viernes, 13 de octubre de 2017

Ilustración de los viajeros en medio de la autopista


Estaba un grupo de personas viajando en medio de una zona boscosa que no conocían muy bien hasta que se perdieron y no supieron cómo continuar su camino. Como eran foráneos y viajaban a una ciudad sureña, decidieron preguntar cuál era el camino más corto y encontraron a un hombre que les mostró una autopista amplia y espaciosa que aseguraba, estaba cerrada al tránsito y les llevaría muy pronto al destino que ellos buscaban.

Iban caminando tranquilamente, cuando de pronto, pasaron cerca de una cabaña y vieron a un hombre de edad avanzada que, al verlos, se levantó y les comenzó a decir enérgicamente que salieran de ese camino, pues estaban, según él, en una vía de pruebas en las que coches de carreras podrían pasar sorpresivamente en cualquier momento tras de ellos sin que a ellos les diese tiempo de si quiera moverse.

Al escuchar las palabras de aquél hombre, algunos viajeros se detuvieron por un momento, tratando de determinar qué hombre decía la verdad. Algunos voltearon para ver si es que se veía venir algún coche a lo lejos, pero no viendo ninguna señal en la autopista, decidieron ignorar al anciano y seguir su camino por en medio de aquella gran autopista. Volviendo a insistir aquél anciano, les dijo: "¡Salgan del camino de inmediato! Tras de ustedes pasarán coches de pruebas deportivas que alcanzarán una velocidad muy grande que no se imaginan! ¡Les aseguro que no les dará tiempo de salir del camino!"

Viendo la mayoría que no había nada alrededor, pensaron que el hombre estaba fuera de sí y decidieron seguir su camino. Algunos de ellos, no queriendo parecer groseros ni malagradecidos, le dieron las gracias al anciano, diciéndole: "Creemos lo que dice señor, gracias por advertirnos", pero dudando dentro sí que fuera cierto, pensaron que si ese fuera el caso, ellos sí podrían escuchar desde lejos y moverse pronto, pues confiaban en sus sentidos, más que en la advertencia que habían recibido de parte de aquél hombre. 

Otros viajeros, ni si quiera voltearon y se burlaron descaradamente del anciano, atribuyéndole una preocupación irracional y pensando que tal vez ya no escuchaba ni veía bien debido a sus senectud. 

Sin embargo, dos viajeros que no habían confiado en el primer hombre, consideraron las posibilidades y temiendo que fuera cierto lo que les advertía aquél anciano, se separaron y decidieron moverse de donde estaban. Se acercaron al anciano a preguntarle qué camino podrían tomar para llegar a la ciudad a la que se dirigían. El hombre les mostró una larga via muy angosta que les aseguró era libre peligro y les llevaría a la ciudad a la que necesitaban llegar. 

Los dos viajeros trataron de disuadir al resto de sus compañeros que fueran por aquél camino angosto, pero a la mayoría les pareció demasiado incómodo y poco convincente así que siguiendo su camino, la mayor parte del grupo permaneció en la via amplia. 

De pronto, tras de ellos, se acercó un grupo de coches a tal velocidad, que ninguno de los que estaban en medio tuvo tiempo si quiera de salir del camino y todos ellos murieron arrollados en medio de esa zona desconocida. Los únicos viajeros que sobrevivieron fueron aquellos que le creyeron al anciano y salieron del camino amplio y espacioso. 
¿Quién era el primer hombre y quién era el anciano? ¿Quién le creyó de verdad al anciano y quién no creyó? ¿Porqué no le creyeron al anciano aquellos que siguieron por el camino que él les había advertido no debían andar? ¿Porqué le creyeron aquellos que salieron del camino amplio para andar por el camino angosto?
Asimismo Cristo nos dice que debemos salir del camino amplio del pecado porque habrá un juicio repentino que vendrá sobre todos los hombres después de la muerte. Pocos son los que le siguen y algunos le escuchan y dicen creerle, pero no se mueven y sus actos  no muestran que realmente le crean.

La Biblia dice que muchos profesan creer en Dios, pero con sus hechos lo niegan (Tito 1:16). Debemos cuidarnos de creer de hecho, y no sólo de palabra (1 Juan 3.18), porque la fe, si no resulta en acción, no existe (Santiago 2:14). Si decimos que creemos en Jesucristo, haremos caso de lo que Él nos dice y tendremos vida alejándonos del camino amplio y andando por la puerta angosta. Pero si oímos y no hacemos nada, grande será nuestra ruina (Mateo 7:24–27). 

Idea tomada a partir de una predicación de Torben Sondergaard, de la Escuela del Pionero (disponible en Youtube).

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