiones y aún sigue ocurriendo. que Dios es el que nos salva de ese sentimiento, por gracia, a través de la fe (Efesios 2:8-9). El caso es que no es un asunto de orar muro, llorar mucho, sudar mucho, u obrar mucho. Es un asunto de poner nuestra fe en la obra completa y suficiente de Cristo en la cruz, y no en tus obras. El perdón de Dios nunca se alcanza por medio de propias obras (Heb.9:22), de otro modo Cristo habría muerto en vano (Ga.2:21). Así que necesitas reafirmar tu creencia en el Evangelio de la gracia y reafirmarte de nuevo en la fe de que "el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesucristo" (Ro.3:20, Ga.2:16). 

Cuando Él se dio a sí mismo en esa cruz, tú aún ni si quiera habías nacido, y Él ya había cargado con todas tus iniquidades, con todas tus fallas, con todas tus maldades, con todas tus dolencias (de tu pasado, presente, y sí, también de lo que sería nuestro futuro). "Él es la aplacación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Juan 2:2). Tú aún ni si quiera habías existido, y ya estabas en la mente de Dios, y Él ya había hecho un plan para rescatarte para cuando cayeras, porque sabía que pecarías y fallarías. Él, nuestro abogado eterno, pagó tu deuda, no en parte, sino completa. Él hizo bien su trabajo. Cumplió la voluntad de forma perfecta, y su trabajo era salvarte. No hizo un trabajo a medias, y lo dejó claro:

"Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final" (Juan 6:37-40).  

"No hay quien pueda arrebatar a nadie de mi mano; nadie puede deshacer lo que yo he hecho” (Isaías 43:13). 

"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:37-38)

"Y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre" (Juan 10:28).

Así que la original en realidad tiene que ver con cómo percibes a Dios cuando llegas a fallar de alguna forma, o cuando alguien te llega a fallar. Jesús nos enseñó que Él es nuestro Padre celestial, y Él no deja de ser bueno aunque nosotros llegemos a fallar. Podemos confiar en Él.

Si tienes un hijo, y éste saca malas calificaciones, ¿acaso lo desheredas? O si comete una falta, un error, se le olvida hacer cierta tarea, o aún no hace todo lo que le mandaste, ¿lo abandonas y lo dejas que duerma en la calle? O si se enoja con su hermano, ¿le niegas la comida o lo envenenas? ¿Verdad que no? Puede que no lo lleves al cine, que no lo vayas a premiar con un helado, que estés descontento con él por su conducta, pero ¿acaso no sientes deseos de acercarte a él y hablarle para que reflexione sus errores y se porte mejor? Así también Dios con nosotros, nos seguirá teniendo misericordia, cada día, aunque fallemos. Como está escrito: "El SEÑOR es tan bueno con los que lo respetan como un padre con sus hijos" (Salmos 103:13-14 PDT). ¡Él tiene compasión de sus hijos, como un Padre se compadece de sus hijos!

Si tú amas a tu hijo, aunque su conducta no sea impecable, no por eso deja de ser tu hijo, ni deja de estar en tu familia, ni deja de estar en tu casa, ni dejas de amarlo. Así mismo con nuestro Padre. Si somos sorprendidos en una falta, nuestro Padre celestial obviamente va a buscar corregirnos, precisamente porque nos ama. "Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite" (Proverbios 3:12). ¡Nuestro Padre celestial se deleita en nosotros, aunque no seamos perfectos! Aunque a veces los hijos de Dios cometemos errores y fallamos de muchas maneras, no por eso dejamos de ser hijos amados. ¡Aleluya!

Por lo tanto, la clave para sentir el amor de Padre es la fe que tenga una mentalidad centrada en el amor del Padre. ¿Recuerdas que cuando Él vino, sus ángeles proclamaban su paz en la Tierra y buena voluntad hacia el hombre? Por lo tanto, la próxima vez que las mentiros maligno te estén acusando, no desmayes, y cuando enfrentes pensamientos negativos, derríbalos bajo la verdad del amor de Cristo (2 Cor. 10:5). Ponte el yelmo de la salvación y saca el escudo de la fe, e intenta tener la siguiente mentalidad de fe y confianza, en la vida y en la oración, creyendo y diciendo:

Está bien cuando las cosas no tienen sentido, ¡Dios hará que todo salga bien! (Ro.8: 28)

Está bien cuando no lo sé todo, ¡Dios todo lo sabe y Él me guiará siempre! (Sal.23:6, Is.41:10)

Está bien cuando no entiendo, ¡Dios va a aclarar las cosas! (San 1: 5, cf. Juan 13:7)

Está bien cuando no tengo el control, ¡Dios aún está cerca y conmigo, y Él tiene el control! (Hch.17:27, Mt.28:20) 

 

Estoy a salvo, incluso en medio de la aflicción, ¡porque Dios todavía está en el trono y Suya es la victoria! (Juan 16:33, Ap. 4:2)

Estoy a salvo, incluso si a través de una lucha, ¡porque Él pelea por mí y la batalla es del SEÑOR! (1 Sam. 17.47)

Estoy a salvo, incluso si sufro, ¡porque cuando estoy débil, él me hace fuerte! (2 Corintios 12:10)

Estoy a salvo, incluso si fallo, porque soy salvo bajo Su gracia, que abunda con seguridad! (Efesios 2: 8-9)


Todos pecan a veces (Ecl.7: 20, 1 Rey 8:46, 2 Crónicas 6:36, Salmo 130: 3, 1 Juan 1: 8, cf. St 4:17), aunque no todos practicamos el pecado ni pecamos voluntariamente (Ro. 7:19-25)

Todos ofenden o tropiezan de muchas maneras (Santiago 3:2), es algo que ocurre con todos los seres humanos.

Todo el mundo fracasa y se queda corto ante la gloria de Dios (Romanos 3:23, Salmo 143.2, Isaías 53: 6).

Todos cometemos errores y nuestras acciones son defectuosas (Isaías 64: 6, Lamentaciones 3:22)


Ya no hay necesidad de condenarme a mí mismo (2 Cor. 4: 3) o sentirme culpable (Romanos 8: 33-34) pues ninguna condenación hay para los que están en Cristo (Ro.8:1-30)

No hay necesidad de condenar, por lo que no seré condenado (Mateo 7: 1-5).

No hay necesidad de temer ya más (1 Jn.4:18, Ap.12: 20, +365 versículos bíblicos)

No hay necesidad de tirar piedras ni recibirlas cuando se hayan ido mis acusadores (Jn. 8:10)


Incluso si pequé, tengo un abogado en mi defensa (1 Juan 2.1)

Incluso si fallamos, Dios amablemente muestra el camino de restauración, reconciliación y perdón (Gálatas 6: 1)

Incluso si otro peca contra nosotros, Dios nos manda perdonar 70 veces 7 aún en un sólo día (Lc 17: 1-10)

Incluso si nuestro pecado abundó, su gracia abundaría mucho más (Ro.5: 20)

Incluso si cayeramos, él nos levantaría (Salmo 37:24, Isaías 43: 2, Pr.24:16)


Estoy convencido de que nada me puede separar del amor de Dios (Ro.8: 31)

Estoy convencido de que Él nunca me dejará ni me desamparará (Hebreos 13: 5).

Estoy convencido de que nadie me puede quitar de su mano (Juan 10:28)

Estoy convencido de que el que inició la buena obra en mí será fiel para completarla (Filipenses 1: 6).


Soy Su hijo y Él es mi Padre por la fe en Cristo (Jn.1:12, Ef.4:6, 1 Co.8:6, Is.64:8, Mal.2:10, Sal.103:13), y estoy aprendiendo de su mano, a medida que voy creciendo y avanzando (Jn.1:16, Sal.84:7).

Soy Su hijo y Él es el Cordero que quita el pecado del mundo por medio de Su sangre (Jn.1:29, Mt.26:28, He.9:22, 1 Jn.1:7), no por mis obras.

Soy Su hijo y Él me ha limpiado con su palabra (Juan 15: 3); Él hace que mis fallos (pasados, presentes y futuros) sean olvidados y perdonados (Is. 1:18, Sal.103:12)

Soy Su hijo y Él me salvó y me adoptó, por amor (Ef.1:5, Gá.4:5-7, Ro. 8:14-19).

Soy su hijo y Él no me defraudará, tengo esperanza (Ecl.9:4, 1 Co.15:19; Ro.10:13, He.2:21, 2 Co.1:20)


Descanso en Su obra suficiente y completa en la cruz, y no en mis propias obras defectuosas (2 Corinthians 12:9, Jn.19:30, Heb.1:3, 10:14, Jn.17:4).

Descanso en Él, pensando siempre en Él, ya que nunca está lejos de mí (Is.26:3, Sal.139:7-12)

Descanso en bajos sus alas de misericordia y gracia, y no en mi fuerza , confiando en Él seré fortalecido (Sal.91; Is. 30:15, Neh.8:10)

Descanso en su amor que cubre multitud de pecados (1 Pe.4:8) y viviré por la fe (Ro.1:17, Sal.118:17, cf. Jn.11:25).


No hay comentarios:

Publicar un comentario