martes, 7 de abril de 2020

¿Te estás preparando para lo que viene?

Nunca antes hubo un virus que afectara tanto la vida cotidia­na del mundo moderno como el llamado coronavirus. La pandemia se ha extendido con una rapidez extraordinaria, con más de 2 millones 840 mil infectados y alrededor de 200,000 muertos en el mundo en cerca de cinco meses, y los casos aún van en aumento. Cerca de la mitad de la población mundial está confinada en casa, millones se quedan sin empleo, los mercados internacionales colapsan y las economías del mundo están paralizadas. Según la ONU, es “la peor crisis mundial desde la Segunda Guerra Mundial” y no sabemos cuando acabará.

El miedo al virus es evidente por las probabilidades de contraerlo al ser altamente contagioso y tener el potencial de ser mortal. Además, nuestra tendencia humana es temer a peligros desconocidos fuera de nuestro control y a sus posibles consecuencias. Los medios y redes sociales nos inundan con mensajes de temor y el desconocer la solución a un virus sin precedentes nos hace sentirnos vulnerables y expuestos a la amenaza. Los profesionales de la salud arriesgan sus vidas al trabajar pero aún no han hallado vacuna o medicina como cura definitiva. 

La peor epidemia de la historia

¿Qué dirías ahora si te ofrecen la cura gratuita para un mal que es aún más peligroso, más contagioso y más mortal que el Covid-19 o cualquier otra enfermedad conocida? Es un mal 100% letal que se ha propagado desde el principio de los tiempos aquí y en China y ha causado más daños que cualquier otra enfermedad, guerra o catástrofe en la historia. 

Muchos no reconocen que lo tienen, pero algunos de sus síntomas son los siguientes (¡toma nota de los que has tenido!): orgullo, egoísmo, indiferencia, holgazanería, envidia, arrogancia, avaricia, robos, engaños, chismes, prejuicios, mentiras, hipocresía, rebeldía, injusticias, cobardía, ira, insultos, enemistades, pleitos, peleas, agresiones, rencores, odio, parrandas, borracheras, adicciones, sensualidad, celos, inmoralidad sexual, fornicación, adulterio, homosexualidad, perversiones, incredulidad, idolatría, sectarismos, hechicería, asesinatos y muchas otras cosas similares (Apocalipsis 21:8; 22:15, 1 Corintios 6:9-10; Gálatas 5:20-21.) 

Ese mal es llamado «pecado» en la Biblia y no es otra cosa que la maldad del ser humano, la cual se opone al amor de Dios. Las consecuencias inmediatas del pecado son un dolor profundo en el alma, llanto, aflicción, falta de paz y sufrimiento en distintos grados. 
El pecado nunca fue parte del plan original de Dios, nuestro Creador, pues todo lo que Él hizo en el principio fue bueno (Génesis 1:31) y nos formó a su imagen y semejanza para vivir eternamente con el verdadero amor que proviene de Él (Génesis 1:26-27, Isaías 43:7; Efesios 1:6). La cuestión es que "Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones" (Eclesiastés 7:29). Dios nos dio la libertad de decidir entre el bien y el mal (Deuteronomio 30:15-19) pero “todos nosotros nos descarriamos” (Isaías 53:6) y la muerte entró al mundo por causa de la maldad (Romanos 5:12, 1 Corintios 15:21) pues el castigo por nuestros pecados es la muerte (Romanos 5:12; 6:23) y el pecado nos separa de Dios (Isaías 59:2).

La Biblia afirma que en los últimos tiempos la corrupción moral iría en aumento y “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12, cf. 2 Timoteo 3:1-5, Marcos 13:8-18). Considera el número creciente de robos, suicidios, feminicidios, abortos, narcotráfico, secuestros, trata de personas, entre otros crímenes horribles.
El caos que vemos también fue predicho por Jesucristo, quien anunció que entre las manifestaciones de su regreso estarían el incremento de pestes, plagas o pestilencias en diversos lugares, además de grandes terremotos, guerras mundiales, persecuciones, hambres, calamidades, grandes señales en el cielo y la aparición de falsos salvadores y falsos profetas (Lucas 21:11; Mateo 24:6-8). Ante esto, no es de extrañarse la propagación de epidemias recientes como el SARS-Cov-2, sarampión, influenza, dengue, chikunguña, tuberculosis, malaria, hepatitis, VIH/SIDA, zika, H1N1 y ébola en pleno siglo XXI. Millones de actividades se han cancelado por ellas, pero lo que no se cancela es el pronto regreso de Jesús a la Tierra (Apocalipsis 22:7). La Biblia también indica que otros indicios del fin serían las migraciones masivas, el avance de la ciencia y la predicación del evangelio por todo el mundo (Daniel 12:4; Mateo 24:14). 



Las consecuencias inevitables



Aunque muchos especulan lo que les ocurrirá después de morir, la Biblia dice que habrá un juicio final en el que Dios, a manera de juez justo, juzgará con justicia la maldad de la humanidad y hará que el hombre pague conforme a todas sus obras (Eclesiastés 12:14; Romanos 2:6-10, Colosenses 3:25, Apocalipsis 20:12-13, Hebreos 9:27; Hechos 17:31).

La Biblia afirma que unos irán con Dios y descansarán en completa paz para siempre, con recompensas en un lugar celestial donde no habrá más sufrimiento, y vivirán eternamente en la luz de su presencia con un nuevo cuerpo que no se desgastará (Apocalipsis 21:3-4, 22:3-5, Daniel 12:2-3, Juan 5:29).

Pero otros sufrirán un terrible castigo eterno en un lugar de fuego que arderá y nunca se pagará, en un estado perpetuo de confusión, vergüenza y tormento, sin reposo ni de día ni de noche (Isaías 1:28-31; 34:8-10, 66:24; Mateo 3:12; 25:41, 25:46, Lucas 16:19-31, Apocalipsis 14:9-12; 20:10-15, Marcos 9:44-48). Jesús advirtió que es mucho mejor deshacernos de lo que nos hace pecar, que ser arrojados a ese infierno por causa del pecado (Mateo 5:29-30). A los que temen a la muerte, les dijo: "no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28).



La solución definitiva



A pesar del castigo que se anuncia para los malos, la Biblia afirma que Dios no quiere que pasemos una eternidad sin Él y no es su deseo que ninguno se pierda o sea condenado (Mateo 18:14; Ezequiel 33:11; 2 Pedro 3:9). Lo que Él realmente quiere es que todos se arrepientan, crean en el mensaje de Jesucristo y vivan un vida distinta junto a Él (2 Pedro 2:9, Hechos 2:39, 3:19, Juan 3:3). Esa es la cura para el alma infectada de pecado: el conocer a Dios por medio de Jesucristo (Juan 17:3, 3:16-17). Él era igual a Dios, pero se hizo hombre y habitó entre nosotros (Juan 1:1-14), vivió una vida perfecta, pura y sin mal (Isaías 53:9), se humilló a sí mismo e hizo milagros, enseñando el camino del amor y la justicia, para luego entregar su vida y morir en una cruz en nuestro lugar (Juan 10:16-18; Filipenses 2.7; Tito 2:14).

Aunque nosotros éramos pecadores, Dios nos demostró su amor en el hecho de que Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8); Él llevó el castigo que nos correspondía y cargó con el peso de todas nuestras enfermedades y pecados (Isaías 53:4-6). Él dio su vida por la nuestra y su sangre inocente se derramó a manera de fianza para que seamos perdonados de todo y vivamos con Él eternamente (Efesios 1:7-8; 1 Juan 1:7; Juan 15:13). Él resucitó, apareció con pruebas innegables y ascendió al cielo, todo conforme a más de 300 profecías de escrituras antiguas bíblicas.


La protección ante calamidades

En la antigüedad, cuando una plaga mortal azotó a Egipto, Dios anunció de manera profética que ésta no caería en las casas cuyas puertas tuvieran la sangre del cordero de la Pascua (Éxodo 12:13, 12:22). Jesús es figura de ese cordero de Dios que quita los pecados del mundo y salva a aquellos que plenamente confían en Él (Juan 1:29; 1 Pedro 1:19; 1 Juan 1:9; Apocalipsis 5:12).

Así, las Escrituras prometen que Dios ciertamente librará de “la peste destructora” y del “temor nocturno” a los que viven con la presencia de Dios (Salmo 91). Aunque el mundo tenga temor, "los que buscan a Dios no tendrán falta de ningún bien" (Salmo 34:10). Dios nos llama a aumentar nuestra fe en Él para estar seguros bajo su protección (Salmo 56:3).

 No dejes que el miedo al virus te domine. El amor perfecto de Dios eche fuera todo el temor (1 Juan 4:18; 2 Timoteo 1:7-9, 1 Corintios 13), y Él promete:

"Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

Ahora Dios nos pide que nos acerquemos a Él para que Él se acerque a nosotros, que limpiemos nuestras manos y purifiquemos nuestros corazones, lamentando el mal que hicimos y haciéndonos humildes ante Él para que Él nos levante (Santiago 4:8-9). 

Una seguridad inquebrantable

La vida es corta, la muerte es segura, el pecado es la causa, pero Jesucristo es la cura, la salvación y el único camino hacia Dios (Juan 14:6). Jesús es el mismo de ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8) y aunque vengan problemas, Él puede darnos  verdadera libertad, pues al poner nuestra fe en Él, podemos ser reconciliados con Dios, adoptados como sus hijos, perdonados de todos nuestros pecados, liberados de todo vicio, regenerados en toda el alma, sanados de toda enfermedad, justificados ante Dios, santificados en el espíritu, liberados de toda carga de culpa y salvados con vida eterna, como un regalo de gracia que Él nos ofrece, no por nuestras obras, sino sólo por Su amor y porque Él da la salvación como un regalo de gracia al poner nuestra fe en Él (Hechos 13:39, Romanos 3:24, 3:28, 4:2-6, 11:6, Gálatas 2:16-17, 3:11-12, Filipenses 3:9, Efesios 2:8-9, 2 Timoteo 1:9, Tito 3:5-7).
Dios siempre está dispuesto a escucharte y responderte en todo momento, pero tienes que ir a Él con sinceridad y humildad de corazón a través de la oración (Proverbios 15:3, Salmos 33:13-15, Jeremías 29:13; 33:3). Si aceptas tener una relación con Dios, Él siempre estará contigo, te dará entendimiento y suplirá todas tus necesidades, pues quiere guiarte a través de su Espíritu para llenarte de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y auto-control (Gálatas 5:22-23). Él quiere que su amor reine en tu vida en lugar del miedo, y su voluntad es que vivas una vida plena a su lado (Juan 10:10) porque Él tiene planes mejores que los nuestros (Isaías 55:8-9).

“Busca al SEÑOR mientras pueda ser hallado” (Isaías 55:6), pon tu fe en Jesús, y Dios mismo terminará la obra que comience en ti (Filipenses 1:6) porque sus promesas son inquebrantables: el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras jamás pasarán (Mateo 24:35, Marcos 13:31, Lucas 21.33) y “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).


No hay comentarios:

Publicar un comentario